— 387 -
vega, y tiempo abajo va corriendo la existencia hasta el mar «que es el morir». Pues bien, este imposible se puede vencer con el nuevo aparato, ó, por lo me nos, «podemos hacernos la ilusión de que lo hemos vencido»; y, en este terreno, forjar apariencias que causen la ilusión de realidades, es un triunfo digno de aplauso y de admiración. En la obra francesa á que antes nos referimos, se plantea este problema y se resuelve en el terreno de la imaginación, por manera tan sencilla como ingeniosa. Si aquel observador, espíritu puro que vaga por el espacio, como decíamos hace poco, fuese pene trando por las regiones infinitas en persecución de las ondas de éter, que en sus vibraciones se llevan las móviles fotografías de las varias regiones de nuestro globo; si aquel observador, repetimos, ca minase con más velocidad que las enormes cajeas fo tográficas, es decir, con una velocidad superior á la de la luz, es claro que iría encontrando imágenes más y más antiguas y vería las escenas terrestres en orden inverso. Primero, las escenas del año 93, por ejemplo; después, las del año 92; después, el París del 91; y así, caminando siempre hacia atrás, el tiempo habría girado 180 grados; la historia habría dado la vuelta. Si esta experiencia imaginaria pudiera realizarse, veríamos el tiempo invertido; el tiempo al revés, como dice el epígrafe de este artículo.