El Nuevo Miliario, nº 6 (junio 2008)

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Vías romanas TRES TEXTOS SOBRE VÍAS ROMANAS Cuando nos planteamos dedicar en esta Antología un espacio a los escritos de GonzaloArias sobre vías romanas, pensamos recurrir a la época inicial de El Miliario Extravagante (1963-1968), especialmente considerando que muchos de los planteamientos que Arias defendió estaban ya establecidos en ese periodo, y que él fue matizando poco a poco sus teorías. Pero la inmensa mayoría de los textos de esa época fueron recogidos en el volumen Repertorio de caminos de la Hispania romana (1987 y, segunda edición, 2004), mientras que otros posteriores se incluyeron en el número 8 de Anexos de El Miliario Extravagante (2004), bajo el título común «Un enfoque extravagante de las vías romanas». Por ello, hemos optado por escoger, finalmente, dos trabajos de la tercera época de El Miliario Extravagante, de mediados de los años 90 del pasado siglo, lo suficientemente antiguos como para que no todos los lectores de El Nuevo Miliario los conozcan de antemano, y lo suficientemente explícitos como para exponer, en unas pocas páginas, los planteamientos esenciales de toda una vida dedicada a escudriñar los misterios de la geografía histórica y, de paso, revelar muchos rasgos del carácter de su autor.

MADRID, NUDO ROMANO DE COMUNICACIONES LA BÚSQUEDA DE VÍAS ROMANAS Y DE RUTAS ANTONINIANAS EN TORNO A LA ENCRUCIJADA MADRILEÑA1 La aportación de Carlos Caballero y sus dos colegas2 en las páginas que preceden me da ocasión de volver sobre un tema, o más bien sobre dos o tres temas conexos, que yo creía (iluso que es uno) haber dejado suficientemente tratados hace años. Se trata, por una parte, de la interpretación del Itinerario de Antonino y, por otra, de la localización sobre el mapa de los restos o recuerdos de vías romanas que pudieran corresponder a las rutas antoninianas. Ambas investigaciones han atraído la atención de numerosos estudiosos, desde los remotos tiempos de Ambrosio de Morales o Jerónimo de Zurita, no sólo en España sino en otros países y respecto a las rutas de todo el Imperio Romano. Pero aquí nos fijaremos especialmente en la parte de la Provincia o Comunidad de Madrid comprendida entre la capital y la Sierra de Guadarrama, zona que resulta ser clave para someter a prueba los distintos planteamientos o enfoques adoptados. Nuestros lectores más fieles me perdonarán por repetir conceptos y explicaciones que ellos conocen bien. No creo que sea machaconería inútil, si pensamos en los lectores más recientes que no han podido todavía familiarizarse con los temas que nos ocupan. Por otra parte, tampoco está de más un esfuerzo de recopilación o visión de conjunto de los diversos tramos —algunos publicados muy recientemente— de calzadas presuntamente romanas señalados en esta parte de la provincia. La interpretación lineal del IA El enfoque que espontáneamente tiende a adoptar quienquiera se encare por primera vez con el llamado «Itinerario de Antonino» es el de considerar el documento como una especie de guía de caminos del Imperio. Cada item sería un iter, y cada iter iría engarzando, como hilo que engarza las cuentas de un collar, las diversas civitates y mansiones enumeradas. Tal es la interpretación lineal del IA. Si el Itinerario describe tres trayectos conducentes de Emerita a Caesaraugusta (uno, A24, trazando un gigantesco zigzag con vértices en Ocelo Duri y en Titulciam; otro, A25, bastante directo; y otro, A29, que rodearía considerablemente por tierras oreatanas según la interpretación más corriente, lusitanas a nuestro juicio) habría que pensar que realmente existirían tres vías. Aunque los autores no lo digan expresamente, la insistencia en hablar de la vía 24, la vía 25 o la vía 29 (otras veces, para adornarlas más de romanidad, vías XXIV, XXV, XXIX), mueve a pensar, por analogía con la Vía Appia o la Via Aurelia italianas, la Via Domitia francesa o la Via Augusta hispana, que nos encontramos ante unidades viarias concebidas como tales por sus respectivos ingenieros constructores. Esto es por supuesto absurdo y no resiste un somero examen crítico. Baste considerar los siguientes esquemas de trazado de las rutas citadas para comprender que, al menos dos de ellas, jamás pudieron concebirse como unidades viarias, es decir como caminos razonables para ir del punto de partida al de llegada:

nº 6, Junio 2008

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