tancia menor que las tres grandes de la zona. Pero no creo que entre en ninguna de las hojas de ruta antoninianas. Esto me obliga a responder a la interpelación de Carlos Caballero: «no acabo de entender cómo es que la C17 es un camino directo de Miaccum a Titultia, pero no es la A24» . Es difícil de entender, en efecto, si nos aferramos a la interpretación lineal del Itinerario; pero no lo es tanto si tenemos en cuenta las enseñanzas de Van Berchem y el valor de los acusativos. La unidad militar que viniendo de Segovia se paró en las proximidades de Guadarrama para recibir allí el impuesto de la annona pagado en especie (trigo u otro cereal, frutas) por los pobladores de Miacco no tenía necesidad de entrar en la ciudad. Es más: por razones de disciplina militar no era conveniente meter a una gran tropa en la ciudad. Ello, junto a la mayor comodidad de las vías más importantes, explica el rodeo por El Escorial y la siguiente etapa en Las Rozas para exigir el pago a los titulcianos. La explicación podrá o no gustar, o podrá parecer hija de una desbordante fantasía; pero recuérdese que es la única, hasta ahora, congruente con los datos aritmético-geográficos. NOTAS 1.- Publicado originariamente en El Miliario Extravagante, 55, 1996 2.- Se refiere al texto La calzada romana de Galapagar, publicado también en ME, 55 3.- Pienso por ejemplo en Poierre Sillières, quien en su obra Les voies de communication de l’Hispanie méridionale (1990), pág. 30, descarta a la ligera las teorías del suizo con el pretexto de que no explican suficientemente los supuestos errores del Itinerario (errores que en realidad no son tales y que por lo demás él tampoco explica), sin esforzarse por enterarse de los sólidos argumentos de Van Berchem, ya que cita su estudio juvenil de 1937 pero ignora sus trabajos de madurez de 1973 – 1974 [Trabajos que, posteriormente, fueron editados en España por el propio Gonzalo Arias, véase «La annona y el Itinerario Antonino», Anexos de El Miliario Extravagante, 4, 2002 (N. Del Ed.)]. 4.- Segunda edición con el número 31 de la serie Ciencias, Humanidades e Ingeniería del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos en 1994 [N. del Ed.] 5.- Véase ME 55,2: «Una sugerencia a vuelapluma: si la calzada de Fuentevieja no es romana, ¿por dónde vamos a Villamanta y a Mantua?» [N. del Ed.] 6.- Los franceses Baradez y Chevallier, el español Chabret y el alemán Radke. Véanse más referencias en ME 15,2 7.- Véase en especial el capítulo 9 del Repertorio, así como las precisiones en ME 27, 5-6. 8.- Véase El Miliario Extravagante, 55, p. 2 [N. del Ed.]
TARTESSOS: INVITACIÓN A LA DIVAGACIÓN EXTRAVAGANTE1
I. Un enigma que sigue siendo un reto ¿Cómo es posible que el tema de Tartessos, que ha hecho correr tanta tinta, ha sido objeto de tantas búsquedas apasionadas o metódicas, científicas o literarias ha inspirado tantos ejercicios de imaginación, ha alimentado tantos debates, ha dado lugar a leyendas pero también ha suscitado importantísimos trabajos de especialistas rigurosos de diversas disciplinas, no haya sido abordado hasta ahora en las páginas de El Miliario Extravagante? ¿No ofrece esa enigmática ciudad de los albores históricos de España, rodeada de un halo de polémica y de misterio, un tema típico para ser discutido en una publicación no conformista que tiene el prurito de contemplar los problemas de geografía histórica con criterio independiente y sin dejarse arrastras necesariamente por las opiniones de los sabios? Es verdad: Tartessos no figura hasta ahora para nada en nuestros índices. Lamentable ausencia, a la que vamos a tratar de poner aquí remedio. El punto de partida son las Actas del Congreso Conmemorativo del V Symposim Internacional de Prehistoria Peninsular, publicadas con el título Tartessos, 25 años después, 1968-1993, Jerez de la Frontera, volumen de 653 apretadas páginas que hemos examinado con cierta atención, y también con la reverencia que merece el muy nutrido elenco de doctores en arqueología, historia, paleografía, geoarqueología, epigrafía y demás ciencias afines. Pero, obviamente, la pretensión de un profano, o en todo caso un aficionado marginal en algunas de estas ciencias, no puede ser poner apostillas a los estudios recogidos en cuanto se refieren fundamentalmente a los diversos aspectos de cultura tartesia, aspectos en los que no me cabe sino admirar la cantidad de datos y materiales reunidos y la finura y penetración de los análisis. Ahora bien, aparte de los estudios sobre la cultura tartesia, está la cuestión de la «ubicación de la ciudad», y sobre esto quisiera decir algo. Poca novedad tendrá lo que diga (¿puede realmente sugerirse una ubicación en la que alguien no haya pensado ya?), pero mi intención y mi esperanza es animar a otros colaboradores, aunque no sean especialistas en Tartessos, a exponer sus opiniones, sean convencionales y académicas o innovadoras y extravagantes. II. La prudencia de la zorra Ante todo, observo que el talante que predomina entre los sabios es la que podríamos llamar prudencia de la zorra. Ya saben la fábula: después de saltar inútilmente tratando de alcanzar las uvas de una parra, la zorra decidió que éstas no le interesaban porque «no están maduras», dejando así a salvo su amor propio. Parece que el Symposium de 1968 sobre Tartessos marcó la transición a ese talante. Comprobada la inutilidad de los esfuerzos por localizar la ciudad, los arqueólogos decidieron que había que cambiar de perspectiva: «Tartessos no va a
nº 6, Junio 2008
El Nuevo Miliario
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