AVENTURAS DE UN ENTROMETIDO Era un muchacho jovial y cariñoso, que tenía muchos amigos. Todos lo querían en el pueblo, lo invitaban a las fiestas y siempre hacía reír a la gente con sus bromas. Era también muy responsable y cuidaba de su madre viuda trabajadora en el campo. En realidad, vivía muy feliz, pero añoraba algo: quería viajar, conocer tierras lejanas y gente nueva. Un día se dijo que ya era tiempo, que iba a ir a recorrer el mundo. Entonces sembró gran cantidad de maíz y de frijol Y cuando cosechó, le dijo a su madre: -Voy a viajar, mamá. Venda todo lo que he cosechado para que tenga cómo mantenerse mientras yo esté ausente. A la mañana siguiente, salió muy tempranito y se alejó rápidamente del pueblo y de todo lo que conocía. Camino muchas horas y ya anocheciendo llegó a una aldea, donde pidió a los vecinos que lo alojarán por una noche. Sin embargo, nadie le dio posada. Ya estaba obscuro, pero siguió su camino y llegó a la aldea vecina donde volvió a pedir que lo esperaran por aquella noche. -¡Ay, joven! - le dijeron los vecinos- quisiéramos ayudarlo, pero no podemos. No damos posada a nadie porque hemos tenido muchas malas experiencias: cuando hemos hospedado a alguien, aparece muerto a la mañana siguiente. -Muchas gracias por preocuparse por mí -le dijo el joven-, pero no tengan pena: a mí no me va a pasar nada malo. -Usted no sabe lo que sucede aquí- le explicaron los vecinos-. Fíjese que hace un tiempo murió nuestro rey y ahora se acerca por las noches a llevarse a cualquier forastero que hospedamos… -¿Cuál es la casa del Rey fallecido? - preguntó el muchacho. Los vecinos se señalaron y él les dijo que les permitieran quedarse justamente allí, porque no tenía miedo de los difuntos. Por más que lo rogaron para que desistiera, el muchacho insistió en pasar la noche en aquel lugar. Entonces los vecinos alzaron los hombros en señal de que no se
115