Relato
ESCUELA NUEVA Tomado de “el bardo” Adaptación de Silvia Montepeque Pasaron las vacaciones y otra vez nerviosa sensación del miedo inexplicable a lo desconocido. Pero esta vez bastante más justificada porque se trata del primer día de secundaria, con escuela nueva, amigos nuevos, profesores nuevos y menos cariñosos, coordinadores de aspecto indescriptiblemente serio. Ojalá sean mujeres que con ellas me llevo mejor. Tratan a los de primer ingreso como si fueran sus dulces hijos, es más, hasta nos dicen “mijo o mija” cuando nos hablan o nos quieren persuadir para que les hagamos caso. Además, aulas, escritorios y hasta tienda desconocida, ¿qué venderán? ¿Cómo no va a estar mi abuela presente y dando los últimos retoques de maquillaje al nieto ante ese evento sin igual? Aún en la puerta y con una mochila gris “más formal”. Como dice mi mamá porque ni modo que me siga llevando la de Madagascar que tanto me gustaba ahora que soy grande; mi abuela insiste en acomodarme el suéter y arreglarme el cuello de “la polo”, porque ahora es la moda. A todos los establecimientos les dio por poner el pantalón azul y lo único que nos diferencia son las rayitas del cuello de la polo y el monograma. ¡vaya¡, que gran diferencia¡ Ya es la tercera vez que me arreglan y cada quien hala o estira mi ropa. Parece que no se ponen de acuerdo. Y yo, mejor me hago el loco, ¡total! no sé qué arreglos personales se hacen dónde voy a estudiar. Mientras la abuela le pasa la última cepillada de despedida al suéter nuevo, salgo decidido a la parada de bus número cinco, máquina viviente que será mi confidente mecánico de todos los triunfos y fracasos que me esperan. Menos mal que dejan que me vaya solo a la parada que queda casi en frente de mi
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