HERBERT MOROTE
Monteagudo que estaba preparando la Conferencia de Panamá donde se invitaría a las naciones libres de toda América a discutir el futuro del continente, escribió con ese propósito el libro “Ensayo sobre la Confederación Americana”. De esta manera el argentino (Tucumán, 1786) pero indudablemente peruano de corazón y de espíritu, fue uno de los precursores de lo que un siglo después se llamó la Organización de Estados Americanos, OEA. Monteagudo, pues, fue un colaborador eficaz de la etapa en la que Bolívar luchó por la independencia del Perú. No fue colaboracionista del Bolívar dictador. Muy lejos de ello, recomendó a Bolívar su oportuno alejamiento del país. No sería especular demasiado que esta opinión le hubiera costado la vida. El asesinato de este mestizo (su padre era español y su madre de marcados rasgos indígenas) se consumó el 28 de enero de 1825, tenía 39 años. Un compatriota suyo hizo un retrato de este mestizo rebelde, agresivo, pero indudablemente patriota: Llevaba el gesto siempre severo y preocupado, la cabeza algo inclinada al pecho, pero la espalda y los hombros tiesos. Tenía tez morena y un tanto biliosa, el cabello renegrido y ondulado y la frente espaciosa y de una curva delicada, los ojos negros y grandes por la concentración natural y muy poco curiosos. El óvalo de la cara agudo, la barba pronunciada, el labio grueso y rosado, la boca firme. Era casi alto, de formas espigadas, la mano preciosa, la pierna larga y admirablemente torneada, el pie correcto como el de un árabe. Sabía que era hermoso y sentía orgullo en esto como en sus talentos. 7.2. JOSÉ FAUSTINO SÁNCHEZ CARRIÓN Las diferencias entre Monteagudo y Sánchez Carrión los apartaba, sus coincidencias también. Eran iguales en varios aspectos: apasionados al defender sus ideas, incansables en el trabajo, prolíficos escritores, implacables con sus enemigos, ardorosos y brillantes oradores. Uno fue la estrella del Protectorado, y el otro la del Libertador. Había, sin embargo, una diferencia abismal: en el tiempo en que Sánchez Carrión fue un defensor exaltado de la república liberal, Monteagudo desde el Protectorado impulsaba con toda fuerza la monarquía constitucional. Pero había otras diferencias que, no siendo trascendentales, los apartaban. Mientras que Monteagudo se vestía a la moda, era un soltero empedernido que buscaba favores femeninos, y no manifestaba apego por la religión. Sánchez Carrión era austero en su atuendo y costumbres, esposo fiel, y próximo a la iglesia. Casi de la misma edad, Monteagudo había tenido desde la juventud una vida agitada que lo había llevado a vivir en varios países de Latinoamérica y de Europa. Sánchez Carrión, por su parte, no tenía tal experiencia, salió una vez del Perú, cuando, en nombre del Congreso, fue a Guayaquil a invitar al Libertador. 136
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