HERBERT MOROTE
El problema en que el Libertador se encontraba era evidente: si dejaba que Santander se hiciese con la presidencia de Colombia lo primero que haría éste sería ordenar el regreso de las tropas colombianas; sin ellas Bolívar no se podía sostener en el Perú ni en Bolivia Frente a esos malos augurios, Bolivia le ofrecía la segura aprobación por aclamación de nombrarlo Presidente Vitalicio, título que el Libertador pensaba arrogarse progresivamente en todos los países bajo su influencia. El Perú sería el segundo país y a ello se dedicó febrilmente los meses siguientes con el mismo ardor y pasión de “una Guerra Santa”, según lo comenta Dávalos y Lisson. El Libertador esperaba que el segundo país en nombrarlo Presidente Vitalicio fuera el Perú, sin embargo era necesario actuar con rapidez, aunque esto significara saltarse elementales principios y formalidades, pero Bolívar estaba dispuesto a todo. Esperar a que los Colegios Electorales eligiesen nuevos diputados y que se instalase el Congreso para debatir su Constitución, implicaba una demora que no estaba dispuesto a aceptar. Además, en ese proceso corría el riesgo de que se infiltrase de una manera u otra algún diputado, como Luna Pizarro, que se opusiera a su proyecto. Por lo tanto, Bolívar saltó todas las reglas e hizo que su propuesta de Constitución Vitalicia fuese aprobada no por un congreso sino por los Colegios Electorales de provincias. Obviamente, estos no tenían competencia para ello, la única función para la que habían sido creados era para elegir representantes al congreso. Cada 100 ciudadanos tenían derecho a elegir un elector al Colegio Electoral, y este organismo elegía a los diputados. En fin, para imponer este grotesco atropello era necesario que los Prefectos fuesen fuertes, leales y dispuestos a paralizar cualquier resabio democrático. Por ello la primera acción que tomó Bolívar fue reforzar el Consejo de Gobierno. Unanue, aunque fiel a Bolívar, no tenía a sus 71 años ni la energía ni la capacidad para los menesteres públicos que requería el Libertador. Fue el general Santa Cruz que lo sustituyó en la presidencia del Consejo. Inteligente, ambicioso, y con pocos escrúpulos, Santa Cruz era el hombre en el que Bolívar podía confiar. Junto a él, el general venezolano Heres mantenía la cartera de Guerra y de Marina; el colaboracionista y absolutista Pando estaba a cargo del ministerio del Interior y de Relaciones Exteriores; Larrea siguió como ministro de Hacienda. Finalmente, a Unanue se le concedió la Vicepresidencia y el ministerio de Justicia y Negocios Eclesiásticos. Con la banda de los tres (Santa Cruz- Pando-Heres) la aprobación de cualquier acción que fuese propuesta por Bolívar estaba garantizada. Santa Cruz impondría orden y disciplina en el gobierno. Pando era el intelectual maquiavélico que sustentaría la Constitución Vitalicia ante los Comités Electorales, y Heres mostraría 206
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