HERBERT MOROTE
La derrota de la Presidencia Vitalicia en el Perú fue el comienzo del fin del Libertador. De allí en adelante su sueño se derrumbaría como un castillo de naipes. Antes de tres años moriría abandonado por todos y con una camisa prestada. 8. EL NOCIVO MITO BOLIVARIANO La seducción de Bolívar sobrepasó su tiempo. El que fuera indudablemente libertador de cinco países, y más tarde fracasara en su intento por erigirse Presidente Vitalicio de ellos, es hasta ahora venerado por ideas que él nunca practicó. Se le atribuye frecuentemente ser precursor del panamericanismo, de la unión de países latinoamericanos, algo equivalente a lo que podría ser la Comunidad Europea de hoy o hasta unos Estados Unidos de América. También se alaba a Bolívar no sólo como guerrero, que lo fue y con éxito, sino como estadista, impulsor de la separación de poderes públicos, humanista, aún de defensor de los pobres, de los indígenas. Nada es más lejano a eso, pero no importa, la leyenda continúa. Ya el indio Choquehuanca lo predijo: “Vuestra gloria crecerá con los siglos, como la sombra cuando el sol declina”. Con esta mezcla de necedad tercermundista y realismo mágico, que parece decir “no es verdad pero lo creo”, en el transcurso de los años se han apoderado del gobierno muchos golpistas usando el nombre del Libertador como fuerza de inspiración y guía. Aún en el siglo XXI alguien ha tomando la espada y enunciado pensamientos equívocos atribuidos al Libertador. El demagogo presidente de la ahora llamada República Bolivariana de Venezuela, el general Hugo Chávez, ha hecho de su interpretación particular de bolivarismo su causa, y la pretende irradiar en los países vecinos. Que el bolivarismo perdure en el medio militar, puede ser explicable. Más difícil es aceptar que los historiadores hayan sido incapaces de mostrarnos el lado oscuro del Libertador con la misma devoción y énfasis con que lo hicieron al hablar de sus proezas. Veamos, por ejemplo, el ideal de unión panamericana que se le atribuye a Bolívar. Uno de los hechos que se presentan para reclamar la autoría de esta idea es el Congreso de Panamá convocado por él en diciembre de 1824. Lo cierto es que esta convocatoria y las propuestas que se presentaron eran un anhelo en el que venía trabajando desde hacía buen tiempo Bernardo Monteagudo, primero con San Martín y luego con el Libertador. En 1822 Monteagudo firmó con el representante de Colombia un tratado de unión, liga y confederación perpetua, que fue aprobado por el Congreso Constituyente del Perú en 1823. Por este tratado las partes se comprometían a ayudas mutuas en caso de invasión extranjera, y se igualaban los derechos de los ciudadanos, de las embarcaciones y de los productos de ambos países. Así mismo, se convocaba a los otros países de América a una reunión en 218
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