HERBERT MOROTE
4. LA PÉRDIDA DE GUAYAQUIL Luego del triunfo de Pichincha las tropas de Santa Cruz desearon retirarse a Guayaquil y consolidar la posición peruanista de la Junta, tal como les fue ordenado desde Lima. Sin embargo, Bolívar, que había llegado a Quito para festejar la victoria, los retuvo con argucias y malas artes mientras él enviaba a la división del general Salom a Guayaquil para intimidar a la Junta de Gobierno de Guayaquil y preparar el arribo del Libertador. Semanas más tarde, cuando las menguadas pero victoriosas tropas peruanas por fin entraron en Guayaquil se dieron cuenta de la maniobra en la que habían caído y, al no poder enfrentarse a las casi intactas fuerzas colombianas, se vieron obligados a embarcar de regreso al Perú. Las autoridades de Guayaquil sabían las intenciones del Libertador ya que a comienzos del año 1822, aprovechando que San Martín se mantenía precariamente en Lima, Bolívar dio un aviso contundente al presidente de la Junta de Gobierno de Guayaquil, anunciando su intención de apoderarse del puerto a pesar de que sus pobladores se consideraban ajenos a Colombia y próximos al Perú, tal como lo habían venido siendo desde tiempos remotos. El presidente de la Junta de Gobierno era Joaquín Olmedo, un poeta guayaquileño, que no sólo defendía Guayaquil de las amenazas de Bolívar, sino que en un tiempo deseó que la antigua Audiencia de Quito pasase a ser parte del Perú, tal como había venido perteneciendo durante casi toda la época virreinal. Bolívar tenía otra opinión, en su misiva, entre otras desmedidas e insolentes frases, le dijo sin titubear: “Tumbes es el límite del Perú y por consiguiente la naturaleza nos ha dado Guayaquil”. Es decir, no el derecho, no la razón, no la historia, sino con el pretexto de su interpretación de la naturaleza, Bolívar utilizó sus fuerzas para separar definitivamente a Guayaquil del Perú y anexarla a la Gran Colombia. Hay que reconocer que Bolívar ya había intentado sin éxito apoderarse por medio de negociaciones pacíficas la entrega de Guayaquil, Jaén y Maynas. Su Ministro Plenipotenciario, Mosquera, además de desestabilizar al Perú, fue encargado de conseguir esos territorios. Apenas pisó tierras limeñas los primeros meses de 1822, el colombiano entró en conversaciones con Bernardo Monteagudo, por entonces ministro de Relaciones Exteriores de San Martín, para que con el pretexto de formar una “asociación de naciones”, se definiesen las fronteras del norte cediendo el Perú los territorios que Colombia pretendía. Monteagudo rechazó la propuesta de Mosquera, aceptando únicamente firmar un inocuo tratado de “unión, liga y federación”. El ministro de San Martín adujo dos razones para no comprometer al Perú prematuramente en un conflicto de límites, la primera era concerniente a su autoridad. Dada la importancia del asunto, creyó conveniente esperar a que se 26
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