HERBERT MOROTE
presa de anarquía y notifica a la Junta Gubernativa “que acoge bajo la protección de la República de Colombia al pueblo de Guayaquil, encargándose del mando político y militar de esta ciudad y su provincia”. Típica proclama de los imperialistas que alegando proteger a las naciones acaban apoderándose de ellas. 5. LA CONFERENCIA DE GUAYAQUIL, UNA TRAMPA A fin de ponerse de acuerdo sobre el fin del dominio español en América, San Martín y Bolívar acordaron tener una conferencia en Guayaquil. Allí llegó nuestro Protector sin sospechar que Bolívar le había tendido la trampa de apoderarse días antes de Guayaquil. Por eso cuando su goleta Macedonia ancló frente al puerto y recibió abordo la visita de los edecanes de Bolívar, tuvo que contener mal su enfado al oír que lo invitaban a desembarcar “en territorio colombiano”. El mensaje no podía ser más claro: Bolívar no estaba dispuesto a negociar el puerto ni la gloria. El 26 de julio de 1822, San Martín desembarcó en Guayaquil al toque de trompetas y clarines que acompañaban las salvas de cañones de las tropas colombianas. El puerto había sido engalanado con banderas de Argentina, Colombia y Perú. Con este fausto recibimiento Bolívar quería confirmar que él era el dueño de casa y el Protector un visitante, un visitante importante, pero un visitante al fin. Lo conversado en la conferencia de Guayaquil no fue un diálogo secreto o misterioso que la leyenda ha trasmitido. La verdad es que, aunque en algunos momentos estuvieron solos, Bolívar se encargó de enviar notas detalladas de las discusiones al Gobierno de Bogotá. El general argentino, alto, sobrio, parco en el hablar, austero en el vestir, despojado de Guayaquil y sin tropas que le secundaran, se enfrentaba a un venezolano exultante, locuaz, uniformado con ostentación, rodeado de una gloriosa división y dueño de casa. En ningún momento de las conversaciones San Martín protestó por la pérdida de Guayaquil. Sobre este espinoso asunto se limitó a salvar la cara y pidió que se celebrasen comicios libres para que el pueblo decidiese su futuro, solicitud que Bolívar concedió, confiado que en el peor de los casos la presencia de sus tropas y sus agentes conseguirían la adhesión a Colombia. Para forzarnos a un relato imparcial sobre el primer día del encuentro recurriremos a un historiador colombiano decididamente pro-bolivariano como es de esperar. Indalecio Liévano escribe lo siguiente: En el curso de la conversación se han revelado ya las serias diferencias que separan a los dos grandes hombres. San Martín, frío y realista —con ese realismo que sirve para apreciar los hechos inmediatos—, no ha podido ocultar sus temores ante los grandes 30
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