Osvaldo Gutiérrez Esparza Creo que ahora me he perdido. Sin duda ha sido así. Caminaba por un sendero terroso, lleno de zacate maltrecho y árboles brumosos. Llevaba un camino, eso lo recuerdo muy bien. Pero luego se me olvidó y tomé otro camino. Pero en resumidas cuentas, no recuerdo para dónde iba. A mi alrededor hay árboles, plantas, pequeños bichos que caminan lentamente arrastrando sus delicadas y diminutas patas sobre el suelo entre tierra, y pequeñas rocas que obstaculizaban los destinos de los bichos, cualesquiera que sean sus destinos. Mientras tanto, el aire soplaba, movía las hojas de los árboles y las pequeñas plantas del suelo. Algunas hojas caían, otras sólo parecían que estaban a punto de caer, y otros ni se inmutaban por los ventarrones. Pero lo que más me preocupaba, era el hecho de que me he perdido en el lugar donde algunas hojas caen y otras se mantienen. Me perdí en el lugar en que los bichos, sus destinos se ven frustrados por rocas diminutas que yo podría agarrar y tirar lejos. A parte de eso, me encuentro totalmente solo. No recuerdo si venía con alguien, si venía con mis amigos o familia. Tal vez con un tío, pero no estoy ciertamente seguro. ¡Oh, ya sé! ¡Venía con mi tía Catalina! No, aunque creo que no pudo haber sido ella. Hace ya varios años que no la veo. Pero lo que sí puedo ver, es cómo las hojas tardan un tiempo infinito en caer desde los altos árboles.
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