Lo que Ciudad Juárez nos heredó Texto y fotos: Mónica Elizabeth Arandia Mondragón* En 1993 yo apenas tenía 8 años y Ciudad Juárez ni siquiera existía en mi imaginación; busco en mi memoria y algún reportaje televisivo aparece borroso. Las mujeres y niñas en Ciudad Juárez fueron desaparecidas y asesinadas desde años atrás pero fue a partir de 1993 que las notas locales se convirtieron en noticias nacionales hasta obtener notoriedad internacional. Con ello, una serie de manifestaciones plásticas que, de manera orgánica y por parte de las familias de las víctimas, aparecieron donde los cuerpos fueron encontrados: cruces de madera pintadas en color rosa con el nombre de las mujeres asesinadas rotulado.
“Una cruz de éstas representa que encontramos a una chica asesinada en ese lugar; en donde quiera que hemos encontrado a chicas asesinadas nosotras ponemos cruces (…). Ya tenemos memoriales, es el simbolismo y es un constante recordatorio para el Estado: que el Estado tiene una deuda con nosotras, que nos ha fallado, que no ha protegido a nuestras hijas, pero nos ha fallado también al no darnos justicia y al no tener a los responsables de lo que nuestras hijas viven en esos últimos momentos en la cárcel.” Norma Andrade, madre de Lilia Alejandra, víctima de feminicidio
Actualmente, al caminar por el centro de Ciudad Juárez todavía se observan cruces negras pintadas con fondo rosa sobre postes de luz; la mayoría de éstas están muy cerca de las paradas de las rutas de camiones, las cuales marcan el lugar donde se vio por última vez con vida a alguna mujer o niña desaparecida. Esta campaña de pintas comenzó en 1998 de mano de Voces sin Eco, la primera organización compuesta por familiares de víctimas y cuyo principal objetivo fue presionar a las autoridades para encontrar justicia; lo cual supuso que la organización también auxiliara a las familias para lograr que las autoridades realizaran programas preventivos contra la violencia, exigiendo atención y trato digno. Estas cruces negras en fondo rosa tienen caducidad por su misma materialidad (se van desgastando, el color se pierde o la pintura se descarapela), pero también porque se encuentran en el espacio público y la publicidad o avisos de ocasión se han yuxtapuesto sobre ellas, al grado de volverlas invisibles ante la vista de las personas después de cierto tiempo. La postura oficial por varios años fue que a las mujeres las mataban por andar en ‘malos pasos’. Cuando las madres iban a presentar su denuncia al Ministerio Público las respuestas fueron: “No se apure, señora, al rato regresa. De seguro anda con el novio. Es más, cuando llegue me la presenta”. El Estado no tuvo la escucha ni la capacidad de acción necesaria para responder a quienes denunciaban; las decisiones de los agentes responsables estuvieron atravesadas