Las herencias culturales intangibles de la protesta feminista Texto y fotos: Restauradoras con Glitter*
En agosto de 2019 las movilizaciones de diversos grupos de mujeres en varios estados de la República Mexicana dejaron huella. Las mujeres se organizaron y marcharon juntas plasmando en las calles, los monumentos y edificios, sus denuncias y consignas de lucha; la digna rabia se hizo presente. Las autoridades estatales, las instituciones, los especialistas en la conservación de bienes culturales y algunos sectores de la sociedad civil, emitieron juicios de valor que invisivilizaron las expresiones de denuncia por feminicidio, violación, acoso y las violencias machistas enunciadas durante las marchas y condenaron únicamnete la “destrucción y la agresión” contra los monumentos y los símbolos nacionales. En ese momento se inició la conformación de una colectiva de mujeres profesionistas de diversas ramas asociadas al estudio de los bienes culturales, Restauradoras con Glitter. Gracias a este evento comenzamos a reflexionar sobre una serie de aspectos que sostienen, y que incluso legitiman, la noción de patrimonio cultural, las maneras de apropiarse de éste y de resignificarlo. A casi tres años de la conformación de la colectiva, de la emisión de nuestro primer comunicado (21 de agosto de 2019) y de un sin número de charlas entre las miembras de la colectiva, hemos planteado: el tránsito de la noción de patrimonio cultural, entendida internacionalmente como el reconocimiento y validación de los bienes culturales significados por las distintas comunidades a su alrededor, al reconocimiento de estos como herencias culturales. Con lo anterior planteamos una serie de aspectos flexibles, más allá de la dicotomía entre lo material y lo intangible, inherentes a todo objeto con una carga cultural, histórica, y de memoria social. Consideramos que la tradición de separar estas dos dimensiones, responde a la lógica positivista de ver el mundo. Esta perspectiva, anacrónica al contexto cultural actual de la humanidad, dificulta comprender que un objeto se sostiene por las relaciones que con él construyen las personas que lo significan, que lo usan e, incluso, que lo consumen; y que al mismo tiempo una danza, un ritual, una ceremonia, o un recuerdo, se activa y adquiere sentido alrededor de lugares, ciudades, inmuebles y objetos; sin los cuales los actos no tendrían sentido.
Sobre todo, pensamos que dentro de la amplitud que ofrece la denominación herencias culturales, reconocemos las múltiples formas en que las personas se relacionan con su pasado, presente y futuro, cuestionando las formas en que la cultura hegemónica colonial y patriarcal se ha apropiado de éstas. La noción estadocéntrica de “patrimonio”, que decide cómo hay que vivirlas, representarlas y conservarlas para legitimar políticas culturales y económicas de ordenamiento y reproducción social, es un atentado a los derechos culturales de los ciudadanos; y a su vez, sostienen la oferta cultural del país cosificándolas y explotándolas como mercancías. Por lo anterior creemos que cuestionar la Historia, seleccionada desde el ejercicio del poder del Estado, que por décadas ha legitimado una serie de toma de decisiones a partir del pasado que se seleccionó como representativo, nos permite abrirnos a reconocer y dar lugar a los distintos ejercicios de memoria y de construcción de las múltiples historias que la sociedad experimenta con cada bien cultural y con las distintas expresiones culturales vigentes o pasadas. Incluso en contraste con aquello que hemos llegado a considerar como nuestra “historia nacional” y que hoy no es más que una narrativa estadocén-