trica que convierte a algunos de sus objetos culturales tradicionales en símbolos de siglos de opresión y despojo. Nos abrimos, también, a reconocer aquellas memorias que señalan violencias y que incomodan a perpetradores y los pactos de silencio, pues constituyen también nuestra herencia cultural. Nosotras reconocemos las manifestaciones de las mujeres en las que se han intervenido monumentos como una acción social que obliga al Estado, sus instituciones y a la sociedad civil, a escuchar las demandas, para dejar de ser ignoradas e invisibilizadas. Expresiones que hoy ya conforman la memoria del México feminicida.
Otro ejemplo de estas herencias de la protesta feminista son las consignas que, coreadas en diversos espacios, repulsan las violencias y a los agresores, impulsan la lucha en todos los espacios, piden un alto a los feminicidios, exigen justicia por y para las víctimas, etc. Estas consignas se acompañan de cánticos, música y actos performáticos como la danza, donde las cuerpas se vuelven sujeto político de protesta, lucha y resistencia.
Estas reflexiones nos han permitido reivindicar la protesta como una acción legítima de apropiación del pasado que cuestiona el presente, en un ejercicio de memoria. Esta versión de México permite visibilizar y conformar nuevos significados para los símbolos históricos, nuevas historias, crear memorias colectivas para entretejer nuestras herencias desde el ejercicio de nuestros derechos culturales. Por ello, sostenemos nuestro planteamiento inicial de la importancia de la documentación y el registro de todas las expresiones y resignificaciones de nuestras herencias culturales, reconociendo su complejidad, pero sobre todo reconociendo nuestro derecho y obligación de levantar la voz para increpar a la Historia que nos aplasta, que nos excluye e invisibiliza. Tan solo el 8 de marzo del presente año (2022) se reportó una asistencia a la marcha en conmemoración del día de la mujer de más de 80 mil mujeres, todas de diversos contextos. El entender la protesta como un ente vivo y dinámico, también la hace en sí misma una forma de herencia intangible que, si bien incluye muestras completamente tangibles como las intervenciones urbanas en el espacio público, cada forma de abordaje la vuelve más y más compleja, como sucede con cualquier otro proceso social e histórico. La protesta es una herramienta social con un mecanismo de participación política, cuya función primigenia es la focalización de una problemática; la protesta, por tanto, es un derecho humano. Ahora bien, si logramos entender la protesta como una forma de herencia cultural, también podremos entender la importancia de su registro como forma de protección de este fenómeno social.
Las protestas feministas han dejado importantes manifestaciones políticas, artísticas, performáticas, intervenciones urbanas, reconocimiento de los pueblos originarios, entre otros, con un origen y organización totalmente orgánica, donde el eje rector es la exigencia de una vida libre de violencia, con justicia y dignidad para todas. Estas herencias culturales han sido gestadas en todo el mundo y han logrado cruzar fronteras gracias a las redes sociales y al complejo tejido social de la actualidad. Las tesis, una colectiva feminista chilena, en 2020 dio la vuelta al mundo con su performance “Un violador en tu camino”. Las líneas de su cantar fueron adaptadas a cada una de las ciudades que replicaron el himno de lucha, un performance con la intención de criticar a los Estados-Nación, a los medios y a la sociedad frente a las violencias machistas, ya que han sido ellos ejecutores y/o cómplices históricos. “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía” fueron las frases que se escucharon en más de 10 idiomas.
Plática sobre herencias intangibles entre colectivas. Alexa Danae Zaragoza Barrios
*Colectiva mexicana feminista, independiente y apartidista, integrada por mujeres especialistas de diversas disciplinas dedicadas activamente a la conservación y estudio de las herencias culturales. Pugnan, a través de sus acciones en el sector cultural, por la restauración del tejido social y la integración de una perspectiva de género en éste, con el fin de que se garanticen los derechos humanos de las mujeres.