Despatriarcalizar o feminizar, o hacer un lenguaje -artístico- cuir, implica repensar la relación que mantenemos con las prácticas culturales y con aquello que entendemos como un legado cultural. Diversas líneas de acción del arte contemporáneo han buscado actuar sobre estas cuestiones a través de performance, arte digital, participativo, comunitario y otras posibilidades expresivas. Pienso particularmente en casos recientes que trabajan con aquellas formas de producción simbólica que se denominan patrimonio cultural, pero que, desde otros usos del lenguaje, suelen pensarse como ‘herencia cultural’, toda vez que la noción de patrimonio se asocia frecuentemente con el patriarca y remite, hasta etimológicamente, a un legado masculino.1 Un gesto de feminización del lenguaje desde las prácticas artísticas es la iniciativa Sistema de Transporte Onírico, donde el colectivo Redretro realizó diversas intervenciones en el metro de la Ciudad de México. Una de ellas, consistió en renombrar la estación Patriotismo, para convertirla en ‘Matriotismo’. En las redes sociales del colectivo, junto al registro de esta intervención hecha en el 2019, versa un fragmento de Teoría Crítica del Patriarcado de Claudia von Werlhof junto con una reflexión del colectivo. Aquí me permito transcribir una parte, especialmente con la intención de denotar la elasticidad que tiene el uso de las palabras a través del tiempo y cómo esto significa que nosotras actualmente tenemos también la posibilidad de ser parte de ese proceso transformador para resignificarlas. <<En otras palabras, descubrí que la alquimia es el “método” del patriarcado. Usando este método, políticos, tecnócratas, científicos y experimentadores han tratado de transformar el mundo no solo en uno moderno, sino que también en un mundo patriarcal. Pater significa “padre”, y arché básicamente significa “origen”, “principio”, o también, en un sentido concreto, “útero”.
La ocupación del espacio público reconociendo que las palabras sí tienen un género, y que el masculino del lenguaje de ninguna manera es neutro, ha sido también una estrategia para la acción en aquello que aquí pensamos desde el sitio de las prácticas artísticas, pero que definitivamente se ubican en aquello que Glissant llamó “la zona opaca”. Ese intersticio del lenguaje donde otras formas de habitar y nombrar aparecen. Cuenta de esto da el movimiento #lascallestambiensonnuestras, que se desplaza entre el espacio público físico y el virtual y que se activa con cada vez más fuerza en el marco de las movilizaciones del 8 de marzo, día internacional de la mujer. Desde Antofagasta hasta Tijuana, basta buscar el hashtag en Twitter para encontrar una marea de renombramientos de calles que feminizan la ciudad, a veces para denominar en femenino a las profesiones, otras para visibilizar a mujeres que luchan o que han sido violentadas. Las palabras importan en tanto símbolos que remiten a vínculos y prácticas que construimos colectivamente, y aquello que identificamos como patrimonio forma parte de ese espectro de códigos que, como las palabras, se asocian a la imposición de referentes desde una voz legitimadora y a menudo unificadora que se encarna la mayor parte de las veces en la idea de Estado-nación que cohesiona y construye identidad, históricamente desde una postura masculina. Desde los feminismos existe una potente investigación que apunta a la necesidad de ‘acuerpar’ la cultura y también las políticas culturales. Imaginar una transición hacia un lenguaje donde el patrimonio -o las herencias culturales- y las políticas culturales que le nombran posean una perspectiva de género, dan cuenta de la necesidad de hacer espacio en el lenguaje para referir a los procesos donde las mujeres buscamos encontrarnos a nosotras mismas en una historia que está constituida a base de capas narrativas que podemos intervenir. La dimensión política y lúdica del arte, pensado aquí como un acto creativo colectivo que sucede para incidir creativamente en los sucesos políticos, permite ensayar esos espacios.
A lo largo de los siglos el significado de arché pasó a incluir el sentido de “poder, control, dominación”, que, por supuesto, es algo bastante distinto. Generalmente hoy solo pensamos en este segundo significado cuando vemos la palabra arché, y por consiguiente, patriarcado y matriarcado se traducen con el significado de “dominio del padre” o “dominio de la madre”, y por ende llegamos a la errónea conclusión de que el matriarcado es una sociedad gobernada por las madres/mujeres” 2>>
Redretro. Sistema de Transporte Onírico.
#lascallestambiensonnuestras Collage de intervenciones para cambio de nombres de calles en diversas partes de la república mexicana.
1 Para revisar las diferentes acepciones de Patrimonio de acuerdo con el ICOM, revisar André Desvallées (et. al.), Conceptos claves de museología, en https://icom.museum/wp-content/uploads/2022/02/Conceptos_ claves_ES.pdf 2 Teoría Crítica del Patriarcado de Claudia von Werlhof
*Académica e investigadora de tiempo completo. Coordinadora de la licenciatura en Arte Contemporáneo y la maestría en Gestión Cultural en la Universidad Iberoamericana de Puebla.