MISCELÁNEA Si algo nos demuestra la obra de Sarduy es que la subjetividad es un proceso dinámico que se construye, no que se descubre, en la apropiación y transformación de las categorías simbólicas que integran el imaginario social. De esta forma, las superficies trans e intersexuales de Cobra generan nuevos vínculos intertextuales que modifican la forma en la que pensamos construcciones discursivas aparentemente irreconciliables como género/sexo o animal/humano. Dicho esto, si la identidad de les personajes exige interpretaciones creativas, ¿por qué no pensar a los cuerpos de la novela -y al cuerpo, en general- desde teorías que no hablen del cuerpo? ¿Por qué no pensar, por ejemplo, a la materialidad desde la mecánica cuántica? Hagamos, pues, un pequeño ejercicio. Une de les físiques trascendentales para la historia de la mecánica cuántica fue Werner Heisenberg. “Le teorique de origen alemán es conocide”, sobre todo, por su principio de incertidumbre que establece que, en el universo, ninguna materia tiene una posición definida, excepto cuando se cruza con otra materia. “Heisenberg imagina que los electrones no existen siempre: existen sólo cuando alguien los mira o, mejor dicho, cuando interaccionan con alguna otra cosa […] un electrón es un conjunto de saltos de una interacción a otra. Cuando nadie lo perturba, no está en ningún lugar concreto” (Rovelli 60). La consecuencia más alucinante de estas formulaciones es que no hay formaciones previas ni posiciones definidas: la ‘realidad’ es sólo interacción. Siguiendo con esta idea, hay ciertos episodios en la novela en los que parecería que el espacio aflora, o nace, a partir de las acciones que les personajes están llevando a cabo. Por ejemplo, cuando el Maestro y la Señora comienzan un ritual operatorio en el Teatro Lírico para hacer crecer a Pup, su vestimenta se transforma repentinamente en ropa fina y extravagante (vestido de brocados áureos, mangas con esmeraldas, brazaletes de ébano, etc.).
Es interesante notar que, junto con la ropa, la atmósfera cambia también de manera abrupta: “Por todas partes surgen columnas de basalto, rejas de plata en filigrana, troncos de marfil y tapices con perlas bordados. Tibios perfumes” (Sarduy 70). En este ejemplo la atmósfera surge gracias a la materia. Como en los experimentos de Heisenberg, cuando el electrón 1 —es decir, la Señora y el Maestro con sus trajes brillantes— entra en contacto con el electrón 2 —el espacio—, este último se transforma en un lugar adecuado para el ritual que les actantes están llevando a cabo. Esto no es poca cosa: los cuerpos disidentes diseñan sus propios terrenos de resistencia y demuestran que los espacios no tienen un aspecto definitivo o que a veces, incluso, no tienen ni siquiera un aspecto. Como resultado, en su compenetración con el espacio, les personajes niegan que aquello que llamamos realidad tenga un aspecto esquemático. La realidad, como les personajes, no es más que una hoja en blanco, un signo abierto1. El espacio social, entonces, no tiene una forma heteronormativa, como nos han hecho creer. Lo que sucede es que no lo hemos dejado interactuar con otros electrones. Mi intención al hacer este cruce es pensar la identidad con cachitos de diferentes aristas: apropiarnos del discurso científico para diseñar una cosmología físico-literaria del cuerpo que enuncie lo que las teorías ‘naturales’ (la medicina, la biología, la genética, etc.) no pueden, o no quieren, decir. Aparte de derribar fronteras entre diversas áreas del conocimiento, hay que idear nuevas formas creativas de ser y estar en el mundo para las identidades sexodisidentes. Producir un encuentro galáctico entre materias diversas, camino hacia un vacío insondable.
Foto: Pexels/Sergey Katyshkin 1 Para poner un ejemplo fuera de la novela, pensemos en la heterosexualización naturalizada del espacio público, donde parejas heterosexuales (valga la cacofonía) pueden circular sin miedo, mientras que, las parejas fuera de la norma, tienen que esconderse. Esto ocurre porque las imágenes que se imprimen sobre la superficie social son siempre las mismas. Contrario a esto, “Cobra” ejemplifica que el espacio no tiene una forma única y que, si se permite que otros electrones interactúen con él, se convertirá en una nueva imagen (más colorida y menos aburrida, seguro).
*Licenciado en Literatura Latinoamericana por la Universidad Iberoamericana, se considera fan de Alejandra Pizarnik y Mónica Ojeda. Le interesan los temas relacionados con el cuerpo, el género y el terror. Le gusta leer diarios porque siente que platica con la gente que los escribió.