Contratiempo 152 • Primavera 2022

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EL JARDIN DE CLAUDE-HENRI WATELET Marco Escalante

A

PRIMAVERA 2022

Retrato de Claude Watelet pintado por Jean-Baptiste Greuze (1765).

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l camino, en general, lo define con justicia matemática cualquier diccionario: “Franja de terreno utilizada para ir de un lugar a otro”. La austeridad de la cláusula imita la austeridad de su objeto: ni una palabra de más, desplazamiento directo. Si el mundo, la naturaleza física, fuera un ente regular, sin accidentes geográficos, los caminos no se perderían en sinuosidades: serían simples líneas geométricas rectas, dispuestas de esa manera para vencer el obstáculo mixto del espacio y el tiempo. Es en el jardín, punto en que se funden lo útil y lo placentero, donde el camino adopta, aparte de una función pragmática, una función estilística; de allí que Watelet describa los caminos de Moulin Joli como “boceto” y el jardínpaisaje en su totalidad como “novela”. El camino, por lo tanto, pone en evidencia en el jardín una función narrativa: conduce a quien lo toma hacia diferentes episodios, enfatiza personajes y escenarios, intercala los momentos de sosiego con drama y en sus límites ofrece la sensación del epílogo. Se camina, en fin, como se lee, y no es insólito pensar en un jardín

como libro. Y viceversa. Cuántos no han hallado un paralelo de la corrección en la poda, de la miniatura literaria en el bonsai, de las estructuras narrativas en las inflorescencias botánicas, de lo implícito en la raíz o la savia. Cultivando con simplicidad el arte del título, Anatole France juntó libro y jardín en uno de los suyos: El jardín de Epicuro –marginalia dividida estratégicamente en parterres.

La frase que más me gusta del ensayo de Watelet sobre los jardines: “De hecho, nada imita mejor el progreso de nuestros pensamientos que los senderos abiertos por el hombre en el campo, puesto que los mismos rara vez siguen la línea recta. La indecisión es para nosotros un estado más cómodo y natural que la exactitud”. Es justo ese momento indeciso el que capta Jean Baptiste Greuze en su retrato de Watelet, que irónicamente lleva un compás en una mano. La línea recta por la que pretende avanzar el juicio de pronto queda abolida y comienza a dominar lo tortuoso, el camino serpenteante de las distracciones, los desvíos, los cambios repentinos de dirección y sentido. Greuze ha pintado la geometría imperfecta de la actividad


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