Sol
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texto y foto: Alessandra M.2
Los últimos rayos de sol atravesaban la ventana. Eran casi imperceptibles y no eran suficientes para iluminar la amplia habitación. Entraban rozando levemente la cama en donde me encontraba acostada. Me levanté a cerrar la ventana: podía ver el viento empujar las cortinas. Prendí todas las velas antes de volverme a sentar, esta vez en la silla de madera del escritorio. Ahora mis pensamientos inundaban el silencio. Había ya pasado un tiempo desde que Mara le había entregado ese papel a su madre. «Estoy con una chica, creo que soy bisexual». Tinta negra sobre hoja blanca. Desde eso nada era igual. Las pocas salidas que teníamos se daban a escondidas, apenas podía verla, me sentía más dentro del clóset que nunca y siempre teníamos que mentir. A veces pasaba horas encerrada en alguna habitación de la casa de Mara, porque había llegado su mamá y se moriría del susto de verme. No podía dejar que me descubriera, su mayor deseo era que su hija se deshaga de mí. No me conocía, pero me detestaba. Todo era mi culpa, si Mara era tan linda y tan correcta, de seguro había caído inocentemente en mis engaños. Pero nada más lejano de la realidad, lo cierto era que nos enamoramos en pocos meses, con la ilusión de los primeros amores a los dieciséis.
con una chica. Si no hubiera sido por la insistencia de mis mejores amigas, jamás le hubiera preguntado. Salir con ella fue un desafío. Mara tenía todos los días ocupados con entrenamientos y ensayos de baile. No había faltado a ninguno hasta que me conoció. Pasamos cuatro meses saliendo como amigas, paseando entre los cúmulos de árboles en los parques cercanos a su casa y hablando de cualquier cosa: clases, libros y todas las ocurrencias que tendría en el camino hacia ningún lado. Por mucho tiempo no nos preocupamos por qué éramos y quién podría enterarse. No fue hasta una fiesta del colegio que empezamos a discutir el tema. Era una reunión de fin de semana, de esas a las que Mara nunca iba porque de seguro tendría algún ensayo o presentación, pero esta vez estuvo. Quiero pensar que fue por mí. Habíamos estado juntas toda la noche, como dos amigas cualquiera. Pero no era así y para el final de la reunión era evidente que estábamos profundamente enamoradas.
—¿Estás ebria?— Le preguntó un amigo que nos vio besarnos. Mara le respondió que no con una sonrisa, ante la sorpresa del chico. En ese momento no lo supimos, pero ese —Ha salido a recoger algo del trabajo, mejor anda de una beso, por más cotidiano que se sintió, quebró desde adentro vez— dijo Mara mientras encajaba la puerta en el dintel. La el sencillo mundo que habíamos construido para nosotras. besaba y me iba. ¿Cuánto tiempo más seguiría así? Bajé las escaleras aguantando mis pisadas y atravesé las rejas negras que El lunes aún podíamos sentir la normalidad de siempre en se abrían al mundo. El mundo real, tan pequeño y vacío en el colegio. Nuestras miradas cómplices seguían pasando descomparación al cuarto de Mara. Pensaba en todo, en qué tan apercibidas y en clase nadie parecía notar que a veces nos toharta estaba y en qué tanto amaba a Mara, en el paradero del mábamos de la mano por debajo de la mesa. Yo fui la primera micro que tardaba varios minutos en llegar. Al cabo de varias en sentirlo en los recreos: los ojos clavados en mí escapando reflexiones, me subí al ómnibus guinda de siempre. Aplastada ágilmente al percatarme. Los murmullos entre compañeros, entre los pasajeros se repetía en mi mente: es injusto. La vida, primero los de clase, luego toda la promoción y al cabo de hasta entonces, nunca se había sentido más injusta. Había pa- unas semanas, la secundaria entera. Le pregunté a los pocos sado algo inusual: que dos personas se enamoren tan profun- amigos a quienes les había contado y nos dimos cuenta de damente que se entiendan íntegramente, que quieran vivir en que ya se sabía. De pronto ya no tenía sentido para mi seguir la vida de la otra por siempre y que se amen tanto que nada ocultándolo. más importe. Y entonces, en el auge del amor desenfrenado, se detuvo todo en un segundo. Pensaba en cómo nos habían Me recordó a mis primeras salidas del clóset de cuando teprohibido amarnos, cómo me habían prohibido ser yo, entre nía catorce. Primero a mis amigos más cercanos, personas gritos, subidas, bajadas y pies derechos. que conocía hace años y les había estado ocultando temerosamente esto desde hacía tiempo. Sentía miedo del rechazo y No había pasado ni un instante de tranquilidad en los últi- de percibir pequeños cambios en sus formas de ser conmigo. mos meses. Desde que conocí a Mara me entretuve pensando ¿Para qué irrumpir en esa pacífica comodidad? En ese entonen cómo hablarle, cómo saber si estaría interesada en salir ces lo hice porque no aguantaba más el peso de ocultarle
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Texto realizado dentro del proyecto de acompañamiento de escritura. Acompañamiento realizado por Arturo Dávila.
Rapsoda de nuestros tiempos. Amante de leer, narrar y caminar. Escribo más de lo que converso. A veces me pregunto en bicicleta y otras, me respondo en el mar. Estudiante de Ciencia Política y Gobierno en la PUCP. 2
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