Historias y leyendas antiguas conforman los profundos cimientos de la cultura de un pueblo. Como una amorosa labor de artesanía entretejen lo real con los sueños, anhelos, creencias populares, y por tanto profundas, de una comunidad. Dejémonos pues llevar por esta historia que... ¿quién puede decir que no fue real?
/ Enrique Cabeza
A finales del siglo XVI, las villas de Moguer y Palos de la Frontera vivían diferentes momentos de desarrollo tras la asombrosa gesta del descubrimiento de América. Mientras que en la primera se producía un feliz periodo de crecimiento, impulsado sobre todo por su decisiva participación en el tráfico marítimo y comercial con la España americana, la segunda veía emigrar a sus armadores y marinos más capaces para ofrecer sus servicios en la Casa de Contratación de Sevilla, que tenía el monopolio del comercio con las “Islas de Indias, Tierra Firme, Canarias y Berbería”. En cuanto al topónimo de la villa de Palos, fue medio siglo más tarde, en 1642, cuando, para recoger adecuadamente su carácter y singularidad, y coincidiendo con determinadas vicisitudes políticas relacionadas con la vecina Portugal, al nombre histórico original se le añadió “de la Frontera “, que ha conservado hasta nuestros días. Todas las fronteras son fuente de intercambio y mezcla enriquecedora, así como también de conflictos, componentes
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