Herencia
SALIMOS TEMPRANO, ANTES DEL AMANECER, en los caballos rumbo a Ucú. Mientras mi hermano iba al mercado yo pasé por el herrero. Le di la moneda de cobre que me había dado mi papá y me la devolvió con un agujero mediano que no estaba en el centro exacto de la moneda. Le agradecí. Me preguntó para qué me servía la moneda agujereada y yo me encogí de hombros. Mi papá era así. Me mandaba a hacer mandados extraños y nunca me explicaba para qué. Regresamos en los caballos hacia Mérida y antes del medio día ya estábamos de vuelta. Cuando llegamos a la hacienda, me dijeron que mi papá no estaba en la casa, pero que había dejado dicho que lo fuera a alcanzar. Lo encontré rodeado de gente en medio del campo de magueyes. Algunos indios que trabajaban con él y otras personas que yo no conocía. Pocas cosas me producen tanta satisfacción como atrapar algo en el aire; al vuelo. Para mí, esa sensación o una muy similar ocurre al escribir algo que suene medianamente bien. Esa ha sido siempre la pauta por la que me guío. El ritmo, la métrica, el enunciado; todo combinado para crear un texto, generalmente corto, que se sostenga por sí mismo, que camine; aunque sea con pasos torpes y dubitativos pero que camine hacia algún lado, incluso hacía atrás para tomar vuelo y lanzarse esperando que alguien lo cache. 26 Herencia