Ojitos empijamados
NO ME PONGAS ESA CARA. A ver, una sonrisita. No estés triste, Ali. ¿Y si te cuento un cuento? Negar tanto va a hacer que un día de estos se te desencaje la cabeza y salga volando y no vuelva por ti. Eso, una risita. ¿Estás cabeceando? Bueno, deben de ser los analgésicos, te dejo dormir, aunque no sé cómo haces con este olor a desinfectante. En fin, vuelvo más tarde. Alicia… Despierta… ¡eso! Uf, tienes los ojitos empijamados, pero el doctor pidió que intentaras mantenerte despierta. Bueno... un ratito más. Listo, señorita, ya estuvo bueno. Espabila que tienes que tomarte las pastillas. Está bien, tenemos que tomarnos los pastillas, aunque sepan a óxido. Sin renegar. El doctor nos dijo que si no seguíamos el protocolo… bueno, para qué repito lo que dijo si tú viste cómo se desmoronó mamá. Pero no más, hablemos de cosas felices, ya sabes lo que dice papá, que estuvo leyendo de metafísica y esas cosas, uno solo se mejora si le pone ganas. Por favor… ¿por mí? Bueno, duerme que tenemos tiempo… o eso es lo que me gustaría creer. ¿Te dormiste? Preciosa, mientras tú te desperezas yo voy a empezar. Había una vez una niña muy fuerte que siguió el tratamiento experimental y, aunque las probabilidades eran bajas, mejoró ante la sorpresa de los médicos. Volvió al colegio y sacó las mejores notas. Tenía muchos amigos, incluso algunos que le han durado toda la vida. Un día conoció a Camilo, y el Mariana Toro Nader 73