Jorge Iturrieta Llanto nocturno Esta es una de esas noches muy fría, en las cuales una madre, dice, no salgas, si vas a ir, te abrigas bien, llevá el paraguas, igual son muy pocos quienes se arriesgan a salir, las nubes bajaron del cielo, como si quisieran aplastar a los peatones atrevidos, son pocos rezagados, tratando de llegar a su destino, el cual seguro, es mucho más confortable, que las solitarias veredas, es una neblina, igual a un manto vaporoso, envuelve empapando las caras, molesta pues no hay manera, de evitar el contacto, un peatón aparece de ese cerrazón, apurado ni mira al cruzar, la brisa aumenta, mueve esa masa, ahora es garua, el viento cambia a frio, hace hundir la nariz en el pecho, sin dudas, será una noche de perros. Garua incesante, con ínfulas de lluvia, molesta con la humedad constante, ayuda para hacer la noche más oscura, el frio dobla la espalda de un transeúnte, las manos hundidas en los bolsillos del sobretodo, parecen querer desaparecer allí, la visera del sombrero, brilla por las gotitas de agua, apura el tranco casi en un trote, el frio cala hasta los huesos, por la lejana esquina, cortando con su luz la oscuridad, raudo, cruza un carro de alquiler, tal vez queriendo dejar su pasaje, ya quiere retornar también, a la tibieza de la querencia, Rápida en la penumbra, se desliza una siniestra sombra, obstinada persigue un cuerpo flaco, el cual cada diez pasos se detiene, mira a su alrededor y sigue en apresuradas zancadas, la suela del zapato, deja su marca unos segundos en el piso mojado, sigue andando, el abrigo se abre, igual a las alas de un pájaro negro, como buscando un destino, la figura repite nerviosa su marcha, igual a una macabra coreografía, la garua insiste en caer, su pertinaz labor logra el objetivo, expandir la pegajosa humedad.
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