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ienvenidos! Gracias por estar aquí nuevamente. La obra de Frida Kahlo puede gustarnos o no, puede ser altamente criticada o admirada, pero lo que es cierto, sin duda, es que la artista fue una experta extraordinaria en la selección de objetos de procedencia popular y con su gran talento logró establecer una unidad armónica y bella en la conjunción de arte. En 1938, Bertram D. Wolfe, biógrafo de Diego Rivera, publicó en la revista Vogue un artículo que versaba sobre la pintura de Frida: “ella selecciona objetos dignos de evocación, que provienen de la cultura popular, y los combina con la intención de brindarles un significado, logrando un ambiente fantástico o irreal”. Es justo a esa magia única, la misma que Kahlo logró plasmar en todas sus obras, a la que podemos introducirnos y hasta perdernos dentro de la Casa Azul: su vivienda, el espacio donde nació y vivió la mayor parte de su vida, en el que murió y que ahora resguarda celoso sus cenizas. Ese museo-casa que seguirá siendo la inigualable y eterna guarida de Frida, luego que Diego Rivera decidiera hacerla museo para honrar a su amada artista, cuatro años después de su muerte, ocurrida en 1954.
La Casa Azul y algu En ese lugar, Frida logra transportar a sus visitantes al ambiente pueblerino de Coyoacán, donde ella creció. La artista muestra y ofrece detalles de la decoración, cultura y el arte fantástico que logró acumular junto con Rivera hasta el final de sus días. Ahí también podemos observar y palpar las habitaciones privadas, la cocina y el lugar pequeño que su esposo le acondicionó con vistas al jardín, donde ideó ponerle un caballete en el techo de la cama y espejos para que pudiera seguir pintando, cuando ella ya no podía caminar más. Entre esas paredes podemos apreciar encantadores detalles decorativos, cartas de amor que revelan sus secretos, fotografías y demás correspondencia, al igual que los nombres de las personas que alguna vez habitaron la residencia, como María Félix, Chavela Vargas y León Trotsky (el comunista ruso que no sólo se escondió en esa morada por iniciativa de Frida, sino quien también se resguardó entre la calidez de sus piernas). La Casa Azul, además de ser un espacio abierto al arte, se constituyó también como una depósito de misterios y secretos profusos. Fue refugio de activistas políticos desde