E
n Mayo de 2020 la periodista científica Laurie Garrett fue entrevistada en el New York Times, recibiendo el apodo de la nueva Casandra. Desde que en 1994 publicara con gran éxito The Comming Plague, se han sucedido sus intervenciones avisando de una pandemia con efectos devastadores como la que ahora padecemos en todo el mundo. Incluso en 2017 escribió una obra llamada Warnings: Finding Cassandras to Stop Catastrophes. Este sobrenombre hace referencia a la princesa vidente de Troya, que avisó de los terribles infortunios que se cernían sobre la ciudad, aunque nadie la creyó para desgracia de todos. Casandra es sin duda uno de los personajes mitológicos más citados desde la literatura griega antigua hasta numerosas obras de la literatura actual. Podemos encontrar su nombre en canciones de éxito de grupos como ABBA, en películas de ciencia ficción (12 Monos). También en el mundo de la psicología y la psiquiatría se utiliza para dar nombre a determinadas patologías. Sin embargo, ya sabemos, como sucedió con el Ulysses de Joyce, que esto no significa que haya de coincidir con la historia original del mito. La leyenda de Casandra está ligada a la de su ciudad, Troya. Por eso aparece en momentos cruciales de La Ilíada, aunque sin demasiado protagonismo. Lo mismo sucede en La Odisea y en las correspondientes referencias de La Eneida de Virgilio, especialmente en el libro II, cuando Eneas revive con dolor aquellos acontecimientos. En cambio, es uno de los personajes principales en las tragedias Agamenón de Esquilo y, sobre todo, Las Troyanas de Eurípides. Cabe decir, de todas formas, que en la historia de la destrucción de Troya confluyen y se entrecruzan innumerables héroes y personajes mitológicos, como Príamo, Paris, Agamenón, Clitemnestra, que necesitarían de un acercamiento particular para el lector poco familiarizado. Casandra era hija de Príamo y Hécuba, los reyes de Troya. Mientras estaba al servicio de Apolo en su templo, el dios se enamoró de ella y le prometió el don de la adivinación del porvenir si accedía a entregarse a él. La doncella aceptó el pacto pero, una vez recibido el don, rehusó a Apolo. Entonces éste le escupió en la boca y la maldijo: no le retiró el don de profecía pero sí le condenó a que nadie la creyera. Al igual que otras profetisas inspiradas, como la Pitia o la Sibila, cuando Casandra expresaba sus oráculos, lo hacía fuera de sí, enajenada, en pleno delirio, porque
Casandra, la prince
actuaba poseída por el dios Apolo. Eso acentuaba que se le tomara por loca y así se le representa con frecuencia en la iconografía. Cuando Paris llegó con Helena, la esposa de Menelao, hermano de Agamenón el rey de Micenas, Casandra proclamó sin éxito que esto traería la destrucción de Troya. Luego, ella, antes que nadie, vio llegar a escondidas a su padre Príamo con el cadáver de su hermano Héctor, muerto por Aquiles. Cuando, al final de la guerra, los griegos simularon su retirada y dejaron en la playa el gran caballo de madera, preñado de soldados en su interior, ella gritó que era una trampa, junto con el sacerdote Laocoonte. Sin embargo, el terror causado por las serpientes marinas al devorar a éste y a sus hijos movió a los https://upload.wikimed commons/4/42/Solom troyanos a introducir el regalo envenenaCassandra do en el recinto amurallado de la ciudad. Ya de madrugada, con toda la población confiada y ebria por la celebración, los soldados descendieron de su escondite, abrieron las puertas de la fortaleza y sembraron sin piedad la muerte y la destrucción por todas partes. La resistencia de los troyanos fue inútil. El anciano Príamo fue atravesado por la espada, bañado en la sangre de uno de sus hijos. Las mujeres y los niños eran exterminados o hechos prisioneros. Casandra corrió a refugiarse en el templo de Atenea, la diosa protectora de los griegos, pensando que eso la protegería. Eso no detuvo el furor de Áyax. Aunque ella se abrazaba a estatua de la diosa, el guerrero la arrancó brutalmente de allí, haciendo caer al suelo la imagen de Atenea. Esto enfureció a la diosa. Casandra profetizó entonces que Áyax moriría por ese sacrilegio. Ulises vio entonces la