Por Andrés Sánchez Robayna
Nuevas CAVILACIONES al atardecer
Para Juan Malpartida
Dos sabios consejos: «El que sabe no habla, el que habla no sabe», según Lao-Tsé; para Wittgenstein, «de lo que no se puede hablar, mejor es callarse». Pero ¿cuándo sabemos que de algo no puede hablarse? Y, cuando de algo puede hablarse, ¿es mejor hablar que callar? No acaban ahí mis preguntas porque, bien mirado, ¿cuándo hablar, cuándo callar? O, dicho de otra manera, ¿de qué cosas hablar, de qué cosas es mejor callarse? El abate Dinouart publicó en 1771 El arte de callarse (L’Art de se taire). Estudió el arte de callar... hablando. *
Emil Cioran hizo de la desesperación todo un estilo. ¡Y qué estilo! Ya que no siempre podemos sumarnos a su desesperación –para la que, por otra parte, a ninguno de nosotros nos faltan motivos más de una vez en la vida–, es difícil no adherirse al ritmo de su frase, a esa prosodia mágica. Contradictoriamente, comme il faut, quien habla del amor como de «esa gimnasia que acaba con un gemido» es, al mismo tiempo, un escritor de una sensualidad sintáctica única. De sobra lo sabía el propio Cioran. Llamó a eso «la voluptuosidad de la palabra». Una gran virtud que fue en él, al mismo tiempo, una gran debilidad. Cuánto amamos las dos sus lectores. * 261
CUADERNOS HISPANOAMERICANOS