Reporte SP 52. Noviembre 2020

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El fin de la risa

Alenka Zupančič

Ilustraciones de Zsu Szkurka

M

e gustaría invitarlos a viajar un poco por el tiempo («regreso al futuro»), pues quisiera tomar como punto de partida una comedia de Preston Sturges (uno de los gigantes del llamado viejo Hollywood), Los viajes de Sullivan. Existen al menos dos razones por las cuales creo que vale la pena ver hoy en día esta película: 1. Fue realizada en la época posterior a la Gran Depresión, en el umbral de otra catástrofe de proporciones mundiales (1941). El argumento de la película aborda directamente la cuestión de si y cómo deberían responder los artistas e involucrarse con «los problemas acuciantes de su tiempo». 2. Esta pregunta más amplia se relaciona en particular con el asunto de la comedia y la forma en que se vincula con el tejido social de nuestras vidas: ¿es la comedia sólo un divertimento, una forma de escapismo? La primera parte de la obra de Sturges, la que incluye Los viajes de Sullivan, pertenece al género conocido como comedia de enredos, que constituye una variedad de la comedia sumamente única e interesante. Se volvió popular durante la Gran Depresión, pues tuvo su origen a comienzos de la década de 1930 y estuvo en auge hasta comienzos de la de 1940. (Fue una época que también resultó severa en términos de libertades artísticas, en tanto la censura se endureció mediante los cada vez más estrictos Códigos Hay). Sucedió una noche, Las tres noches de Eva, La adorable revoltosa, Ayuno de amor, Historia de Filadelfia… De buen ritmo, diálogos ingeniosos, travestismo: todas estas películas seguían —o, más bien, reinventaban— en el cine la mejor tradición de la comedia. Para la comedia de enredos también fue muy importante la invención y presencia de las «chicas de comedia de enredos», si se me permite llamarlas así. No se trata sólo de mujeres fuertes e independientes, también son generadoras de comedia y del espíritu cómico del amor; hacen bromas (y las reciben también), y son «personajes» en el sentido fuerte del término. (Jean Harlow, Barbara Stanwyck, Claudette Colbert, Carol Lombard, Marion Davis, Katharine Hepburn…). Así que era una época difícil, pero la comedia de enredos no era la única comedia disponible. Otro gigante hollywoodense, Frank Capra, luego de inaugurar la comedia de enredos con Sucedió una noche (1934), se había alejado del género, hacia otro tipo de comedia muy distinto: menos graciosa y más sentimental, con intención de moralizar, proclive a un involucramiento directo y abierto con los más acuciantes «temas» de la época (pobreza, privaciones).

Nos encontramos frente a una pregunta interesante, relevante en la actualidad, pues vivimos una época también difícil: ¿deben los artistas involucrarse con los temas acuciantes de su época? ¿Y cómo? En cuanto a la comedia respecta, podríamos decir que existe la vía de Capra, y la vía de Sturges, y la comparación resulta muy ilustrativa. La vía de Capra resuena en buena parte de lo que escuchamos hoy en términos de «responsabilidad» para lidiar con los temas contemporáneos de (creciente) pobreza y privaciones. Estos males han sido ocasionados, se nos dice, por la corrupción (moral). La corrupción es la fuente de todos los males, y se asocia a la riqueza y el poder, lo cual implica que la pobreza se sitúa del lado del bien moral. Aunque suele hacer a la gente medio ruda en la superficie, una vez que se traspasa y se conoce a esta gente (pobre), todos son amables y bondadosos. La contraparte es, desde luego, que la gente pobre sólo es buena en tanto siga siendo pobre, es decir, en tanto esté en una posición para que la ayudemos. Como afirmó el crítico de cine James Harvey: El «sentido de responsabilidad» que conduce a Capra a mostrar estos asuntos no evita que los traicione en la pantalla: desde la falsificación hasta la condescendencia con la gente pobre que nos muestra, hasta el sentimentalismo del impulso de ayudarlos… Siempre se habla mucho en las películas de Capra sobre la dignidad de las personas… pero lo que obtenemos al observarlas es… chantaje emocional. El hombre empobrecido que aparece con una pistola [y amenaza con matar a Deeds en la película de Capra, Mr. Deeds] finalmente dice «Discúlpeme» por apuntarlo con el arma, y termina justo como a estas películas les gusta mostrar a los pobres: débiles, adorables y agradecidos… Capra parece incapaz de imaginar a una persona pobre que no sea gen-

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