La evolución del mal: Semilla que nunca para de germinar Melissa Alzate Suárez, Colombia
(p. 75) porque, como reza La comunidad del anillo y deja claro en varias ocasiones, basta con desear el anillo para que el corazón se corrompa. Y Gollum es solo uno de quienes padecen semejante problema con el control de sí mismo y la convicción de lo que es lo correcto. Gran ejemplo son también los orcos, presentes desde las primeras edades del sol: ejército como ningún otro, firmes ante su líder y la promesa de poder cuando los Valar salgan derrotados y tengan que postrarse ante el gran rey Morgoth. Y es mucho lo que escribiría aquí si tuviese que enumerar todos los que el foso del mal se ha tragado, y aunque al ser juzgados les gana el miedo y piden clemencia, asegurando lealtad eterna Gollum por Argent-Sky al buen actuar, la llama encendida no se extingue nunca.
La historia nace en El Silmarillion. “Entonces la discordancia de Melkor se extendió todavía más, y las melodías escuchadas antes naufragaron en un mar de sonido turbulento.” (p. 12).
Nace con el sonido, con la música. Nace de forma bella y celestial, y es corrompida tan pronto como se va formando. La maldad no espera a nadie ni otorga respiros, y será ese el asunto a tratar hoy. El poder de la maldad en las obras de Tolkien y cómo nunca para de cubrir al mundo que creó como un manto ensombrecido. ¡Tal es el poder de la voz y la palabra! El poder de la seducción comienza con palabras o notas de una melodía. La fuerza de Melkor en la música que dio inicio a Morgoth por SpentaMainyu Arda fue tal, que sus cercanos se desalentaron, confundieron y la música vaciló. Tal era el poder del espíritu del mal que tambaleó la obra de Ilúvatar, Dios creador, que, aunque logró culminar su melodía, no pudo apagar el fuego del corazón guerrero de Melkor, nuestro primer protagonista: primera gran fuerza maligna en la historia de Eä. ¿Y de dónde nace la maldad? La maldad es engendro de la seducción por el poder: puede no ser siempre el caso, pero se pensaría que es lo que levantó las fuerzas del mal en el universo del escritor inglés. Y es en realidad un asunto muy común: la maldad como el medio para sobresalir y ganar poderío sobre algo. Esto no se evidencia solo en los grandes y poderosos titanes, también en personajes pequeños –aunque no por eso menos importantes y queridos por el público− como Gollum, que antes de su conversión era un hobbit común y silvestre. Su nombre era Sméagol, y gracias a la codicia que rebotó en su interior, el anillo único le llevó a convertirse en un ser desagradable. En El Hobbit se le describe: “Era Gollum: tan oscuro como la oscuridad, excepto dos grandes ojos redondos y pálidos en la cara flaca.”
Con el encierro de Morgoth en el vacío fuera del mundo, en un primer momento se pensaría que el mal que acechaba a Arda se podría dar por terminado: pero no ocurrió así. Aunque en la batalla de la cólera los Valar y sus aliados dan muerte a muchas de las bestias seguidoras de Melkor, la maldad no se extinguió. En el apartado La caída de Númenor nos encontramos con el nuevo gran jefe: “Sauron se levantó de nuevo en la Tierra Media, y creció y regresó al mal en que Morgoth lo había criado.” (Tolkien, Silmarillion, p. 317) Un Maia que cedió ante Morgoth desde el principio de esta historia y se convirtió en el más grande y seguro de los enemigos.
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Vuelve y juega aquí el poder de la palabra como la gran arma para vencer. Brotan de boca de Sauron falsedades para que los númenóreanos le sigan, y fácilmente se tragan su discurso sobre “el rey supremo Morgoth” y cómo los Valar, que son el