MACRINA Rodrigo Ortega Acoltzi A Yamile Óyeme, Macrina, ¿y tú en qué año te moriste? No te molestes. Yo me contesto solo. Pero, hagamos cuentas: a mí me sepultaron... ¿cuándo? Ya se me empañó la memoria. Tú te has de acordar mejor. Lo que sí recuerdo bien clarito es el día que te trajeron a ti, tan señorial, tan fina en tu vestido de viuda y con todas tus alhajas. Lo ricos que somos los muertos... Todo lo tenemos justo cuando lo dejamos de necesitar... Tampoco se me olvida el tiempo que te estuve aquí, esperando, entreteniéndome con el aliento que se me salía y con el cosquilleo de los bichos que recorrían ese cuerpo que fue mío, pero que para el día que regresaste ya era un montoncito de polvo extraño, descansando en lo oscuro de la tierra y en lo húmedo de los fluidos que se secaban en el terciopelo con que tus hijos resolvieron forrar por dentro mi cama eterna. Cuando vi mis brazos y mis intenciones pudrirse, supe que todas mis ganas de abrazarte se iban a quedar así para siempre: ganas. Ganas de abrazarte hasta el día del Juicio Final.