PLÁTICA CON UNA PALOMA: Andrés Alexis Cruz Gallegos Era
una madrugada lluviosa, de esas veces donde las calles
se asemejan a las de
Venecia. Iba en mi bici, casi remando. Una paloma pequeñita, flotando a mi lado. —Me duelen las alas de tanto volar —murmura. —A mí las piernas de tanto pedalear —le digo mientras volteo hacia abajo, un poco sorprendido. —¿Es divertido andar en bici? —¡Bastante! Vas bien rápido y la cara se te peina —digo, esforzándome un poco más en cada pedaleo. —¡Oh! Nunca he sentido eso. —Pues, claro, eres un ave. Tú solo vuelas. —¡También sé caminar! Y, a veces, nado. —Oye, ya que te encuentro por aquí… ¿por qué ya no nos cagan? —Se extrañan, ¿eh? –dice mientras me ve con su cara alegre —. Es algo que se discutió hace mucho tiempo en la Junta Nacional de Palomas, arriba de la Catedral. Decidimos que ninguno de ustedes se merece nuestra suerte.