EL QUE AMA LAS SOMBRAS El que ama las sombras gusta todo el catálogo de fallecimientos. Pero más adora su sensación de ahorcamiento cercana, presentida. Estudia la oscuridad; sabe su peso exacto: cierto aflojamiento del cuerpo que daría pereza a desentendidos. Tiene por corazón un murciélago ávido de todas las lascivias mientras conduzcan al horror. Su quehacer es ceniza: acaso sueña, acaso escribe. Y va por cementerios cantando fugas; y en cada tumba encuentra una casa. Ciñe una cinta a su corazón para regalarlo a la nada; o le clava un puñal sólo por decorarlo. Pero nada tiene, nada puede tener. Sino el torrente de lágrimas que lo lleva a la deriva por los hielos de su alma, en que sumerge el dios que quisiera ampararlo. En que se ahoga su amor, imposible como él.
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