Apéndice III Las razas humanas La variación de las formas vivas es un hecho evidente. Nuestros hijos no son idénticos a nosotros, que además somos menos parecidos a los aborígenes australianos que a nuestro vecino. Este último tipo de diferencia entre seres humanos es el que ha llevado a la diferenciación del hombre en razas. Entre las primeras sistematizaciones estuvo la de Linneo, que diferenció Homo americanus, Homo europaeus, Homo asiaticus y Homo afer. Éstos se corresponden con las grandes agrupaciones raciales. Coon habla de caucasoides, mongoloides, australoides, congoloides y capoides.20 Vallois y Marquer reconocen un grupo australoide, otro leucodermo, otro melanodermo y otro xantodermo.192 Con ligeras variaciones vienen a ser negros, blancos y amarillos. Estas clasificaciones hacen referencia a caracteres morfológicos o de color. Es lo que más nos llama la atención, pero ¿por qué no clasificar según los grupos sanguíneos? El genoma humano incluye unos 100.000 genes, que determinan, en buena medida, las diferentes estructuras corporales y su fisiología. De estos genes, sólo unos pocos codifican los caracteres que comúnmente se utilizan para la diferenciación racial. El color de la piel puede quedar definido por unos cinco genes.193 Esto nos muestra cómo ligeras diferencias moleculares determinan grandes variaciones para la vista. Los, posiblemente, cinco genes que definen la pigmentación, no deben hacernos pensar que los negros o los blancos tienen este o aquel gen o genes. Se trata de una cuestión más sutil, en la que se han de medir las actividades de los mismos genes presentes en todas las razas. Y no son sólo los genes los que determinan nuestro aspecto; el ambiente también tiene un papel. En estudios con gemelos ha quedado claro que la talla de una persona está codificada genéticamente de un 65 a 85%, el resto depende del ambiente.193 Podemos decir, entonces, que nosotros podríamos ser diferentes a como somos si las circunstancias hubieran sido otras, sobre todo durante nuestro desarrollo. La alimentación, la temperatura o la altura sobre el nivel del mar son factores que moldean nuestra apariencia externa, cuando menos.
Fig.III.1. Cráneo de europeo en vista frontal. - 47 -