VENTANALES • UNIVERSIDAD CASA GRANDE • AÑO X No 17
CORREDORES
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CUENTO
No es cuestión de despertar y ponerte de pie sin tomar un momento antes para reflexionar, porque seguramente te sentirás muy mareado y volverás a caer. Se trata de despertar y abrir tu mente a nuevas posibilidades, de entender que la vida es una decisión, que los sentimientos no son algo errático o sin sentido; se basa en tomar la responsabilidad de que eres el único a cargo de la historia de tu vida. Te pregunto: ¿qué narrativa tiene tu vida en estos momentos? Si la respuesta no te satisface, de seguro hay que trabajar en algo, y solo tú tienes el poder de cambiar. Como alguna vez escuché de un sabio: “Lo difícil no es cambiar, lo difícil es darnos cuenta lo fácil que es hacerlo”. En el momento que asumes tu responsabilidad, aceptas que son tus decisiones las que te han llevado hasta donde estás, el mar de pensamientos que te rodean en ese preciso momento cambiará. Ahora, ya no serán tus pensamientos los que te gobernarán, ahora tú serás el capitán del barco que navega ese mar. Antes de culminar, no olvides agradecer al despertar, a no dar la vida por sentado; dar gracias a Dios hasta por los mínimos detalles, como el olor a café por las mañanas, por esos pequeños gestos del día a día, por tener la capacidad de oler, sentir y vivir. Un despertar sin agradecer es como atreverte a saltar del avión sin paracaídas. Si me preguntan, el verdadero truco está en ver la magia dentro del caos. Es tu historia, tú decides cómo quieres despertar a pesar de las circunstancias y, dependiendo de eso, cómo quieres que sea el resto de tu vida.
Por Daniella Loaiza (D. L.) Estudiante de cuarto año de la carrera de Comunicación Social con mención en Redacción Creativa de la Facultad de Comunicación de la Universidad Casa Grande (UCG). Escritora, artista y futura directora creativa.
COLABORACIÓN
Entregado: 04-10-2020 / Aprobado: 15-10-2020 • Ilustración: Freepik
¡Qué duro se siente el nuevo despertar! Es como un golpe que, de alguna manera, nos obliga a abrir los ojos. Sí, me caí, me rendí, me pegué, me golpeé y dolió. Dolió hasta más no poder, tanto que sentía como si me faltara la respiración, y mucha desesperación, porque parecía que nunca iba a acabar. No era yo, no me sentía yo. Me preguntaba: ¿dónde estoy? No fue hasta que entendí que tenía que volver abrir los ojos, pero esta vez con más conciencia.
DESPERTAR
En medio de un virus, incertidumbre e inestabilidad, me perdí. Llegaron la oscuridad y el malestar a acecharme, pero, de alguna manera, también aquella crisis me obligó a volverme a encontrar y me hizo despertar.