Cultura de la unidad
Claves para la convivencia / 32 Jesús Morán
¿Cuál esperanza? Para el cristianismo, la resurrección tiene una dimensión cultural, además de religiosa. Una cultura de la resurrección, en efecto, está abierta a la trascendencia y, por lo tanto, escapa a las sofocantes redes del inmanentismo radical, que encierra la existencia en un horizonte sin esperanza definitiva. Despojar la existencia de la esperanza implica el riesgo de hundirla en el abismo del desamor: de hecho, ¿de qué sirve amar si todo acaba consumiéndose en la nada? En siglos pasados, especialmente desde mediados del siglo XIX, se ha acusado al cristianismo de posponer la felicidad para el más allá. Se oponía a esta perspectiva la utopía de la felicidad terrena, que las conquistas sociales traerían. Ernst Bloch, pensador marxista alemán, intentó dar sentido a este horizonte inmanente con el “principio esperanza”, configurándolo en el sentido más positivo y liberador. Pero esta perspectiva no convence desde el punto de vista existencial, porque mientras llega la realización de la utopía, los que pagan el precio de la lucha se quedan sin nada, ya que toda trascendencia queda liquidada. Una “trascendencia horizontal” o social, en definitiva, resulta problemática e inútil desde el punto de vista de la persona. Desde la perspectiva histórica, además, las sociedades del socialismo real y estatal, en su desarrollo sociopolítico negaron trágicamente esta visión. Basta pensar en los millones de muertos que dejaron ciertos regímenes en el proceso de construcción del socialismo. Vuelvo a lo que dije antes: sin una esperanza trascendente, el hombre y la sociedad están peligrosamente desprovistos de un impulso esencial de amor, en el sentido fuerte y amplio de la palabra. Y esto acaba mermando el compromiso social por una vida y una sociedad mejores.
La cultura de la resurrección, por otro lado, es una cultura del amor que no termina en la nada, con una concepción de la encarnación humana que tiende a su realización en la visión cristiana de “muchos... un solo cuerpo” (1 Corintios 12, 12). Es una visión del destino futuro del hombre y del cosmos, que ya está anticipada en la Tierra y en la historia por las relaciones sociales impregnadas de comunión fraterna. El cuerpo humano es el principio de la relación, tanto interpersonal como social. Una verdadera antropología de la corporeidad abre el espacio para una vida socialmente comprometida, precisamente Ernst Bloch, el autor de El principio esperanza. porque la relación que parte de nuestro el hombre. La resurrección de Cristo ya ser cuerpo tiende a construir un cueres una realidad operativa en nuestras vipo social sano. das. Cada mujer y cada hombre que ama Una cultura de la resurrección se trapone en juego esa fuerza cósmica que lo duce en infinidad de gestos hacia los impregna todo y mueve el universo hademás. Gestos llenos de respeto, comcia su transformación definitiva o, mejor, pasión, solidaridad y fraternidad. Se conhacia su transfiguración. vierte en un programa social orientado La cultura de la resurrección es un ima construir estructuras en las que la vida perativo ético, no solo religioso, en el drahumana pueda desarrollarse en pleno ma existencial y social que vivimos en respeto de los principios de igualdad, juseste tiempo de pandemia. ticia y libertad. Es una cultura que puede ser comparEn resumen, la cultura de la resurrectida por creyentes y no creyentes, sobre ción es la única cultura a la altura del gran la base de ese “principio esperanza” del objetivo de toda sociedad: la salvaguarque hablaba Ernst Bloch (que no era un dia de la dignidad humana. inmanentista radical). Para unos la trasLa trascendencia no es un horizonte cendencia tiene un rostro y una resolumás allá de la historia, aunque la transforción personales; para otros esta resoluma. Como dice el pensador español Xación permanece suspendida. Para ambos vier Zubiri, Dios no es trascendente reses una búsqueda y una pregunta conspecto al hombre sino trascendente en tante. Ciudad nueva - Abril 2021
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