Ciudad nueva - Abril 2021

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Focolares

El relato de una aventura en las manos de Dios Luis Abella

yuyal con árboles y arbustos. Pero nosotros veíamos la utopía, el sueño de una escuela para la gente de allí, animada por el ideal de la unidad. Recuerdo que al mediodía no había sombra donde guarecerse, y el calor abrasaba. De noche, en cambio, sufríamos frío (Santa María está en un valle a dos mil metros de altitud). Pero ¡éramos jóvenes, y no nos importaba mucho! Tampoco nos afectaba que, como los varones nos alojábamos en una escuela primaria, nos resultaban algo incómodos baños de tamaño infantil, y que tuviéramos que bañarnos con una manguera. Porque la gente de aquí es muy especial, muy cálida y generosa, y nos traía comida y demostraba su cariño de mil maneras. Para nosotros era apasionante conocer la cultura calchaquí, o vallista… Aquí la colonización vino desde Lima, y no desde Buenos Aires. Además, anteriormente los incas habían conquistado estas tierras. Aquí la Pachamama convive sin problemas con una gran devoción a la Virgen María. La gente es de una religiosidad profunda y de una memoria colectiva ancestral. A los europeos, conocer Santa María y a su gente les provocaba una impresión muy grande. El Norte argentino, con sus paisajes desérticos, sus silencios, sus distancias y, sobre todo, su gente, les fasci-

naba. Quedaban encantados y muchos siguieron ayudando ya de regreso a sus países. Enviaban ayuda económica, o conseguían insumos. Algunos pudieron volver a Santa María con sus familias. Con los años, los campamentos crecieron. Llegamos a ser 120 jóvenes, y hubo que organizarse para las comidas, etc. Hasta que la escuela Aurora quedó pronta. Luego, la comunidad de Tucumán se hizo cargo de acompañarla en su crecimiento. En particular, no puedo no mencionar a Alfredo Rueda y su esposa Dami Adanto. Se conocieron justamente en uno de esos campamentos. Yo fui testigo del comienzo de su noviazgo, y de su decisión, en esa época, de trasferirse a Santa María, ya como matrimonio, si Dios les hacía comprender que efectivamente su camino era casarse. Así sucedió, y hasta hoy ambos viven en Santa María, y fueron fundamentales para el desarrollo del Centro Aurora. Hace tiempo que Aurora “camina con sus piernas”, con docentes locales en su mayoría, e impresiona, por el arraigo y por los resultados en el rescate de una cultura riquísima y en la capacitación de jóvenes y adultos. Sobre todo mujeres. De una de ellas nació otra obra educativa y social en un poblado cercano, llamada Tinku Kamayu, que hoy es una

Luis Abella (derecha) y José Polizzi, los dos focolarinos que viven en Santa María.

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cooperativa de tejedoras. Últimamente Aurora apunta al emprendedurismo, para que los egresados aprendan a desarrollar sus propios emprendimentos. En febrero del año pasado, viviendo yo en el focolar de Bahía Blanca (en las puertas de la Patagonia), pude tomarme unas vacaciones en Córdoba, donde visité a muchos amigos de aquéllos años. Un día me dije: si no voy a Santa María ahora que tengo la posibilidad y estoy más cerca, quién sabe cuándo lo podré hacer. Así que me tomé un colectivo, la familia de Dami y Alfredo me recibió en su casa para alegría mutua. Pocos días después, se decretó cuarentena estricta por la pandemia. Por varios meses no había manera de regresar a Bahía Blanca, por más que estudiáramos todas las posibilidades. Cuando ya se podía salir de casa, con prudencia, tuve la oportunidad de conocer a fondo la comunidad santamariana y su cultura. Me di cuenta, por ejemplo, de que aquí no hay nadie viviendo en la calle… Todos tienen quien los ayuda o saben a dónde acudir. Existe una gran solidaridad, y muchas familias generosas que acogen a todos. También constaté que prácticamente todos saben de artesanía, de trabajar la materia prima que ofrece el territorio con creatividad. Hay quien hace canastos de juncos, quien trabaja la madera, el barro, la cerámica, la lana… Conocí también las “cruces”: la falta de oportunidades, el machismo, el alcoholismo, la violencia intrafamiliar… Con el pasar de los meses, se vio la posibilidad de que otro focolarino, jubilado como yo, pudiera venir también, de manera que hoy ambos estamos viviendo en Santa María, en un apartamento adyacente el Centro, que se solía utilizar para alojar a las visitas o a los talleristas que llegaban de lejos. ¿Qué hacemos aquí? Tratamos de vivir el amor recíproco y merecer la presencia de Jesús entre nosotros, y luego acompañar espiritualmente y en lo que podamos, a esta gente maravillosa en su tarea de promoción social y de búsqueda de una Iglesia y una sociedad cada vez más unidas, acogedoras, sin necesitados. En una palabra, proféticas.


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