Ciudad nueva - Mayo 2021

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Focolares / Aportes

Ecología, una necesidad María Florencia Decarlini y María Alejandra Herrero

El rol clave de los habitantes de la Casa Común Los cambios en los modelo económico-productivos, en los estilos de vida, en la educación y en la impostergable acción de los Estados son necesidades ineludibles para intentar recuperar la sostenibilidad del planeta. Se impone una mirada integradora

Nos encontramos hoy ante una encrucijada histórica, nunca antes vivida por la humanidad. Hemos devastado el planeta al punto de que la Tierra ya no es capaz, por sí misma, de equilibrar los daños infligidos por la actividad humana. Si no tomamos las medidas necesarias y urgentes, llegaremos hasta la destrucción de nuestra Casa Común en poco tiempo. Es un hecho a la vista de todos que la crisis climática y la injusticia social siguen empeorando progresivamente y que el planeta está corriendo cada vez más rápido hacia un “punto de no retorno” por los efectos catastróficos del calentamiento global. El Papa Francisco en su Laudato Si’ lo describe perfectamente y nos hace un llamado a “escuchar tanto el clamor de la tierra, como el clamor de los pobres”.

Pero tanto el Covid-19, como el cambio climático y la destrucción ecológica, son síntomas de la enfermedad, más que la enfermedad en sí; son signos claros de que nuestra civilización no está en consonancia con nuestras realidades físicas y espirituales y necesita un cambio urgente. Deberíamos ser más conscientes de que la ecología es nuestra base de supervivencia. Es la naturaleza en su conjunto la que nos permite satisfacer nuestras necesidades básicas, de aire, de agua, de alimentos, de minerales y de todo aquello que precisamos para vivir. Si exageramos, si consumimos y destruimos todo el territorio a nuestra disposición se rompen las relaciones ecológicas, que significa quebrar los vínculos entre los seres vivos; en consecuencia, seremos los primeros en pagar el precio. La Tierra tiene límites y

nuestro crecimiento, tanto en términos de población como de necesidades tecnológicas y de materias primas, no puede ser infinito; la economía no puede tener un crecimiento infinito en un planeta finito. Solo comprendiendo esto, quizás podamos dar un paso evolutivo hacia un mundo verdaderamente sostenible. El entorno natural es sostenible. Cada ecosistema, de hecho, en su estado natural, logra un equilibrio dinámico que garantiza, en el tiempo, su supervivencia y por tanto su sostenibilidad. Tenemos entonces que reaccionar, alfabetizándonos en los temas ambientales, con la cooperación de todos. Es necesario integrar perspectivas ecológicas, sociales y económicas en un modelo de trabajo en el área económica, política y social único e integral, en contraposición a la visión actual que considera el ambiente como un recurso a explotar con fines de lucro económico. El abordaje transdisciplinario es un camino difícil, pero definitivamente es el que logra esta construcción común de conocimiento y lenguaje. ¿Cómo ponerlo en práctica? Es obvio que si tuviéramos la oportunidad de preguntar a los legisladores si están de acuerdo con las prácticas sostenibles tendríamos una respuesta unánime: ¡claro que sí! De hecho, se considera bueno y correcto. Los problemas surgen cuando se les pregunta qué quieren decir con sostenibilidad y cómo creen que se pueda lograr.

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