/ Cristina Font Briones /
EL MISTERIO DEL DELFÍN DORADO
Había pasado un año desde que Lucía, Luis, Tomás y Miguel formaron la pandilla de Cuco con la intención de descubrir los secretos que escondía la preciosa y misteriosa playa de Mazagón. Reunidos en la cabaña que el padre de Luis le había construido sobre un enorme árbol del jardín de su casa, conversaban sobre sus libros de misterio y aventuras favoritos deseando desentrañar algún secreto ese verano. Para ello, cada día irían en Ilustración. SONIA GARCÍA bicicleta a un lugar diferente de Mazagón y observarían con detenimiento la zona por si hallaban algo interesante. Los días pasaban sin encontrar nada especial, sin embargo, ellos estaban convencidos de que con su interés atraerían algún enigma que descifrar. Una tarde, cuando se encontraban en el Muelle del Vigía, contemplaron a un grupo de delfines que, alegremente, saltaban entre las aguas del océano Atlántico. Divertidos, comenzaron a saludarlos con las manos intentando llamar su atención para que se acercaran. Sabían que ello era muy difícil, pero la ilusión que tenían era más fuerte que la realidad y ello lo transmitían. Inesperadamente, un delfín se aproximó hasta el final del muelle y se acercaron a contemplarlo. —¡Es precioso! —dijo Lucía al verlo de cerca, maravillada —. Y lleva un objeto en su boca... —Sí, es algo de color dorado y parece que nos lo está enseñando —comentó Miguel, observándolo con detenimiento. El delfín comenzó a dar saltos muy altos ante el asombro de la pandilla de Cuco, hasta que de su boca curvada salió un objeto que fue a parar a la altura de los pies de los chicos. Seguidamente, planeando por encima del agua, se alejó del lugar. Luis lo cogió del suelo y, boquiabierto, observó que se trataba de un delfín dorado del tamaño de una mano con forma de la letra ‘L’. —¡Es la figura de un delfín en miniatura! —exclamó Miguel al verlo, entusiasmado—. ¿Será de oro? —Déjamelo, Luis —le pidió Tomás, inquieto por tenerlo entre sus manos. —¿De dónde habrá cogido este pequeño delfín dorado? —se preguntó Lucía, observándolo ¿Y por qué nos lo ha dado a nosotros? —Ya tenemos un misterio para resolver este verano... Creo que deberíamos enseñárselo a mi padre, quizás él haya visto alguno igual —propuso Luis. Todos estaban de acuerdo y en sus bicicletas se marcharon a casa de Luis. Cuando su padre vio el delfín dorado se quedó más sorprendido que ellos.
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