NUEVA INICIATIVA PARA CONSERVAR LAS TORTUGAS LAÚDES DE MAZAGÓN ASOCIACIÓN CHELONIA
Foto. ANTONIO JESÚS PÉREZ MÁRQUEZ
No es extraordinaria la presencia de la tortuga laúd (Dermochelys coriacea) en aguas de Mazagón y su entorno. Así lo demuestran ejemplares apresados por nuestras artes de pesca, como el encontrado en la mañana del 1 de julio del pasado año 2020 cerca de la playa de Matalascañas, atrapado en una red de trasmallo, o el hallado a finales de ese mismo mes de julio enredado por el cuello y una de las aletas delanteras a las cuerdas de nasas utilizadas para la captura del pulpo. Ambas tortugas laúd pudieron ser rescatadas aún con vida. Pero, la primera de ellas no pudo superar las secuelas y heridas sufridas durante las horas que permaneció atrapada y murió al día siguiente en el Centro de Gestión del Medio Marino Andaluz (CEGMA), al que fue trasladada tras su rescate. Cuerpos ya inertes de otros ejemplares también arriban a nuestras costas, como se pudo observar en el puerto deportivo de Mazagón en octubre de 2017 o en la playa del Asperillo, ya dentro del entorno del Parque Natural de Doñana, en septiembre de 2016. La tortuga laúd es la tortuga marina de mayor tamaño de las siete especies existentes; puede pesar hasta 900 kg y mide entre 1,20-2,10 metros de longitud. A diferencia de las otras tortugas marinas que tienen caparazones duros, la tortuga laúd presenta un caparazón más flexible, cubierto de una piel resistente con aspecto de cuero que cubre un tejido conjuntivo muy graso y un tejido óseo muy ancho. El dorso presenta 7 quillas longitudinales en lugar de las placas de otras especies. Dorsalmente, son de color negro o azul oscuro, con
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manchas en tonos blanco o rosa y carecen de escamas o uñas en las extremidades. Su cabeza es grande y tampoco tiene escamas, pero presenta un pico queratinizado muy fuerte, con bordes lisos y en forma de W. Carece de dientes, pero la forma de su mandíbula y la presencia de unas papilas cónicas de distinto tamaño y dirigidas hacia el interior, en la boca y la garganta, favorecen la ingestión de sus presas principales, medusas y tunicados. Este tipo de papilas no están presentes en el resto de las especies, y es una característica asociada a su dieta especializada en el consumo de medusas y otros invertebrados gelatinosos. Es interesante resaltar que no se ven afectadas por las toxinas de medusas. La disponibilidad de alimento puede justificar que estos animales se alimenten en aguas frías, con temperaturas de hasta 10-12 grados centígrados. Otra diferencia de Dermochelys coriacea con el resto de tortugas marinas es que tiene cierta capacidad endotérmica; es decir, que pueden mantener su temperatura corporal por encima de la del agua circundante y toleran una amplia gama de temperaturas. Esto les permite alcanzar latitudes superiores al resto de las tortugas y por ello su distribución geográfica es más amplia y ocupa ecosistemas más diversos. Además, presenta unas aletas anteriores proporcionalmente más largas que las de sus congéneres, que le permiten grandes navegaciones transoceánicas, por lo que es una gran nadadora. Las crías, tras abandonar las playas de nacimiento, se alimentan durante largos periodos de los restos de