TIERRA COLORADA JUAN IRIARTE MÉNDEZ
D
esde hace medio siglo se hizo la vía férrea y fue cuando pasó por primera vez el tren. Los habitantes de Tierra Colorada, pobres entre los pobres, dedicados a la agricultura de temporal, nunca tuvieron el gusto de que se detuviera en el pueblo la máquina que
jalaba vagones de pasajeros y de carga. Se convirtió en estampa cotidiana oír el silbato, sentir un ligero temblor de tierra en las casas más cercanas a las vías y cuidar que no se atravesaran los niños que disfrutaban ver pasar el tren y hacían alboroto como si fuera la primera vez. El maquinista saludaba con gentileza agitando sus manos. Los más ancianos recordaban, no sin rencor, que el gobierno nunca les cumplió en su totalidad las indemnizaciones por verse afectadas sus tierras por el trazo de la línea ferroviaria. Nunca se cumplieron los términos del decreto expropiatorio. Habían pasado décadas de eso, sin embargo parecía que la afrenta había ocurrido recientemente. El tema de la expropiación resurgía con fuerza cada año que las cosechas no se daban bien, o que la sequía daba al traste con vacas flacas que casi no daban carne ni leche. La vida aburrida del pueblo cambió cuando, semanas después de llegar como nuevo profesor de la escuela primaria “Patria y libertad”, el joven Manuel Rodríguez, recién egresado de una escuela rural de normalistas, se enteró del añejo asunto y opinó:
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