Alvaro Cock Havas Group
mercado negro
INFORME
PG.32
Miopía en la era de la transformación ¿La transformación digital te suena común? Más allá de una “moda” rimbombante y una realidad pandémica, que ha logrado permear el discurso de los responsables de marketing, así como de las oficinas de innovación y desarrollo de las grandes corporaciones, parece también tratarse de una necesidad sistematizada, de la cual no conocemos mucho, y peor aún, de la que la mayor parte de las corporaciones no quiere tan siquiera ser partícipe. La realidad es que los cambios vertiginosos a los que se han enfrentado diferentes industrias en los últimos años han traído consigo la responsabilidad de repensar la forma de hacer negocios. La obsolescencia es más crítica que nunca, por lo que la frase “evolucionar o morir” se convierte en un mantra para todas las industrias. Aunque este escenario parezca dantesco y contradictorio, el hecho de haber sistematizado una necesidad, en contraste con el bajo (o nulo) nivel de involucramiento de los verdaderos garantes de los procesos de transformación, genera un escenario dicotómico de difícil escapatoria (la transformación solo como un discurso producido y prefabricado y no como una realidad en las organizaciones). ¿Cuál sería el camino entonces? En primera instancia, la aceptación lo es todo (como en los procesos psicológicos asociados con el cambio comportamental y conductual). Debemos aceptar que la transformación digital es una necesidad corporativa, una necesidad que nos involucra a todos y cuyo liderazgo lo ejercen los CEOs de las diferentes compañías (ellos tienen la responsabilidad de inspirar con el ejemplo y de contagiar con entusiasmo la cultura de cambio). Solo en la medida en que la transformación digital deje de ser una “lucha” huérfana (TI nunca debió liderar esta lucha; no porque no puedan colaborar, sino porque son ajenos a la realidad de los negocios y, por ende, a las expectativas reales del consumidor real), será posible avanzar. En segundo lugar, está el hecho de asumir la transformación digital de manera responsable. Este cambio no es un proceso finito, más bien, es una realidad indeleble en el tiempo, ya que cuando se logra repensar y transformar la forma de hacer negocios y generar un
impacto real en el consumidor final, ese nuevo modelo se convierte en el estándar de la industria, obligándonos a que nuevamente debamos explorar más y mejores rutas que nos permitan dar de nuevo un salto (el foco siempre ha de estar en la búsqueda de una ventaja competitiva que se concrete en la sostenibilidad del negocio). “Aquí ya no hay marcha atrás”. Responsable, además, en la medida en que tenga foco y prioridad estratégica (recurso y tiempo), siempre bajo el lineamiento corporativo/organizacional. Lo anterior implica que “toda la organización” (punto que habíamos tocado incipientemente en el párrafo anterior) deberá estar dispuesta a cambiar su modo de trabajar, su manera de desaprender y la de aprender, explorar, invertir y priorizar, asumiendo el doloroso costo real: todo proceso de transformación está pensado para operar de forma más eficiente (y la eficiencia en muchos casos significa prescindir de personas que después de haberles dado la oportunidad de cambiar y no habiéndolo logrado, casi que han trabajado para “cavar su propia tumba”). Lo anterior supone un debate ético y moral, y por eso, el ser “responsable” será un componente crucial en todo proceso de transformación. Los líderes de las compañías tienen el compromiso de inspirar el cambio siempre bajo la premisa de que el mismo es posibilitado por personas. Recordemos que lo que realmente impulsa la transformación digital (más como una actitud y un mindset corporativo) son los rasgos inherentes a la humanidad: la capacidad de crear, innovar, discernir, redefinir, idear, etc., son las premisas meramente humanas que lubrican en sí los procesos de transformación. Y aún más: en la humanidad es donde realmente se encuentra el nuevo territorio de innovación y, por tanto, de allí la responsabilidad de las compañías de potenciar el talento y formar las nuevas capacidades, reduciendo así el inevitable y doloroso costo real (muchos procesos humanos serán obsoletos y reemplazables). En tercer lugar, es vital conocer y reconocer que todo proceso de transformación tiene fases. El inicio es la fase embrionaria, que requiere inversión y en la que en general solo estaremos instalando las bases necesarias para