2. ¿POR DÓNDE EMPEZAMOS? Ante la propuesta de: “mami yo creo que el ayuno es para tu caso”, lo primero que contesté fue: “yo no salgo de mi cama sin “mi café” con leche, me voy a marear y a desmayar por la calle …” “Entonces empecemos por el café”, me dijo mi hijo. Los colombianos que saben mucho de café no le ponen ni leche, ni azúcar. ¿Por qué? Fácil, el café tiene que ser sabroso. Entonces empezó la primera misión: buscar un café sabroso que no necesite agregarle nada. El café hay que prepararlo, olerlo y saborearlo para tener una relación con él. Y así encontré el café “bueno, bonito y no tan barato” que me gustó muchísimo. Empecé a tomar café negro apenas al levantarme. Debo admitir que me costó, al principio, es como tomar un remedio en forma de jarabe como cuando éramos niñas. Esa sensación duró solo unos pocos días, al cabo de 5 días empecé a disfrutar del aroma y del gusto del café. Hoy en día, ya no tomo café con leche ni a la tarde, y menos con azúcar ni edulcorantes. Cuando voy a la cafetería a la tarde pido un expreso con un buen croissant o un pan con manteca. No me privo de lo que quiero comer; pero el café siempre sin leche, sin azúcar, ni edulcorante.
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