La defensa de los derechos nacionales de Irlanda frente al colonialismo británico, la de Escocia o la de Quebec… O la defensa de los derechos nacionales de los pueblos catalán, gallego y vasco en el Estado español. Hay pues un nacionalismo expansivo, impositivo y excluyente, cuyo máximo exponente ha sido el nazismo y hay un nacionalismo a la defensiva que pretende salvaguardar los derechos de las naciones. Y es ese el punto de encuentro entre la burguesía nacionalista y el proletariado de la nación que se siente oprimida. Y es éste el nacionalismo que se convierte en revolucionario, cuando la clase que asume la dirección del proceso emancipador, es precisamente el proletariado y no la burguesía, tal como sucedió en algunos países en la Segunda Guerra Mundial, con resultados muy desiguales. Pero no nos llamemos a engaño, la izquierda, en general, no tiene nada claro cuándo y dónde ha de asumir la cuestión nacional, como una reivindicación progresista o revolucionaria y a veces camina a remolque de las burguesías nacionalistas locales, que es lo mismo que ir del brazo del enemigo de clase. Situados en el Estado español, que es donde se está produciendo el debate, al plantear la burguesía catalana la secesión de Cataluña, las cosas resultan más claras y precisas, a saber: