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ROGELIO ECHAVARRIA Apocalíptico Er fin del mundo ocurre siempre
Amanecer No me dejan dormir los pájaros con su inocente algarabía en el fresco ramaje de la madrugada que toca levemente mi ventana. Anoche se bebieron la luna poco a poco -pico a picoy ahora regurgoritan a coro sin batuta ni partitura. Mi oído es un nido de gorjeos. Sin embargo, yo trato de ponerme al día con los prosaicos ruidos de la casa, armando la agenda de mis afanes, mis deudas y deberes, asuntos insalvables, la derrota del viaje y ya en la calle la jornada sedienta. Mientras en el eterno mar de los dioses olímpicos las islas recuperan su sitio.
Ml•i!@f-1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
y cada día si lo adviertes. Llega en tu propio cataclismo y da lo mismo morir quieto que en un cohete o en un sismo. Pues si el dolor mata y remata, también se muere de alegría. Tan muerto queda el que ha caido del piso cien de Empire State o resbalando en el jabón Igual el tránsfuga que el rey. Y si me ahogo en mi acogeta, en noche negra o plenilunio, ¿no da lo mismo que sea en junio -en alta mar o en mi pocetaapocalipsis o diluvio?
El transeúnte Todas las calles que conozco son un largo monólogo mío, llenas de gentes como árboles batidos por oscura batahola. O si el sol florece en los balcones y siembra su calor en el polvo movedizo, las gentes que hallo son simples piedras que no sé por qué viven rodando. Bajo sus ojos -que me miran hostiles como si yo fuera enemigo de todosno puedo descubrir una conciencia libre, de criminal o de artista, pero sé que todos luchan solos por lo que buscan todos juntos. Son un largo gemido todas las calles que conozco.