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Filosofía Undécimo Grado
cuando el bebé –se nos dice– experimenta una continuidad espacio temporal con la madre y todas las cosas. Esta ilusión es posible cuando la madre es una buena madre: el amor la obliga a responder casi de manera inmediata a las urgentes demandas de su pequeño tirano y de este modo hace posible en él la ilusión. Con el tiempo y de manera gradual, bebé y madre soportan un tiempo de separación cada vez mayor entre la demanda y el auxilio, propiciando la angustia necesaria para la experiencia de la ruptura, llamada “desilusión” o “deuda”. Poco a poco el bebé aprende a estar solo. Justamente durante estos momentos de abandono en sí mismo (no de introspección, pues aún no hay en él capacidad representativa, simbólica o mental) el bebé se entrega a experiencias esencialmente lúdicas, llamadas fenómenos transicionales: emitir sonidos, hacer bombitas con saliva, acariciar-se, tocar-se. Mientras duran, el bebé se acompaña de un objeto (el transicional) con el cual “simboliza” a la madre y por lo tanto se tranquiliza y se entrega confiado. El lugar del fenómeno2
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La no espacialidad y el significado de esta ubicación misteriosa es una idea difícil de concebir. Conocemos la
génesis de esta en el pensamiento de Winicott gracias a una referencia autobiográfica. El origen fue, naturalmente, un caso de fructificación poética (pp. 129 y ss):
En la playa de interminables mundos, Los niños juegan. Siendo joven –confiesa– una incomprensible voz llamó su atención. Los versos recién citados de Tagore anidaron en él sin saber por qué. Echaron raíces en algún lugar profundo del seno del recuerdo y desde allí emergieron varias veces, suscitados por otras voces (las de Freud y Jung), hasta ser paridos por él, esto es, hasta ser interpretados en sus términos sin “ismos”. Desde entonces, la vieja imagen fue “su camino y su medida, su sendero y su canción”. Ilustración mediante ejemplo, entonces, de la praxis cultural como caso superior de individuación a través de la palabra o de autoexhibición en la originalidad de una teoría; de cristalización del saber tradicional (psicoanalítico) en una forma novedosa (la teoría transicional de Winicott). Ilustración autobiográfica, en últimas, de algo más básico y esencial: el significado de la primera palabra y el sentido oculto en la acción de nombrar. Así como al final de la etapa transicional comienzan los primeros ejercicios de verticalidad (intentar la marcha erguida o decir no, por ejemplo) y de fluidez (digamos, la articulación de unos pocos pasos en medio del balbuciente andar), justo después de haber reconocido su otredad (simbolizada en el objeto transicional) y de
haberla incluso nombrado (“Na”, “Ta”, “Da”), del mismo modo Winicott vivió su propia experiencia de originalidad.