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Filosofía Undécimo Grado
lo cual es simbolizado con el objeto transicional. Y con todo ello apuntamos a lo siguiente: toda
energeia
es
“el
trabajo
del
hombre
qua
hombre”
(έργον
του
ανθρώπου). “Para dominar lo que está afuera –dice Winicott (p.64) – es preciso hacer cosas, no sólo pensar o desear, y hacer cosas lleva tiempo. Jugar es hacer”. Y “afuera” está, en primer lugar, nuestra corporalidad; el “circuito neuronal” y “los atributos sensomotores del mismo”, como diría Llinás. En todo caso, nuestro propio cuerpo al cual queremos dominar y necesitamos dominar. Y lo que hacemos al jugar es, en primer lugar,
hacernos a nosotros mismos. “La persona –dice Winicott en otro lugar (p.133) – debe ser anterior a su uso del instinto; el jinete debe cabalgar en el caballo, no ser arrastrado por él”. Pero, ni el fenómeno transicional es un juego, propiamente hablando, sino un estado anterior al mismo, ni del niño cabe esperar gran cosa en lo relativo al gobierno de su vida. También “juego” y “hombre” necesitan de un estadio anterior al juego y al hombre para llegar a ser “juego” y “hombre”. Un estadio anterior al pensamiento-lenguaje (logos) y anterior a la visión. Un tiempo de obscura residencia en los amorosos misterios de la madre. Acontecida esta temporalidad sin tiempo son el mundo, el hombre y el tiempo; “no-yo”, “yo” y “libertad”.
Movimiento y origen En su libro El principio vida. Hacia una fenomenología de la vida, Hans Jonas dedica un capítulo –La nobleza de la vista (Jonas, 2000, págs. 191-216) – a la “fenomenología de los sentidos”. Allí, inicialmente se nos muestra la natural superioridad perceptiva de la visión. Mientras en lo tocante a la representación de su objeto de percepción –se nos dice– los demás sentidos son “prisioneros del tiempo” (construyen la unidad en la sucesión temporal de la percepción), la visión es por el contrario el sentido de la presencia simultánea de la objetividad en su conjunto: es el órgano de la totalidad donada, de la belleza del conjunto en un simple abrir de ojos, en donde aparecen todas las cosas en la diversidad de géneros, especies y reinos, en la multiplicidad de cada miembro de una especie y en los diferentes planos de la presentación (profundidad); en resumen, en todo su contexto. Y mientras en lo pertinente a la relación con el objeto de la percepción los demás sentidos son “esclavos de la relación causal” o del contacto corporal con la fuente de lo percibido –continúa Jonas–, la visión es por el contrario el sentido de la neutralidad o de la ausencia de comercio físico con