En este cuento, Inés aborda el tema de la soledad desde el personaje de Manuel, un hombre que viene de China y se dedica a sembrar diversas plantas para luego venderlas. Nos narra que vive en Culiacán y lleva muchos años asentado en ese lugar, pues ahí contrajo matrimonio con Lu y tuvieron tres hijos. Sin embargo, Manuel se siente fuera de lugar, pues su pronunciación falla y esto le impide comunicarse efectivamente con los demás “y eso era todo: suficiente para que lo consideraran inferior, todos, todos” (Arredondo, 1979). Manuel es incomprendido, ni siquiera con sus hijos puede compartir el gusto por apreciar el arte o de observar las cosas como la luna, todos a su alrededor parecen no entender ni querer hacerlo. La única persona que demuestra aprecio por él y su intelectualidad, es don Hernán- personaje que también aparece en otro de los cuentos de Arredondo-, quien es su amigo e incluso le prestó las tierras en las que vive y siembra. Manuel se siente y de alguna manera está solo, Lu lo ha dejado hace algunos años y sus hijos no se preocupan por él, en el pueblo lo creen tonto y “hay tantas cosas que quisiera decir, que ha intentado decir, pero renunció a ello porque suenan ridículas, él las oye ridículas en su tartajeo de niño que todavía no sabe hablar” (Arredondo, 1979), por lo que tiene que buscar la manera para protestar, para decir todo lo que no pudo decir.
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