LA CASA DE LOS ESCRITORES BOLIVIANOS Para Antonio Rivera Mendoza Vecino del domingo, rendido de lunes a sábado a los libros. Evocaré mis días, existe un terreno de una dulce geografía objetividad empírica, historia abierta, suculenta cotidianidad más allá de la luna, respira suave la casa de los libros y escritores. Ejemplo, ríe, canta, lucha, sueña y trabaja al Sur de la ciudad, con un toque de verdad, en el corazón de Sudamérica, vive pescando ríos verdes de verde ciencia y filosofía. El río muerto de hoy es el hermano muerto del mañana. Hermanos de la vida, donde concurren grandes amigos, pintores atormentados por el dolor y escritores variopintos, jornaleros de la vida, buscadores de conocimientos, palomas blancas que quitan los pecados del mundo. De ordinario en La Casa de los Escritores Bolivianos se lee, se conversa, se escribe poesías y se revoluciona novelas, cuentos, ensayos, artículos, se ejerce ciencia libre; la vida que canta y la vida que llora, sufre y despotrica. Se pelea a brazo partido junto a los movimientos sociales, amores y desamores, música del país, soledad compartida la antigua memoria impregnada de los recuerdos de la infancia fragancia de ríos, calles, sendas, palomares, cultivos agrícolas el alma de la vida con neuronas rosas y el espíritu de los tiempos bañados del álbum de recuerdos que suavemente golpea el corazón. Aquí se respira día por medio el polvo de la risa y de las estrellas criaturas salidas del espejo de los libros, las páginas abiertas, las pasiones humanas, la noticia del día, el hambre que asesina, la vieja historia de las luchas sociales y las injusticias sociales. Aquí obra lo social psicológico, la filosofía realista y la filosofía comunitaria, el lenguaje de masas le da brillo a los nuevos textos 131