Son de La Cascada Isabel Flores Resulta que a veces el andar por los mismos caminos puede ser muy aburrido. Caminar a la calle Prolongación Río Mixcoac en la Unidad Plateros, abordar el camión, atravesar una zona con mucho tráfico, tanto que los autos casi se rozan entre sí, pasar por Mixcoac y llegar a avenida Insurgentes es una rutina diaria. Pero se aligera cuando se encuentran habitualmente a las mismas personas: la vecina, la amiga de la hermana, el conductor, y hasta los mismos estudiantes que se bajan a la altura de la preparatoria 8, donde se tiene un respiro y un reacomodo de pasajeros, porque como todo en la vida: unos bajan, otros suben y algunos más se cuelgan. “Disculpe ¿podría pasar mi pasaje por favor?” Y va la moneda de mano en mano hasta adelante, y otras pocas van de regreso hasta llegar a quien viaja en las escaleras recibiendo el aire matutino en plena cara. Normalmente todos ven con algo de sentimiento a quien va en el último escalón, por aquello de que se vaya a caer, pero a la hora de las prisas no hay forma ni misericordia para de cambiarle el lugar. A veces, en las horas que no es tan tirano el tiempo, se suben jóvenes a vender chocolates, a contar algunos chistes o a cantar desentonadamente con una guitarra vieja para recibir algunas monedas: “lo que sea es bueno, cualquier moneda me sirve, y si no, regáleme una sonrisa, que Dios la bendiga”. Recuerdo una ocasión en que se subieron dos jóvenes muy simpáticos y limpios del trayecto de Insurgentes hacia Plateros. Comenzaron prendiendo una pequeña bocina, y al ritmo de golpes entonaron un rap muy singular, compuesto en el momento, haciendo alusión a los pasajeros, el color de la ropa, la cara bonita de una joven, el humor del conductor, y a la mayoría de los pasajeros fueron poco a poco sacándoles primero unas leves muecas de simpatía, y al llegar a Mixcoac franca risa.
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