Historia local
Cooperación médica en Kenia La otra pandemia
D
esde 2017 ejerzo como enfermera en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de un hospital. En 2020 llegó el COVID-19 al mundo y, por supuesto, a mi UCI. Y entonces, el mundo colapsó. Y entonces, pensé, ¿podríamos estar peor?. Y la respuesta fue “Sí”. En enero de 2019 llegó a mis oídos que la ONGD Youcanyolé estaba organizando su próxima expedición a Kenia. El pensamiento de realizar un voluntariado llevaba varios años rondando mi cabeza, de modo que vi en ésta una oportunidad que no puede rechazar, y no dudé ni un segundo en que quería invertir gran parte de mi verano cooperando allí. Después de ser seleccionada, unas cuantas reuniones, reclutar el material necesario y prometer a mi familia que les llamaría todos los días, el 25 de julio llegamos a Soweto con 35 maletas llenas de medicamentos, material sanitario, gafas y otros enseres necesarios para el Medical Camp. Y entonces entendí el verdadero significado de la palabra “pobreza”. Todos tenemos en la cabeza la típica idea de que África es un continente pobre, que no cuenta con ningún recurso, pero hasta que no lo
vives, no eres realmente consciente de esta dura realidad, la pobreza se respira en cada paso que das. En un día realizamos el montaje del Medical Camp, las zonas de trabajo y los boxes. Una vez operativos, las largas colas de vecinos esperando a ser atendidos se traducía en una media de 400 pacientes diarios. Y así cada día.
Agrupamos nuestros días de trabajo en varias zonas (Soweto, Kibera, Chokaa, Kayole), así nos dio tiempo a visitar distintas poblaciones desfavorecidas. Cada mañana, temprano, nos poníamos en marcha para acudir al lugar de trabajo correspondiente. El trabajo empezaba en la zona de triaje, donde tras hacer una valoración del paciente y toma de constantes, se derivaba a la zona que les correspondía: pediatría, consulta médica, enfermería, consulta psicológica, óptica, dentista, fisioterapia y farmacia. Se atendían patologías en su mayoría básicas y tratables con nuestros recursos, pero también tuvimos varias urgencias como fue el caso de una niña de 8 meses que se había intoxicado tras ingerir un recipiente con gasolina. De no haber estado en ese momento allí, por desgracia hubieran tenido un desenlace fatídico. En estos casos nosotros atendíamos in situ al paciente para estabilizarlo y tratarlo y en caso de ser necesario, se trasladaba de manera urgente al hospital, donde la ONGD costeaba el tratamiento y estancia necesaria. El día a día era duro, atendimos a miles de pacientes con enfermedades que a día de hoy están erradicadas en nuestro
88
Massanassa SANT JOAN 2021