CADA AMIGO TIENE UN GUSTO PARTICULAR Cada amigo tiene un gusto particular, un tono del espectro de la luz. Lo sientes –y no podrías apalabrarlo– en la flor del corazón: nítidos placeres, distintos como los reflejos de la naturaleza. Son soles de seguro calor. Una asamblea de sangre viva convocan cuando los ves y sonríen para ti con la llave adecuada, y se anima, rejuvenecido, el espacio. Cada cual ama a su modo. Uno te cauteriza de rubor en su abrazo. Otro convoca la paz frente a la marea rompiente del océano. Éste enlaza las ganas de bailar y gritar y soñar bajo la música de los astros; se adormece en tu hombro. Aquél aprieta la mano con energía, despierta al guerrero interior; y te empuja, con mesura, a morder un pedacito del horizonte expectante. Todos te aleccionan simplemente existiendo. Reservorios de caridad, notarías aún mejor de cada uno matiz espiritual si te atreves a besarlos, inocente.
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