Antofagasta en Símbolos Un aporte de
R
Con la colaboración de
EL MERCURIO DE ANTOFAGASTA
Proyecto creado por
Corporación Proa Proyecto financiado por
Anglo American
Dirección del Proyecto
Carlos Tarragó Cardonne Dirección de Arte
Evelyn Klenner Plaza Fotografías
Iván Varela Klaric Producción
Anuncio y Cía. Ltda. Impresión
Emelnor
Antofagasta - Chile Junio 2012
Antofagasta en Símbolos Un aporte de
R
Con la colaboración de
EL MERCURIO DE ANTOFAGASTA
Presentación En todas las comunidades, desde las grandes ciudades hasta los más pequeños y humildes pueblos, existen símbolos que las caracterizan y distinguen de las demás. Estos elementos diferenciadores pueden ser naturales o nacidos luego de la intervención del hombre. Antofagasta, por cierto, no escapa de esta regla y posee variados símbolos que, mayoritariamente, erigidos por el empuje humano, dan cuenta de las grandes epopeyas, épocas y desafíos que en esta tierra se han tenido que enfrentar, con el propósito de ir avanzando hacia la construcción de una ciudad-comunidad más pujante, más grata y que brinde cada vez una mejor calidad de vida a sus habitantes. Nuestra corporación, venía desde hace un buen tiempo, acariciando la idea de imprimir un catálogo, de aquellos símbolos que destacan a Antofagasta dentro del concierto nacional, como una forma más de complementar, nuestro ya interesante inventario de textos relacionados con la historia y patrimonio local. Estamos convencidos y ustedes así podrán comprobarlo, que el lanzamiento que hoy nos congrega, no corresponde a una simple publicación tipo folleto turístico tradicional, en la cual aparecen fotos con breves notas explicativas o identificatorias. Muy por el contrario, en “Antofagasta en símbolos”, podrán encontrar la historia tras los íconos que contiene, narrada por distinguidos profesionales locales como María Teresa Ahumada, Floreal Recabarren, José Antonio González, Antonio Obilinovic, Guillermo Chong, Héctor Ardiles, Claudio Ostria, Víctor Hugo Véliz, Claudia Zazzali y Pedro Aranda. A todos ellos vaya nuestra gratitud por sus valiosos aportes, sin los cuales la calidad de esta publicación no hubiese sido posible alcanzarla. También es de justicia reconocer el valiosísimo y desinteresado trabajo desplegado por Iván Varela y el equipo de profesionales de la empresa Anuncio, bajo cuya responsabilidad estuvo tanto la producción artística de esta obra, como el diseño gráfico, la diagramación y las fotografías. Sin duda que el financiamiento, es otro de los factores indispensables para la materialización de una iniciativa de la magnitud de esta publicación, que consta de más de 22.000 ejemplares. Como ha sido habitual, en la gran mayoría de nuestros proyectos, los recursos necesarios para hacerlos realidad han provenido de la empresa privada. Este proyecto lo concebimos en conjunto con ejecutivos de Anglo American, en quienes encontramos desde un comienzo, un decidido respaldo y el compromiso económico necesario para llevarlo adelante. Quisiera agradecer a la empresa auspiciadora en los nombres de Sergio Parada, Fernanda Guerra y Mario Zuvic por el permanente apoyo que recibimos de ellos. Finalmente, quisiera destacar, que con el propósito de otorgarle la mayor cobertura posible a “Antofagasta en Símbolos“, unos 19.000 ejemplares de la publicación, serán distribuidas gratuitamente en una edición dominical del El Mercurio de Antofagasta. Aprovecho la oportunidad de agradecer la voluntad y colaboración que encontramos en los ejecutivos del diario para lograr este acuerdo. Además, el texto será entregado a la Intendencia Regional, a la Gobernación Provincial, a la Municipalidad de Antofagasta, a Sernatur y a otros organismos públicos que suelen recibir visitantes, de tal forma que ellos puedan entregarles un documentado testimonio de su estadía en esta ciudad, “donde el desierto termina en el mar”. Muchas gracias. Carlos Tarragó Cardonne Presidente Corporación Pro Antofagasta, PROA. Antofagasta, junio de 2012.
“El respeto ganado se mide en base a lo que fuimos. Nuestra historia es un tesoro valioso que debemos cuidar con orgullo, ya que es la ruta que nos guía hacia un futuro mejor. Es una gran responsabilidad mantener con vida el espíritu de nuestra esencia”.
Pablo Toloza Fernández, Intendente Regional de Antofagasta
“La Ciudad es el espacio en que se desarrolla la relación social integrada de sus ciudadanos, es el territorio con sus símbolos expresados en este precioso trabajo, el cual será un valioso aporte para entenderla en el reconocimiento de su historia, a conocer sus hitos para vivirla mejor y en definitiva hacerla nuestra para amarla”.
Marcela Hernando Pérez, Alcaldesa de Antofagasta
Nuestra región de cordillera a mar, presenta un sinnúmero de atractivos turísticos de gran categoría, los cuales deben ser puestos en valor y todos somos responsables de aquello, es por esto, que iniciativas como la de la Corporación PROA son un aporte extraordinario a la difusión de nuestro patrimonio natural y cultural. Esto, ayuda a generar un arraigo en nuestra gente y en los turistas que nos visitan, provocando esta valoración que buscamos. Mis más sinceros agradecimientos a todos los involucrados en este tremendo trabajo que con gran esfuerzo han realizado.
Miguel Irarrázabal Robiola; Director Regional Sernatur Antofagasta
Cuando conocimos el proyecto “Antofagasta en Símbolos”, supimos que no podíamos estar ausentes. Antofagasta es una de las comunas en las que Anglo American está presente, y donde realiza diversos programas en las áreas de emprendimiento, educación y calidad de vida, los que trabajamos en alianza con organizaciones públicas y privadas, todo con el objeto de generar un impacto positivo y ser un real aporte a la comunidad. Es en este marco que por segunda vez apoyamos con fuerza una iniciativa de PROA, ya que creemos firmemente en la necesidad de rescatar y revalorizar la identidad de Antofagasta, como una manera de apoyar la mejora de la calidad de vida de sus habitantes. “Antofagasta en Símbolos” nos da esa posibilidad, ya que, pone en valor íconos de la ciudad que muchas veces pasan inadvertidos, pero que en suma dan vida a la identidad de la ciudad y que se transforman en un patrimonio que a través del apoyo a esta iniciativa, Anglo American confía difundir, aportando con ello a la educación respecto a la historia de nuestra ciudad.
Sergio Parada, Gerente General Anglo American-Mantos Blancos
MANTOS BLANCOS Mantos Blancos se ubica en la Región de Antofagasta, a 45 kilómetros de la capital regional y a 800 metros sobre el nivel del mar. Sus inicios se remontan a 1955, cuando se constituye como empresa minera, siendo adquirida por Anglo American en 1980. Hoy Mantos Blancos cuenta con una mina a rajo abierto, plantas de chancado e instalaciones para procesar minerales oxidados y sulfurados de cobre. La producción anual de Mantos Blancos es cercana a las 70 mil toneladas de cobre y su vida útil se proyecta hasta el año 2020. La particularidad de Mantos Blancos radica en su cercanía con Antofagasta, lo que sumado a sus años de operación, ha hecho de ella un símbolo de la minería en la Región de Antofagasta. Son cientos los antofagastinos que han trabajado en Mantos Blancos y miles los que conocen de ella por las historias que les han contado familiares o amigos, o simplemente por haber visto las palas amarillas que simbolizan su ingreso a un costado de la Ruta 5, camino a Baquedano. Hoy Anglo American operación Mantos Blancos es un ejemplo de seguridad e innovación en la industria minera, una operación que se proyecta al futuro y que continuará siendo un símbolo en la minería local.
ÍNDICE Mano del Desierto
10
Puerto Fiscal
25
Puerto de Coloso
11
Casa de la Cultura
26
Auto Club
12
Plaza Colón
27
Universidad Católica del Norte y Universidad Antofagasta
13
La Catedral
28
Ruinas de Huanchaca
14
Casa Gibbs
29
Capilla Militar
15
Mural ex Casa Gibbs
30
Museo del Desierto
16
Edificio Fiscal de Correos
31
Estadio Regional “Calvo y Bascuñan“
17
Mural ex Edificio Patiño
32
Balneario Municipal
18
Barrio Histórico
33
Club de Tenis
19
Estación FCAB, Calle Bolívar
34
Cerro el Ancla
20
Estación Ferroviaria de Calle Valdivia
35
Basílica Corazón de María
21
Edificio Consistorial Ilustre Municipalidad de Antofagasta
36
Avenida Brasil
22
La Portada
37
Casa Giménez
23
Trópico de Capricornio
38
Mercado Modelo
24
Corporación Gen
39
10
Mano del Desierto Es una estructura de ferrocemento construida con fierro de construcción, malla de alambre y una capa de hormigón de unos 8 centímetros de espesor. Alcanza una altura de 11 metros y en su interior hueco tiene vigas de acero doble T que soportan la carcasa. Está ubicada en el kilómetro 1300 de la Panamericana Norte o Ruta 5, a unos 76 kilómetros al sur de Antofagasta. Fue inaugurada en marzo del 1992, ocasión en que el alcalde de Antofagasta de entonces, Floreal Recabarren, le hizo entrega a su creador, el escultor Mario Irarrázabal, las llaves de la ciudad. La escultura fue realizada gracias al empuje de un grupo de antofagastinos que se fueron sumando, a título personal, al proyecto propuesto por el escultor. El equipo (constituido por David Campusano, Ángel Gordo, Herman Mondaca, Fernando Trautmann y el autor de este texto) consiguió los aportes privados y organizó la logística, nada de convencional requerida. Su entusiasmo no decayó hasta su término, a pesar de que se trataba de una iniciativa algo descabellada para algunos.
Muchas veces se le ha preguntado al escultor qué representa la Mano, a lo que él responde que desea que la interpretación de su obra sea libremente hecha por cada visitante. Cree que expresa un deseo de humanizar este mundo y de relacionar al hombre con el universo entero. También dice que hay un juego entre lo grande y lo pequeño. La Mano, a pesar de ser monumental, empequeñece ante la inmensidad del desierto. En una hermosa soledad mágica emerge la Mano grandiosa cual catedral, contrastando con el límpido azul del cielo nortino y a la vez se mimetiza con el suelo y el ocre de los cerros que la rodean. Es más bella con la luz de amanecida, mientras que con luna llena es misteriosa. Esta fue la primera iniciativa de la Corporación Pro Antofagasta, PROA, que desde entonces ha venido impulsando diversos proyectos en beneficio de la comunidad. Hasta el día de hoy, integrantes de PROA realizan dos operativos anuales de limpieza de la escultura y su entorno, aparte de borrar los grafitis y reparar los destrozos que causan algunos visitantes, de tal forma de dejar la obra en las mejores condiciones posibles para el disfrute de los turistas.
Carlos Tarragó Cardonne
Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
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Puerto de Coloso Dos productores salitreros de Tarapacá, Matías Granja y Baltasar Domínguez, organizaron una empresa para explotar unas salitreras de su propiedad que poseían en el Cantón de Aguas Blancas. Ese Cantón tenía ricos yacimientos de caliche y se habían explotado el siglo XVIII. Desafortunadamente el costo aumentaba con la distancia que debían recorrer las carretas para llegar hasta el puerto de Antofagasta. Los socios concibieron dos proyectos: Construir un nuevo puerto en la Caleta Coloso y establecer un ferrocarril entre ella y el Cantón de Aguas Blancas. Cuando solicitaron autorización para ambas obras, hubo una fuerte oposición de Antofagasta. Pese a las dificultades lograron ser comprendidos en la intención y aceptar que el puerto de Antofagasta estaba colapsado con los numerosos embarques. Cumplido los requisitos comenzaron las obras afines del siglo XIX. En 1902 los dueños y las autoridades invitadas recorrieron en el viaje inaugural la distancia que había entre Coloso y Aguas Blancas, concretamente hasta de Oficina Pepita de propiedad de los empresarios. Coloso quedó transformado en un próspero puerto de embarque de salitre. El sector costero, ensanchado adecuadamente, estaba destinado a la estación, las bodegas para acumular salitre, el tendido de rieles para el movimiento portuario, el almacenaje de carbón y la torna mesa para cambiar la dirección de los trenes. En el sector alto hacia el sur, se levantaban las casas de los empleados directivos y las de los empleados de escritorio. Las viviendas de los trabajadores estaban en la falda norte del cerro. Un poco mas abajo se ubicaba un hotel de dos pisos, el Cuartel de Bomberos, una Plaza, la pulpería, el cine y una capilla. El puerto estaba dotado de teléfono, agua potable, una red de agua para incendio, y una cancha de tenis exclusiva para el personal inglés y una cancha de fútbol. En 1907, año de gran auge de exportación de salitre, anclaron en la bahía 300 naves que llevaron a diferentes países un total de 112.000 toneladas de salitre. La población pasaba de 2.450 habitantes. El puerto permaneció activo hasta 1930, cuando la crisis salitrera lo derrumbó. Escasearon los barcos, las oficinas del Cantón de Aguas Blancas apagaron sus fuegos. Entonces, se vendió como chatarra y madera de buena calidad. Tal situación provocó un impacto más allá de las fronteras nacionales. En Londres, el periódico “The Liverpool Post”, dio cuenta de tan inaudita situación en la edición del 12 de febrero de 1932: “El pueblo salitrero decía, será destruido. Mr. Robert Bell ha comprado un pueblo…se propone destruirlo”. Así sucumbió otro importante patrimonio regional.
Floreal Recabarren Rojas
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Auto Club El Mercurio en la edición del domingo 13 del mes de octubre de 1919, en una crónica destacada informó, “hoy se inauguró el chalet de la asociación de automóviles”. Se concretaba así, el sueño de un joven ejecutivo, Carlos Hammersley, que se había avecindado en la ciudad en 1914, para asumir la responsabilidad del negocio salitrero de su suegro don Manuel Chinchilla. Carlos se casó con Irene en Nueva York, en el invierno de 1912, 2 años después, la guerra mundial no era sólo una amenaza, era una realidad. Resolvieron retornar a Chile y se establecieron en Antofagasta. Organizaron su hogar en una hermosa casa en la calle Salvador Reyes. Antofagasta prometía un desarrollo acelerado. La fuerte demanda del salitre por las naciones en conflicto, desató un fuerte crecimiento de la producción. La Municipalidad construía la Casa Consistorial en la calle Latorre. Un médico, Maximiliano Poblete Cortés, ejercía la Alcaldía y era militante del partido radical. Poblete era un soñador, igual que Carlos Hammersley, y en el fondo de su alma pretendía transformar el puerto en una gran ciudad. Entre ambos soñadores, Maximiliano y Carlos, nació un fuerte lazo de amistad. En el intento de Carlos por construir una casa como hogar de los automovilistas, también participó el Alcalde. Ambos recorrían el sector costero sur, buscando un sitio adecuado para albergar la institución. Maximiliano y Carlos, estuvieron de acuerdo que el lugar se encontraba a la mitad del camino entre Antofagasta y Coloso. Terminada esta etapa, se procedió a abrir una propuesta para el proyecto arquitectónico. Alfredo Cousiño, profesional de cierta fama, fue el ganador. En lo referente a la construcción del proyecto, fue favorecido Juan S. Davinson, que presentó un presupuesto de $62.650. Incluso se comprometía hacer entrega de la obra, en un plazo de 100 días.
Al momento de suscribir el contrato de construcción, la asociación era una corporación formada por 132 personas, que entregaron una cuota personal de $100. Sin embargo, para ayudar a la empresa, debieron aportar extraordinariamente, la cantidad de $200 cada uno. El inicio de la construcción motivó la circulación de diversas versiones para explicar el propósito de lo que allí se construiría. Unos explicaban que sería un hogar para monjas de claustro y otros repetían que era la mansión de un personaje excéntrico, que quería vivir alejado de la población. El 13 de Septiembre de 1913, lo más granado de la sociedad antofagastina, repletaba el Gran Salón de la mansión. Un grupo selecto de damas, de autoridades, y personajes de la ciudad estaban ubicadas en un apartado especial. Allí se encontraban, Irene de Hammersley, Livia de Balmaceda, esposa del Intendente, Estela de Poblete, señora del alcalde, Dora de Tapia, Delia de Quinteros, Elvira de Penjeam, Doralisa de Pinkas y Lía de Cabrera. El Presidente de la Asociación explicó el propósito que se lograría con la construcción del hermoso Chalet: “tener un lugar en donde descansar de la pesada faena diaria, en donde respirar a pulmón lleno de aire puro vivificante del mar”. Próximo a cumplir cien años de existencia el Auto Club, renovado y convertido en un gran centro de atracción de la ciudad, sigue de pie a pesar del incendio que lo destruyó en la madrugada del 5 de enero de 1945.
Floreal Recabarren Rojas
Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
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Universidad Católica del Norte y Universidad de Antofagasta Antofagasta durante la década de 1950 vivió una febril actividad. Por un lado, de reclamos ante el centralismo político por los graves problemas que le aquejaban: carencia de electricidad, de productos agropecuarios, de agua potable y, por otro, de grandes iniciativas lideradas por el Centro para el Progreso y la Municipalidad, como solución la crisis que se sufría, y la exigencia de una zona franca alimenticia, los fondos del cobre y por cierto el anhelo de contar con universidades regionales. En 1956 surgió primeramente la Universidad del Norte como dependiente de la Universidad Católica de Valparaíso. Al frente como Director (Rector) quedó el sacerdote jesuita Gerardo Claps Gallo, antofagastino, que fue fundamental en la orientación de la Universidad hacia el tema que nos ocupa. Las pedagogías iban de la mano con la tecnología. La Universidad de Chile estableció ese año, la sede regional de Antofagasta que asumió el mencionado quehacer, haciendo confluir, en los hechos, idéntica preocupación y atención sobre el pretérito del territorio. Más tarde, la Universidad Técnica del Estado creó una sede regional apoyándose en la vieja Escuela de Minas, que tanto prestigio brindó a la región. Las universidades contaron con el apoyo de la ciudad para acometer sus tareas. Algunas transformaciones se operaron como reflejo de la situación nacional. Así, en 1982 surgió la Universidad de Antofagasta, de la fusión de las sedes de la Universidad de Chile y de la Universidad Técnica del Estado. En 1990, la Universidad del Norte, retornó a la Iglesia, después de su intervención en 1973, y dio lugar a la Universidad Católica del Norte. De comienzos modestos lograron antes de la década tener los campus que hoy exhiben, respectivamente. Ambas universidades dieron cauce al rescate del patrimonio arqueológico de la zona, a los estudios históricos del pasado urbano y salitrero como también a la valoración de las etnias originarias y al acervo literario y, paralelamente, mantienen museos y una extensión cultural que permite a la ciudad disfrutar de la música, el teatro, las presentaciones folklóricas, etc. La presencia de ambas universidades refuerzan el interés por el pasado y la identidad urbana y del desierto de Atacama. Sus publicaciones dan cuenta del nexo íntimo con la región y de que manera contribuyen a dar respuestas a los requerimientos de su población, de su aparato productivo, de las tecnologías y, en general, de profesionales que cubren las necesidades del Norte Grande de Chile.
José Antonio González Pizarro
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Ruinas de Huanchaca Las denominadas “Ruinas de Huanchaca”, ubicadas en el sector sur de la ciudad de Antofagasta, constituyen un hito patrimonial, pues simbolizan, en parte, una etapa del desarrollo minero e industrial alcanzado por la zona a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, asimismo dan cuenta del esfuerzo y empuje del capital privado y de cientos de hombres y mujeres que llegados a esta ciudad y región comprometieron su vida y sus recursos en diversas actividades, con el firme propósito de alcanzar un mejoramiento de su estatus personal, pero que con dicho empeño colaboraron en el desarrollo y crecimiento de la región. Las ruinas conforman los basamentos estructurales en donde se empotraron las instalaciones del Establecimiento Industrial de Playa Blanca, que construyó la Compañía Huanchaca de Bolivia en Antofagasta, con el propósito de procesar los minerales de plata que obtenía en sus pertenencias mineras en el altiplano boliviano: Pulacayo, Ubina, Challa y Asiento, entre otros. Las instalaciones del Establecimiento Industrial de Playa Blanca se construyeron entre 1889 y 1892 y “el 26 de Febrero de 1893 se fundieron las primeras barras de plata. El Establecimiento Industrial de Playa Blanca llegó a tener una planta de 1000 trabajadores, entre obreros, administrativos y profesionales, para quienes la empresa construyó un campamento que se ubicó en el sector alto, casas que fueron adquiridas años más tarde por la empresa del Ferrocarril, las que se instalaron en Avenida Argentina y se mantienen en funcionamiento hasta la fecha. La Compañía Huanchaca de Bolivia necesitó vincular en forma eficiente el gran establecimiento
Industrial levantado en Antofagasta con el Altiplano, y para eso completó entre 1885 y 1890, el tendido ferroviario entre Antofagasta y el Altiplano, luego procedió a tender una cañería para el agua potable, con ello dotó de agua potable a la ciudad. Finalmente procedió a tender líneas telegráficas que unieron distintas ciudades de Bolivia con Antofagasta, lo que contribuyó significativamente al equipamiento urbano de la ciudad de Antofagasta. La fundición comenzó un proceso de paralización de sus operaciones a partir de 1902 y hasta 1904, luego sufrió una etapa de desmantelamiento de sus instalaciones, con posterioridad permaneció abandonada hasta convertirse en ruinas. En esta condición se mantuvo hasta que en 1996 la Corporación Pro Antofagasta (PROA) y la Universidad Católica del Norte, con financiamiento del Gobierno Regional, llamaron a un Concurso Nacional de Anteproyectos y Propuesta Urbanística para rescatar el Monumento Nacional Ruinas de Huanchaca y su entorno. En el año 2006, la empresa Enjoy, se adjudicó la licencia para desarrollar el Casino de Antofagasta, la que consideraba asumir la recuperación de las ruinas, tomando como base el anteproyecto ganador del concurso de 1996. Hoy se puede apreciar como los antiguos y monumentales cimientos de piedra han cobrando vida, con las diversas instalaciones que se han levantado en su entorno, en especial el Museo del Desierto y la conformación de la Fundación Ruinas de Huanchaca, uno de cuyos objetivos es la puesta en valor del monumento y difusión de su potente pasado.
María Teresa Ahumada Manchot
Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
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Capilla Militar La Capilla Militar forma parte del complejo Ruinas de Huanchaca y funciona como tal desde 1942, año en que fue transferida al Ejército, siendo inaugurada el 30 de noviembre del mismo año, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen. La construcción de la sala de piedra que alberga la capilla data de fines del siglo XIX, pues formaba parte de las instalaciones del Establecimiento Industrial de Playa Blanca, que la Compañía Huanchaca de Bolivia levantó en Antofagasta entre 1889 y 1892, para beneficiar su producción de plata en sus pertenencias mineras en el altiplano boliviano. El establecimiento de Playa Blanca estaba conformado por las varias secciones: Habitaciones, Oficinas, Almacén, Talleres, Edificios de Máquinas, Calderos y Motores, Fábrica de Gas, Luz Eléctrica y Teléfonos, Molienda, Calcinación, Amalgamación, Fundición, Bombas y Estanques, Romanas, Ferrocarriles, Sampling Word, Chimeneas , Mangas y Buzones.
Entre las máquinas, bombas y estanques que funcionaban en dicha sección se constaba con dos bombas para agua salada, una “Northington” y otra “Davidson”, dos estanques de fierro para agua salada, un estanque de fierro para agua dulce, un estanque de fierro para agua caliente y tres estanque de fierro para azoque. La dependencia denominada “casa de piedra” estaba situada en una explanada junto al borde costero, protegida por un muro del mismo material y era una pieza sólida levantada con piedra canteada unida con mezcla, con el propósito de resguardar la máquina resacadora de agua, con la cual se procesaba el agua de mar, para desalinizarla, con el objeto de dejarla apta para el uso industrial, pues las faenas que se desarrollaban en el Establecimiento Industrial de Playa Blanca la requerían abundantemente y, además, la ciudad carecía de agua potable, por tanto esta sección cumplía un rol clave ya que lo que aquí se realizaba era una operación de gran importancia para el éxito del funcionamiento general de la industria.
María Teresa Ahumada Manchot
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Museo del Desierto En Octubre 2007 se presentó la Fundación Ruinas de Huanchaca (FRH) en el Monumento Histórico del mismo nombre. Paralelamente se inició la construcción del Museo Desierto de Atacama (MDA) el que abrió sus puertas el 25 de mayo del 2010. La FRH, entidad sin fines de lucro, tiene como socios fundadores a la Universidad Católica del Norte y la empresa Enjoy, y un tercer socio es la Sociedad Química y Minera de Chile. El MDA se alberga en un edificio de 2200 m2, Premio Bicentenario de Arquitectura. Su “entrada exhibición” presenta un Jardín de Rocas del norte de Chile y la muestra Planos y Esferas del Desierto de Atacama con rocas modeladas por el viento y concreciones, estructuras asociadas a fósiles. Cuenta con un hall principal y otro secundario, cinco salas de exhibición, un auditorio, dos patios de luz, oficinas y espacios de trabajo, bodega, cafetería y tienda. La majestuosidad de las ruinas define un espacio escénico de gran dignidad para espectáculos de categoría internacional. El hall principal es para exhibiciones itinerantes. La exhibición permanente se distribuye en las cinco salas. Las salas 1 y 2 muestran la “Creación del Espacio” a través de la Geología y la Paleontología, que explican la formación de los actuales Desierto y Altiplano, y los seres que vivieron en su pasado geológico. Las salas 3 y 4 posicionan al hombre en el escenario creado y una apretada síntesis de su relación con la minería. El hombre establecido mira al cielo nocturno más limpio del mundo y visualiza su cosmovisión. El hombre del norte llega al tercer milenio donde los “ojos” y “oídos” más potentes del planeta escudriñan el cielo hasta los confines del cosmos. Exhibición de Astronomía preparada por el Observatorio Europeo Austral (ESO) en la sala 5. En el pasillo central se ha incorporado una serie de vitrinas destinadas a exhibiciones temporales. En el hall sur está la exposición Ruinas de Huanchaca, donde se muestran piezas rescatadas de las excavaciones efectuadas en las construcciones de Enjoy y del MDA. En el patio de luz sur se ubica la escultura de cobre “Animas” del proyecto bicentenario Animas.
Guillermo Chong Díaz
Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
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Estadio Regional “Calvo y Bascuñan” Es el recinto deportivo de mayor aforo de todo el Norte Grande. En 1973 se controló una asistencia récord de casi treinta y tres mil personas. Su construcción se inició a comienzo de los años sesenta, con la esperanza de poder ser sub-sede del Mundial de Fútbol de 1962, anhelo que no se logró. La idea original de este recinto nació desde el Consejo Local de Deportes, presidido entonces por don José Papic R. Años después se creó un Comité Pro-Construcción del Estadio (fines de 1955), presidido por Alberto Calvo, con Miguel Bascuñan como secretario. Los expertos ministeriales escogieron el lugar donde hoy se levanta y que en ese entonces pertenecía y ocupaba el Club Hípico local. El municipio antofagastino aportó la mayor parte de los fondos, iniciándose la construcción en enero de 1961. El proyecto era muy ambicioso, considerando varios recintos deportivos. La obra se terminó recién en 1964, después de muchas vicisitudes en su construcción. De todo lo proyectado originalmente sólo se entregó este Estadio y, en verdad, casi en su obra gruesa. Fue inaugurado oficialmente el 8 de octubre de 1964, ante 32.000 personas, con la presencia del Presidente Jorge Alessandri R., acompañado del Alcalde Santiago Gajardo P. El primer encuentro oficial se disputó el 12 de octubre de ese año entre las selecciones amateurs de Antofagasta y Chuquicamata.
Su terminación (a medias y sin iluminación) permitió que, dos años más tarde (1966), Antofagasta ingresará al fútbol profesional con el nombre de Antofagasta Portuario. Durante un tiempo estuvo en manos de Digeder (hoy Chiledeportes), para volver luego a su propietario original, la Municipalidad de Antofagasta. Sus planos originales eran iguales al estadio de Concepción, con doble tribuna, la que nunca se construyó. Fue refaccionado, a medias, para ser una de que las sedes del Mundial de Fútbol Juvenil de 1987, pero, en verdad, permaneció bastante olvidado por largos años. A comienzos del año 2010, el municipio acordó llamarlo oficialmente “Calvo y Bascuñán”, como reconocimiento a estos dos dirigentes que lideraron la campaña por su construcción. También se decidió remodelarlo totalmente, mediante un convenio con Minera Escondida y el Gobierno Chileno.
Antonio Obilinovic Arrate
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Balneario Municipal La fortuna no premió a Antofagasta. Un hermoso océano baña su largo territorio, pero también un cordón de rocas impide el contacto directo de sus habitantes con las aguas del Pacífico. Dicho de una manera tajante: la ciudad no tiene playas. Sólo con esfuerzo se ha logrado transformar pequeñas ensenadas costeras en balnearios. Es el caso del Balneario Municipal que ha llegado a lo que es hoy, gracias al esfuerzo humano. Es difícil establecer una fecha de nacimiento del balneario. En una mirada hacia los años del ciclo salitrero, la poza fue un centro de reparación de embarcaciones menores. La exportación del salitre estimuló la construcción, en la séptima región, de “las lanchas maulinas”, barcas de gran tamaño sin capacidad de movilidad propia, de manera que eran arrastradas remolcadores. El mantenimiento de los lanchones creó la necesidad de establecer un lugar para arreglarlas y sitio adecuado para vararlas. Así surgió, El Varadero. El Alcalde Maximiliano Poblete, visualizó El Varadero como un futuro balneario. El alcalde solicitó un préstamo de doscientas mil libras esterlinas en Londres destinados a mejorar la ciudad y en el presupuesto consignó la inversión de las doscientos mil libras de esterlinas, un ítem para la construcción de “un balneario cómodo y seguro” con un costo de dos mil libras. Se construyó el espigón que dio mayor amplitud al espacio para retener las aguas y servir de rompeolas, transformándola en una extensa piscina.
Paulatinamente el balneario fue acondicionado a través de obras municipales. Así se construyó, frente a la playa de la poza grande, el edificio que se conoció como “Terraza Miramar”. En 1934 asumió la alcaldía el Doctor Humberto De Ramón Correa, quien continuó mejorando el Balneario Municipal. Construyó un muelle protegido con sombrillas en la parte norte de la poza y con visión de futuro destinó el espacio que se extendía entre el camino a Coloso, el mar y 300 metros hacia el sur de la Terraza Miramar, a la recreación popular. Allí se construyeron mesas de concreto armado que llegaban casi a Las Almejas. Cada mesa tenía su sombra. Era lugar de picnic familiar. Pavimentó varios espacios de tierra para el tránsito de los peatones. Aumentó el número de camarines y duchas en El Castillo. El concesionario hizo los propio en La Terraza. Después del periodo personalista del General Pinochet, retornó la democracia volviendo a la Comuna Autónoma y Democrática. Se perfeccionó la institucionalidad regional, otorgando autonomía a los Consejo Regionales. Hubo más recursos regionales y municipales. Fue en el periodo del alcalde Pedro Araya y el Intendente de Jorge Molina, cuando se realizaron los trabajos más importantes y de envergadura en el Balneario, dentro de los que destacaron: la prolongación del espigón sur, enrocado en la puntilla, recambio de arena de la playa, construcción de cimbra y desrocamientor de la orilla de la playa y construcción de un paseo sobre el enrocado del molo y un nuevo trampolín.
Floreal Recabarren Rojas
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Club de Tenis Un símbolo de la presencia inglesa en Antofagasta y de la influencia que sus miembros tuvieron en el nacimiento y desarrollo de las actividades deportivas locales. Ubicado en el sector sur de la ciudad, su fundación de debe básicamente a ciudadanos de esa colectividad - casi todos funcionarios del Ferrocarril de Antofagasta a Boliviainteresados en promover el desarrollo de este deporte que ya era muy popular en Inglaterra. Además, era un juego que congeniaba muy bien con sus convicciones de deportistas y caballeros y que contribuía también al desarrollo de la vida social. Para fundarlo se escogió un terreno en el sector sur de la ciudad - la actual Avenida Angamos - poco poblado entonces y colindante con el recién nacido Club Hípico, también de mucho “aroma” inglés. El club ya funcionaba en 1917, pero su fecha oficial de fundación fue fijada el 15 de junio de 1921, integrando su primera directiva los socios Santiago Orchard, Carlos Mira, Eduardo Reyes Cox y Bernardo Harsein, los que comenzaron la construcción de su inconfundible fachada de casona estilo inglés, que más tarde pasó a constituirse en un patrimonio arquitectónico de la ciudad. El club se transformó muy pronto en uno de los principales centros de la vida social antofagastina gracias a sus hermosas dependencias interiores que contaban con un gran salón principal. Ahí se celebraron numerosos encuentros sociales, incluyéndose algunas versiones de la muy esperada Fiesta de la Primavera, evento donde participaban hermosas señoritas de la sociedad antofagastina. La influencia social del Club fue decayendo con el tiempo, siendo hoy solo un Club de Tenis, que cuenta para su práctica con siete canchas de arcilla. Aún más, su fachada original ha sido modificada en parte, debido al uso comercial que se le ha debido dar a esas instalaciones, para poder así solventar la mantención y subsistencia de la institución. Próximo a su centenario, el Club de Tenis se mantiene como el recinto deportivo más antiguo de Antofagasta.
Antonio Obilinovic Arrate
Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
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Cerro El Ancla Antofagasta era un punto geográfico, puerto muy reciente, que comenzó a ser poblado en 1866 y al ser fundado oficialmente el 22 de octubre de 1868, las autoridades bolivianas decretaron: “Como un distintivo de la nueva ciudad se marcará un ancla que debe estar asentada en el punto más adecuado y visible del cerro adyacente a la población, que señale en el mar y en el puerto de desembarque a los buques el centro de radicatoria de las autoridades del Supremo Gobierno, para cumplir las leyes que rigen”. En consecuencia, el ancla del cerro encerró dos fines: por un lado, la importancia que iría a tener La Chimba o Antofagasta como puerto de salida de la producción del salitre, cuyas concesiones había asignado ya el gobierno boliviano a José Santos Ossa y, por otro, el asiento político-administrativo del pueblo en todo el litoral. La instrucción de la autoridad de la Prefectura de Cobija era clara. El momento para ejecutar la obra, fue la próxima llegada del primer navío que iba a embarcar salitre en La Chimba o Antofagasta, lo cual hizo que el administrador de la Compañía de Salitres Jorge Hicks, encomendara ésta a un minero de apellido Clavería. Cabe indicar que el primer muelle todavía estaba en construcción y sería operativo en 1869, ubicado en la “Poza”, al frente del actual Barrio Histórico. El símbolo asignado por la autoridad política se constituyó junto al de La Portada, más al norte de la bahía de San Jorge, en los dos principales emblemas de la ciudad, de naturaleza marítima. La ubicación del Ancla en ese cerro era la proyección de la ubicación del muelle y la “Poza” pero, también, donde se localizaban las máquinas de la Compañía Salitrera y las chimeneas de los establecimientos de la Beneficiadora de Amalgamación de Metales, como reparó Vidal Gormaz. El Ancla fue pintada con cal y sus dimensiones son de 18 metros de largo, 11 metros el cepo, 8 metros la uña y 4 metros el argoneo. Inicialmente fue mantenida por la Compañía y una vez convertida Antofagasta en Puerto Menor en 1871 y erigida la Municipalidad en 1872, la Corporación cuidó su preservación no faltando las voces, como la de Isaac Arce que cuidó de hacer notar a las autoridades, en el siglo XX, que el Ancla constituye un “símbolo que no debe desaparecer nunca”. En 1953 la Municipalidad reconoció en el Ancla el símbolo identitario mayor, no sólo para distinguir las casas más bellas de su población sino para reconocer a sus hijos y vecinos que más habían contribuido con su desarrollo. Los primeros Caballeros del Ancla de Oro fueron los poetas Andrés Sabella Gálvez y Antonio Rendic Ivanovic, en cuyas obras se evoca dicho símbolo. Cada 14 de febrero- día de Antofagasta- se hace una “ascensión al cerro”, en distintas categorías, llegando el año 2012 a 210 participantes.
José Antonio González Pizarro Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
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Basílica Corazón de María Ubicada en calle Lord Cochrane entre Copiapó y 21 de Mayo, el templo fue consagrado el día 8 de diciembre de 1928, por el Obispo de Oruro, Monseñor Abel Antezana. En mayo de 1903 llegan los misioneros de la Congregación Hijos del Inmaculado Corazón de María a la ciudad, instalándose en un templo a medio construir, cuyas precarias condiciones eran evidentes; para oficiar la misa se utilizaba una cómoda como altar, los asientos eran tablones rasos apoyados en cajones de parafina. Tampoco había campanas y la liturgia de los domingos, se efectuaba con la asistencia de seis feligreses. Los trabajos de la Iglesia se aceleran y la obra fue terminada y bendecida el 8 de diciembre de 1903. Tras la instalación de la Congregación y la construcción de la Iglesia, los claretianos emprendieron la misión de reconocer el territorio, viajando hacia Cobija, Tocopilla, Chuquicamata, las oficinas de Pampa Central y Aguas Blancas; en algunas de estas localidades se restablece el servicio religioso y se fundan parroquias como la de Mejillones consagrada en 1906 al Corazón de María. El 7 de diciembre de 1912, un voraz incendio destruye por completo el templo; trasladándose a calle Copiapó, allí instalan los pocos bienes salvados del fuego, los vasos sagrados y la imagen del Sagrado Corazón de María. Al año de la tragedia, el 8 de diciembre de 1913, se inician las obras de construcción, en ellas participan el ingeniero de obras de la comuna, Luigi Abd El Kader y los ingenieros Augusto Larraín, León Hothhernall y Héctor Frías. Además, el arquitecto español Castañer, se encarga de la edificación. Por su parte, el padre Julián Arrieta, diseña y ornamenta el interior del templo y crea las imágenes de la Virgen María y de San Antonio Claret, puestas en las cúpulas de la Iglesia. El templo de estilo bizantino y románico, demora 15 años en ser construido, sobre planta rectangular y ormigón armado, posee una longitud de 50 metros con 15 metros de ancho y 18 metros de altura en su nave central. La fachada exterior presenta un frontón circular y tímpano perforado sobre el cual aparece el rosetón y a los lados torres - campanario idénticas, de 35 metros de altura. Sobre el presbiterio se levanta una cúpula de 45 metros, en ella se posa la escultura de la Santísima Virgen, de 5 metros, hecha en cobre, que remplaza a la antigua imagen dañada por el terremoto de 30 de julio de 1995. Actualmente el templo ostenta el título de Basílica Menor, nombramiento otorgado el 10 de mayo de 1999 por la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano durante el pontificado de Juan Pablo II.
Héctor Ardiles Vega
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Avenida Brasil Este único “pulmón verde” de la ciudad, fue en el pasado el lugar residencial por excelencia, exhibiendo ya en el Centenario (1910) hermosos chalés y casonas. Consta de siete cuadros (parques), enmarcados por las calles O'Higgins y Carrera. Según Floreal Recabarren el sector se llamó primero “Cancha de carreras”, pues ahí se disputaban este tipo de competencias equinas. En 1897 el municipio acordó llamarlo Avenida del Brasil. El paseo fue tomando forma lentamente, mientras los nuevos residentes iban levantando sus casas. En 1908 se propuso colocarle árboles a uno y otro lado en toda su extensión y jardines en algunos de sus cuadros. En 1910 se terminó la construcción del parque que comienza en la calle Matta, el que por ese hecho lleva el nombre de “Centenario”. Entonces, la colonia griega donó la escultura “Los luchadores”, hoy desaparecida. Si, se conserva el Odeón musical, desde donde se realizaban las retretas nocturnas en antaño. Quien más impulsó la terminación de este paseo fue el alcalde Maximiliano Poblete. Su busto, al inicio del parque “Centenario”, es el reconocimiento a sus afanes. En torno a su primigenia arborización aún subsiste el mito urbano de que para aquello se recurrió al lastre de los veleros salitreros, creencia absolutamente falsa. Su pasada condición de sector más acomodado de la ciudad podría identificarse, entre otros hechos, con la instalación en ella del regimiento Esmeralda, el histórico regimiento de los “pijes”, y, con la construcción del “palacio” Abaroa, levantado por el magnate Andrónico Abaroa, mansión donde luego nacería su nieto Andrónico Luksic Abaroa. Hoy, pertenece al Gobierno Regional. La creada Corporación Cultural Casa Abaroa consiguió que la edificación fuera declarada Monumento Nacional. Otra construcción célebre, fue el hermosísimo chalé levantando por el Dr. Gonzalo Castro Toro, demolido hace poco tiempo. De su pasada condición de vergel hoy sólo subsisten algunos añosos pimientos y eucaliptus. El pasto reemplazó hace tiempo a los orgullosos árboles de antaño. Urge así, devolverle pronto a la Avenida del Brasil su belleza y grandeza perdida. Hoy, el sector es un importantísimo núcleo de diversas actividades comerciales, financieras, profesionales y de salud, entre otras. También de intensa vida nocturna.
Antonio Obilinovic Arrate
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Casa Giménez Todo estaba dispuesto para inaugurar el edificio más bello de Antofagasta, obra de Ismael Giménez Giménez, el ciudadano español avecindado en Chile. Era el año 1924. Sorpresivamente se ordenó un cambio en el evento. Sus amigos conocían la causa de la modificación: su hija María de 18 meses de edad, había fallecido. Ese mismo año, pero en diciembre Ismael, pudo cumplir su sueño de abrir su tienda con el nombre de Tienda Las Camelias. Don Ismael nació en las fértiles tierras de Nieves de Camero, en la provincia de Logroño. Muy joven partió rumbo a Chile y se instaló en Taltal, donde conoció a la dama María Del Valle Hoyuelos, con quien se casó. El matrimonio fijó su residencia en Antofagasta. Ismael se dedicó con éxito a la actividad comercial. En 1918 el matrimonio Giménez volvió a España, para visitar sus tierras y tomar contacto con sus familias. Estando en Sevilla Ismael fijó su atención en el edificio de la tienda, La Ciudad de Londres. Fue amor a primera vista, con el resultado que decidió construir un edificio similar en Antofagasta. No quiso volver, sin antes haber contratado al arquitecto Espieu para que trabajara en el proyecto. Con esta locura en su alma, retornó a la ciudad. El año 1921 llegó arrastrando una dura crisis económica. La guerra había terminado y también había cesado la fuerte demanda de salitre. En ese estado de cosas, Ismael contrató a su coterráneo Jaime Pedreny para la construcción del edificio. La empresa no era fácil. La arquitectura árabe gótico debía ser asumida por artesanos especializados. Lo mismo ocurría con los materiales. Ambos problemas fueron resueltos. Del exterior se importaron miles de barriles de cemento sueco. Una construcción de 28 metros de altura requería abundantes materiales. También se importó el azulejo sevillano. Fierro y vidrio se encargaron a distintos países europeos ¿No era una locura construir una obra de tal alto costo en una ciudad apenas visible en el mapa de Chile? No fue una objeción válida para evitar que Ismael no siguiera con su proyecto. No sólo se preocupó del aspecto exterior, sino también se interesó de adornar las habitaciones del quinto piso, que formarían su hogar. En sus paredes lucieron hermosos frescos copiados de su madre patria: El parque de María Luisa, La Giralda, La Catedral de Sevilla, La aduana y La Torre de oro, dieron el calor de España al matrimonio y sus hijos. Los pisos inferiores estaban dedicados a la Tienda las Camelias. El día de la inauguración,
Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
los invitados subieron y bajaron en el ascensor, una novedad para los antofagastinos. Era el primer edificio de la ciudad que contaba con esta nueva tecnología. Mientras la Casa Giménez cobraba vida, la de su tutor declinaba. Los esposos no estaban bien de salud. Pensaron que podrían recuperarse en España. Lamentablemente no fue así. Ambos volvieron a la ciudad. En 1967 se paralizó el corazón de Ismael. Meses después le siguió María. Antes de partir Ismael dejó una profecía hasta hoy cumplida: “tendrá que caerse toda la ciudad, antes que se derrumbe mi casa”.
Floreal Recabarren Rojas
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Mercado Modelo Ubicado entre las calles Maipú, Ossa y Uribe, ocupa parte de la Plaza Emilio Sotomayor, antigua estación y plaza del Ferrocarril. El edificio fue inaugurado el 21 de mayo de 1920 . El primer centro de abastecimiento de la ciudad estuvo ubicado en el interior del Pasaje Castillo (hoy edificio Segundo Gómez). Este Mercado de madera y planchas de fierro galvanizado, tenía su acceso por calle Caracoles a través del pasaje “de la Recova”; allí se encontraba toda clase de locales, incluso restoranes y dos pisos del edificio daban a calle La Mar. En 1880 un incendio destruye por completo el recinto. El crecimiento de la población y la demanda de los vecinos por tener un lugar de abastecimiento moderno obligan a las autoridades a construir un nuevo Mercado, que concentre todos los rubros del consumo doméstico y reúna las últimas normas de salubridad pública y equipamiento moderno. Esta obra asumida por la administración edilicia de Maximiliano Poblete, ejecuta los trabajos con las 200 mil libras esterlinas de un empréstito inglés de 1914. El edificio de hormigón, con armazón metálica, comienza a construirse en 1917, bajo la dirección del ingeniero Jaime Pedreny. La obra cuya fachada principal mira hacia la Plaza, destaca por sus dos plantas y un zócalo. El primer nivel tenía 28 locales de carnicería, 16 para verdulería, 2 almacenes y un puesto de diarios y librería. El segundo nivel contaba con 8 cocinas, 18 puestos de expendio de pescado, locales de menudencias, pequeñas verdulerías y gallinerías. El subterráneo estaba habilitado para pescaderías, puestos de menestras, abarrotes, tiendas y otros negocios; además hacia calle Uribe se instalaron 14 sitios de venta para leche al pie de la vaca. El techo del edificio esta formado por una losa de concreto armado, cubierto por una capa de estuco de cemento. El interior bien iluminado, con escalas, pasillos embaldosados y corredores espaciosos permitía a los usuarios una circulación expedita y segura. En 1926 el ingeniero Homero Lois Fraga inicia la construcción de una nueva escala de concreto que da acceso al 2º piso, desde calle Ossa y Uribe. El inmueble estaba equipado con dispositivos fitosanitarios, mecanismos higiénicos e instrumentos de precisión de última generación; frigorífico y laboratorio químico, secciones para prueba bromatológica de los alimentos. Un sistema de limpieza a través de llaves y mangueras que permitía el lavado y aseo del recinto. Además una oficina de administración y fiscalización del sistema métrico decimal, a cargo del “fiel ejecutor”, quien controlaba en una romana y balanza los pesos y medidas de los puestos del Mercado. Actualmente el Mercado está en manos privadas, se conserva en buen estado y continua prestando servicio a los antofagastinos que viven, trabajan y vienen al centro a realizar diligencias.
Héctor Ardiles Vega
Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
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Puerto Fiscal El Puerto Fiscal nació como una necesidad tanto comercial como de delineamiento urbano, ante el colapso de los muelles, pero también de la “Poza” cuya profundidad no posibilitaba la recalada de navíos de mayor envergadura, como acontecía en 1907 con el reemplazo gradual de los grandes veleros por los buques a vapor. Hubo varias propuestas elevadas desde Antofagasta para la ubicación y construcción del molo fiscal, destacándose la de Guillermo Murria y Julio Pinkas, entre 19001905. El Presidente de la República Germán Riesco, fue autorizado por el Congreso el 7 de febrero de 1906 para llevar a cabo la “construcción de las obras de mejoramiento del puerto de Antofagasta”. La Comisión de Puertos evacuó su informe el 5 de marzo de 1913 al respecto, con un presupuesto cercano a los 21 millones de pesos, inclinándose por una ubicación hacia el sur de los muelles que pudiera recibir a los buques y pudieran maniobrar con absoluta independencia. La superficie de aguas abrigadas sería de 30.98 hectáreas. La longitud de los atracaderos útiles debía ser de 2.148 metros y la superficie de explanadas de 16.6 hectáreas. Las aguas efectivamente abrigadas serían de 7.3 hectáreas, los terrenos ganados al mar de 14, 7 hectáreas y el largo de malecones de 1.010 metros. Las obras contemplarían: a) Un molo de abrigo, compuesto de dos ramas; una de 648 metros de largo que llega a profundidades de 23 metros, y la otra de 820 metros, construida entre las
curvas de 23 metros y de 28 metros; b) los malecones, estaban diseñados para que los vapores de mayor calado puedan atracar a su costado en cualquier estado de la marea, para lo cual queda al pie del muro una profundidad de 10 metros. El desarrollo total de los malecones es de 2.308 metros, de los cuales 2.148 son aprovechables, pues 160 metros corresponden al extremo de los espigones y c) la defensa de terraplenes, se iban a sujetar en la mayor parte de su perímetro por los malecones. Las propuestas públicas fueron abiertas el 23 de julio de 1918, a las cuales se presentó un solo proponente, el ingeniero chileno Luis Lagarrigue al que se le adjudicaron los trabajos, el 28 de agosto de ese año. Empero, el contrato del señor Lagarrigue fue traspasado en septiembre de 1920 a la firma Baburizza, Lagarrigue y Cía., la cual inició la construcción del Molo en junio de 1920 y concluyó el último bloque del Molo en noviembre de 1926. La construcción del molo de abrigo demoró 3 años y medio. El rompeolas fue recibido por el Fisco el 18 de enero de 1926. Sin embargo, el funcionamiento portuario mostró a los pocos años su insuficiencia para la transferencia y almacenamiento de las mercancías, por lo que el gobierno dispuso en 1943 de los fondos para la conclusión del proyecto original. Dos años después se cambiaron las grúas. En el año 1952 las obras del puerto fueron terminadas definitivamente. La construcción del puerto significó un mejoramiento radical de su entorno: hacia el norte, el Hotel Turismo; al centro, los edificios o colectivos de la Caja de Seguro Obrero Obligatorio, “Perú”, “Bolivia” y “Argentina”; al sur, el edificio del Pabellón de Turismo (hoy demolido).
José Antonio González Pizarro
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Casa de la Cultura En 1912 el Dr. Maximiliano Poblete Cortés, fue elegido Alcalde de la ciudad de Antofagasta. Anteriormente, había ocupado el cargo de Regidor. En esos años, la sede de la Municipalidad estaba ubicada en la esquina nor-poniente de la calle Matta, en una propiedad que era arrendada al minero y hombre de empresa Miguel Zuleta. En el segundo piso del edificio, se ubicaba el salón de sesiones, el despacho del alcalde y oficinas. En ese edificio, fue proclamado Alcalde don Maximiliano Poblete. El anhelo de construir un edificio propio era de antigua data. Siempre la Municipalidad funcionó en casas arrendadas. Además, siempre faltaba el dinero suficiente para emprender una empresa de esa magnitud. Sin embargo, en un juicio, que duró largo tiempo, entre un particular y la corporación, ganó ésta última y recibió por ese concepto un ingreso excepcional de 70.000 pesos. Con ese dinero y algunos recursos propios, el Alcalde Poblete se atrevió a levantar la Casa Consistorial, en un terreno propio que estaba situado en la calle Latorre y donde anteriormente había funcionado una escuela. En diciembre de 1913, el arquitecto Leonelo Botacci, entregó al municipio el plano de arquitectura que fue aprobado por los regidores. Luego se llamó a propuesta pública para la construcción. Se eligió la cotización presentada por el empresario Jaime Pedreny por un total de 135.000 pesos.
El edificio se construyó con concreto armado en el muro exterior y adobe en las murallas interiores. La fachada es de estilo neoclásico francés. El centro estaba constituido por un gran hall de distribución cubierto por un tejado de vidrio. Alrededor del hall se ubicaban las diferentes oficinas municipales. El segundo piso, constaba de un gran salón destinado a la realización de las sesiones de la corporación. Es el llamado “Salón de Honor” del municipio. Los confortables sillones y las mesas individuales de los regidores, la testera donde se ubicaban el alcalde y el secretario municipal, fueron confeccionadas en Concepción. El cielo del Salón de Honor, estaba cubierto, por una lona, hermosamente pintada por el artista Sixto Rojas Acosta. La pintura es de un estilo renacentista. La Municipalidad comenzó a funcionar allí en 1914, y permaneció siendo sede del Municipio hasta el 2000 en que fue construida la Casa Consistorial, cuando estaba sentado en el sillón alcaldicio don Pedro Araya Ortiz.
Floreal Recabarren Rojas
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Plaza Colón La comisión encargada de establecer la organización urbana de Antofagasta definió el lugar donde debía construirse la plaza principal. Así, quedó fijada en el plano levantado en el año 1869 con el nombre de Plaza Colón. Entonces sólo era un espacio vació en cuya superficie emergían rocas desgastadas por el clima. Resultaba curioso advertir que en la calle San Martín se trazaba una línea férrea que salía del patio de la Compañía de Salitre, avanzaba hacia el sur para doblar en calle Lamar (Prat) en dirección al oriente. Los primeros esfuerzos para plantar árboles y especies florales, se vieron truncados por la presencia de burros y caballos que devoraban la vegetación. Además, los inmigrantes que llegaban a la ciudad para establecerse, no encontraban nada mejor que levantar su vivienda de sacos y calaminas en todo el perímetro del terreno. Pese a las dificultades, la plaza se fue formando lentamente. En 1873 el Prefecto de Cobija visitó Antofagasta. Para recibirlo en una ciudad aseada, con la colaboración de los reos de la cárcel se eliminaron las rocas que emergían de la superficie del terreno. Un año más tarde el municipio instaló una bomba para regar un incipiente jardín que habían plantado los vecinos. En ese mismo tiempo, el Intendente de Valparaíso, Francisco Echaurren, envió una donación de 36 arbolitos y una pila de agua para instalarse al centro de la plaza, que ya iba tomando forma de tal. Durante la Guerra del Pacífico, la plaza se convirtió en un centro de reunión. Los vecinos eran atraídos por la música que ejecutaban las diversas bandas de las diferentes unidades del Ejército que acampaban en los patios del ferrocarril. La plaza fue creciendo junto al desarrollo de la ciudad. El 1886 se instaló la iluminación. Al comienzo era luz de parafina. Años más tarde funcionó a gas y en 1904 quedó definitivamente iluminada por energía eléctrica. Primitivamente el riego se hizo con agua desalinizada por las resacadoras, sin embargo al finalizar el siglo XIX, llegó el agua proveniente del río San Pedro, y que se conducía por un acueducto de cerca de cuatrocientos kilómetros de distancia. La empresa del Ferrocarril que distribuía agua en la ciudad, debía entregarla gratuitamente a la Municipalidad.
Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
La ornamentación definitiva de la Plaza Colón fue obra de las colonias extranjeras. En efecto, como una manera de agradecer la acogida que habían tenido en el país y con motivo del centenario de la independencia nacional, regalaron a la ciudad algunas obras. Los croatas donaron el kiosco para la música ubicado en el vértice suroriente de la plaza. En el otro extremo la colonia española, erigió un monumento de los Reyes Católicos acompañado de un león de gran atracción infantil y los ingleses el reloj que es una réplica del que exhibe la Torre del Parlamento Británico. Hacia comienzos de la década de los noventa, la plaza presentaba un abandono tal, que las personas evitaban transitar por ella, dado a su pavimento en pésimo estado, sus jardines casi inexistentes, su mala iluminación, sus asientos deteriorados, etc. En 1993, la Corporación PROA, ante esta calamitosa situación, organizó un concurso nacional de anteproyectos de arquitectura para remodelar la plaza e hizo entrega de la propuesta ganadora a la Municipalidad, la cual desarrolló, en el año 1996, recuperando este paseo la relevancia, dignidad y atractivo de otrora.
Floreal Recabarren Rojas
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La Catedral El fuego ha sido el enemigo permanente en la existencia de las iglesias construidas en la acera oriente de la plaza Colón. En 1672 se levantó el primer edificio religioso que fue consumido por el fuego de un incendio que estalló en 1880. Durante tres años los oficios religiosos más importantes se realizaron en el Cuartel de Bomberos de la ciudad. En 1883 se colocó la primera piedra para levantar un nuevo templo, el cual quedó terminado en el último mes del mismo año. En esa época ya estaban instalados en la ciudad Luís Silva Lezaeta y Florencia Fontecilla. No obstante el presbítero Larraín fue la persona clave en la construcción de la nueva obra. Nadie advirtió que el fuego estaba acechando, de tal forma que el 15 de diciembre se dejó caer con todo su poder destructivo. Nacido en la calle Prat fue destruyendo a diestra y siniestra, hasta dejar sólo cenizas donde hubo un edificio. La Iglesia levantada con material combustible no fue capaz de resistir la arremetida del fuego. La responsabilidad de reconstruir una nueva Casa de Dios cayó en manos del presbítero Luís Silva Lezaeta, cuya obra preliminar fue ablandar los corazones de los más potentados. Cumplida esa primera misión, estuvo en condiciones de poner en marcha la obra. En compañía del Intendente Cayetano Astaburoaga, en el mes de julio de 1907 se realizó la ceremonia mediante la cual se puso en marcha la reiterada tarea de levantar la tercera Iglesia. Los acontecimientos del pasado advertían que era necesario usar materiales más sólidos. Para cumplir ese requisito, se recurrió a la antigua maestraza Orchard Hermanos. Toda la estructura se levantó con columnas de fierro fabricadas allí. De esta forma todos los cimientos se hicieron con material y tecnología local.
Pero había otras obras que requerían importación de materiales extranjeros. España proveyó las tres esculturas talladas en madera para resaltar el altar principal. Desde Francia llegaron las piezas de estilo gótico para magnificar el altar mayor. Cuando se estaba en los afanes constructivos, el fuego, que acechaba permanentemente a la Casa de Dios, reiteró su afán destructor y con sus lenguas demoledoras, aniquiló las viviendas de cuatros calles adyacentes, pero solo fue una amenaza para el templo que ya había tomado la forma de tal. El fuego no paralizó los trabajos. Desde Alemania se importaron los vitrales para las ventanas. Del mismo país llegaron el órgano y la fuente bautismal que quedó instalada a la entrada. El templo de estilo gótico se terminó en 1917.
Floreal Recabarren Rojas
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Casa Gibbs Inmueble patrimonial ubicado en la zona típica del Centro Histórico de la ciudad, perteneció a la Casa Gibbs de Londres, la más prestigiosa casa comercial, que tuvo relaciones con América hispana entre los años 1812 y 1930; siendo parte del “alto comercio” que se extendía por la costa occidental de Sudamérica, desde Panamá hasta el Cabo de Hornos incluyendo parte de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile. La extensión entre el Callao y Valparaíso se constituyó en el centro de la West Coast y la región salitrera le dio sustento por alrededor de 80 años. A través de Guillermo Gibbs y Cía., la Casa - accionista de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta - supo adaptarse al desarrollo de la industria nacional, complementando sus agencias de firmas extranjeras con la representación de fábricas chilenas, a las que aportaron su organización comercial y su capacidad crediticia. En 1924 los negocios de la Casa Gibbs de Antofagasta abarcaban diversos rubros, combinando la importación de mercaderías variadas como representantes en Chile de: calamina y fierro, aceites y grasas, cemento, whisky, parafina en pasta; con la representación de: la Fábrica Nacional de Clavos, la Fábrica Nacional de Velas, la Cía. Nacional de Jarcias San Felipe y Abdulla Tobacco Co. Ld; Agentes generales de automóviles Ford y Lincoln; vapores: Nautilus Steam Ship Co. Ld. Gulf Line, Cía. Generale Transatlantique, Cia. Danesa de Vapores, Pan Pacific Line, Soc. Naveg. Ital. La Veloce y Soc. Anon. Com. Braun y Blanchard; y aseguradoras: Phoenix Assurance Co. Ld., Incendios, Cia. De Seguros La Fénix chilena, Incendios, North British & Merc. Ins. Co. Ld., Marítimo, Autos y Equipaje, y Norwich Union Life Ins. Soc., Vida. Arquitectónicamente, el edificio configurado por un prisma de cuatro pisos y planta rectangular, se distingue por su eclecticismo discreto de comienzos del siglo XX y por su forma aislada. Su equilibrada proporción volumétrica, el trazado de la fenestración y ornamento de fachadas denotan una cierta inspiración clásica, cobrando especial relevancia las cuatro esquinas - tres de las cuales, coronadas por cubiertas de faldones rematan la techumbre - que otorgan al edificio una notable presencia urbana. Las bodegas que se emplazaban al sur de la casa poseían desvíos propios de línea del ferrocarril para facilitar la descarga al interior, fueron desarmadas el 2001 a propósito de la remodelación de la costanera central. Actualmente, este bien patrimonial es ocupado por una sede de la Universidad del Mar.
Claudio Ostria Gonzáles
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Mural ex Edificio Gibbs La visión de los directivos de la Corporación PROA, más el talento del reconocido pintor, Luis Núñez San Martín se unieron en un proyecto orientado a rescatar un legado de vida y color de inicios del siglo XX en Antofagasta, cuando el auge del salitre convertía esta zona en la más importante de la economía nacional. “Plazoleta del Salitre” es el nombre del lugar que alberga un mural de mil metros cuadrados, que refleja la época de oro de una ciudad que hoy se encuentra en medio del vértigo de un progreso que muchas veces olvida su rico legado histórico. El escenario escogido para este monumental trabajo pictórico fue la tradicional ex Casa Gibbs, uno de los edificios patrimoniales sobrevivientes del crecimiento de Antofagasta, y que en medio de la modernidad actual, busca rescatar el paisaje y costumbres de principios del siglo XX. Además, allí están instalados, en una mágica reunión diversos personajes que han aportado al desarrollo de la ciudad desde sus propios ámbitos de acción. Es así como en este mural podremos ver a Andrés Sabella leyendo el diario o al doctor Antonio Rendic esperando para abordar al tren o a Lenka Franulic compartiendo con antofagastinos de la época. No pueden faltar José Papic, Maximiliano Poblete, José Santos Ossa, Luis Silva Lezaeta, Chela Lira, Matías Rojas, Mario Bahamonde, Nora Vera y José Trevizán, interactuando tal como si se tratara de una cápsula del tiempo. Además aparece en la fachada sur Isaac Arce cruzando la calle. La “Plazoleta del Salitre” es el marco perfecto a este mural que busca rescatar ese pasado, con una mirada a las calles de Antofagasta del año 1900, y que muestra una vista de la calle Prat hacia el norte, lo cual le da la profundidad tridimensional a esta obra. El mural de este artista al momento de ser creado fue el más grande de Chile y quizás de Latinoamérica. La iniciativa nace en la Corporación PROA y contó con Fondos del 2% de Cultura del FNDR para su ejecución. La génesis de esta historia se remonta a principios de 2007, cuando el presidente de la Corporación PROA, Carlos Tarragó citó en la Casa Gibbs y le propuso la idea del mural a Luis Nuñez. “En un principio era sólo una parte del edificio, pero al hacer mi propuesta decidí intervenirlo completamente, considerando que una característica de mi obra como pintor es incorporar elementos reales en los trabajos” señala el artista. Se convocó a la especialista Flavia Muzio de la Pontificia Universidad Católica para analizar en terreno las características del muro y el clima, para encontrar el material perfecto: pintura hecha a base de silicatos.
La obra se completa con la escultura, El Aguador, personaje emblemático de la historia del salitre, ejecutada por Katerina Osorio y Mario Calderón. El mural de la ex Casa Gibbs se ha convertido en el punto turístico más fotografiado de Antofagasta.
Claudia Zazzali Contreras
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Edificio Fiscal de Correos El servicio de correo en La Chimba, hoy Antofagasta, estaba a cargo de la Sociedad Explotadora del Desierto, un funcionario viajaba a caballo dos veces a la semana a Mejillones para despachar cartas y valores. Con el aumento del tráfico marítimo el gobierno boliviano declara Puerto Menor a la Caleta (1871), desde entonces se ubica una Oficina de Correos frente al muelle del ferrocarril, la cual fue destruida por el maremoto de 9 de mayo de 1877. Tras la tragedia, el Correo se traslada a calle San Martín, entre las calles La Mar y Ayacucho; luego se cambia a la esquina sureste y suroeste de la plaza. En 1879 funciona en calle Bolívar, de allí pasa a ocupar un local en la esquina de la misma calle, para volver a ubicarse en torno a la plaza, en calle Washington y el crucero noreste de calle San Martín y Sucre (hoy Teatro Municipal), propiedad de la sucesión Pinnau. Allí se mantuvo por cerca de 20 años. Tras medio siglo de deambular por la ciudad, la Oficina de Correos y Telégrafos se instala definitivamente en un inmueble propio, junto a otras reparticiones públicas: Primer y Segundo juzgado, archivo judicial, delegación de Salitre y oficina de impuestos internos. La idea de construir este edificio data de 1918 cuando el senador de la provincia, Augusto Bruna promueve la iniciativa en el Congreso, logrando el 28 de agosto de 1918 la “Ley Bruna”, la cual autoriza a emitir fondos para la realización de la obra. La adjudicación del proyecto fue ganada por la constructora de Julio Arancibia y Carlos Alcalde Cruz y estuvo a cargo del ingeniero Homero Lois Fraga y el contratista José A. Rosales. El jueves 12 de octubre de 1921 se inicia la obra con la demolición del antiguo inmueble fiscal. Ese día las autoridades celebran el acontecimiento con una gran fiesta. El edificio de concreto armado, mezcla de fierro alemán y cemento procedente de Dinamarca y Bélgica, fue estucado y ornamentado por el escultor Higinio Bernales, quien imprime al interior del edificio una atmósfera especial de “exquisito gusto y novedad”, conjugando espacios de luz y ventilación con escalas y amplios pasillos embaldosados. El inmueble considera condiciones estructurales contra sismos y propiedades de incombustibilidad. La crisis económica, política y social de la década de 1920, demora los trabajos y dificulta el término oportuno del edificio. La obra presupuestada para dos años, se entrega al público el 27 de febrero de 1929, casi ocho años desde que se inician las faenas. El edificio ubicado frente a la plaza Colón, en la esquina de las calles Washington y Arturo Prat, fue inaugurado oficialmente en el mes de marzo de 1930. Actualmente, en el edificio fiscal aún funciona una Oficina de Correos y prontamente albergará las dependencias de la Biblioteca Pública Regional.
Héctor Ardiles Vega
Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
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Mural ex Edificio Patiño Esta obra muralística sigue la misma línea temática que el mural de la ex Casa Gibbs, del mismo autor, o sea que busca rescatar parte de la historia de Antofagasta, específicamente la tradición del legado minero y salitrero, mostrándonos un pasado muy colorido y lleno de vida. El talento de Luis Núñez nos invita a transitar por una calle típica de comienzos del siglo XX, en la cual, con un poco de imaginación podremos escuchar los ruidos propios de una ciudad en plena actividad, mientras que destacados personajes locales nos saludan desde distintos rincones. En efecto, imágenes de Pedro Araya, Radoslav Razmilic, Héctor Gómez, Gerardo Claps, Adriana Zuanic, Luis Emilio Recabarren, Santiago Gajardo representan al abanico ciudadano cuya impronta ha contribuido en el engrandecimiento de Antofagasta. Este edificio fue fundado por el ciudadano boliviano Simón Patiño, uno de los empresarios mineros más acaudalados del mundo en esa época y conocido como el rey del estaño.
Su primera actividad se inicia en 1906 cuando comienza a funcionar como sucursal en Chile del Banco Mercantil de Bolivia. Sin embargo, su identidad quedó perdida entre sus múltiples usos como Banco Mercantil Boliviano, Cooperativa de funcionarios de Ferrocarriles, Hotel Belmont y Registro Civil hasta su uso actual por la Policía de Investigaciones, PDI. La obra fue promovida por la Corporación Pro Antofagasta, PROA y contó con el financiamiento de Minera Escondida, Enaex y Emsipor y estuvo adscrita a la Ley de Donaciones Culturales.
Claudia Zazzali Contreras
Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
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Barrio Histórico Antofagasta como ciudad se desarrolla, alrededor de la pequeña bahía denominada La Poza, ubicada entre el Terminal Pesquero y los arrecifes que se encontraban frente a las calles Prat y Baquedano. En esta ensenada, un día de primavera de 1866, Juan López levanta su choza, que al correr de los meses se convierte en un embarcadero. Al mismo tiempo, José Santos Ossa; en búsqueda de caliche, llega al sector para abastecerse de agua y víveres. De esta forma, La Poza se convierte en lugar de servicio para la faena minera y el campamento inicial de la Sociedad Explotadora del Desierto de Atacama, base de la industria salitrera regional y el trazado de las primeras vías del poblado. Con la habilitación de la manzana del Estado en 1868, ubicada entre calles Bolívar y Sucre, el poder público comienza a ordenar y fiscalizar el espacio urbano mediante el servicio de policía, aduana, resguardo y gobernación marítima. Tras la instalación de la Compañía de Salitre y Ferrocarril, la explotación de las minas de Caracoles y la Fundición de Metales de Bellavista, La Chimba, hoy Antofagasta, comienza a poblarse de emprendedores, cuyo trabajo y capital permite levantar fábricas, estaciones, desaladoras y muelles, de los cuales hoy sólo tres se mantienen en pie; el espigón y malecón de la ex Compañía de Salitre; el muelle del ferrocarril y muelle Miraflores hoy Club de Yates.
Este modelado portuario estaba conectado a varios ramales y desvíos férreos, que unían los muelles con la Estación, la Aduana y las bodegas de acopio de las Agencias exportadoras e importadoras. En la playa norte se encontraba el Astillero, al centro sur, el rompeolas y hacia el borde costero sur, los arrecifes; donde estaba el Faro, la casa del islote, el puente y la poza contigua al Hotel Maury y los Baños El Manzano. En la década de 1970, académicos de las universidades locales gestionan la conservación de un conjunto de edificios, otorgándole al sector valor patrimonial y categoría de monumento nacional a los inmuebles. Los edificios que dan origen al Barrio Histórico son: la Gobernación y Resguardo Marítimo, ambos concluidos en 1910; la Aduana (hoy Museo de Antofagasta), traído desde Valparaíso, instalado inicialmente en Mejillones en 1867 y trasladado a Antofagasta en 1888; el muelle salitrero de la Compañía Melbourne y Clark, reconstruido varias veces, la última entre 1904 y 1906; el muelle Miraflores, el molo y muelle de la Compañía de Salitres y la Estación con el Andén, conjunto terminado en el mes de enero de 1889. Actualmente el Barrio Histórico ha sido intervenido urbanísticamente, ampliando y mejorando el borde costero a través de áreas peatonales y espacios públicos entre playa El Cuadro y el puerto.
Héctor Ardiles Vega
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Estación FCAB, Calle Bolívar El tendido férreo en Antofagasta comienza a ser construido en 1873, los primeros carros llegan en septiembre de ese mismo año y, dos meses después, la primera locomotora recorre el centro del poblado hasta el Salar del Carmen y, en 1876, llega a Salinas. Tras las demandas de los mineros y habitantes de la zona, el gobierno boliviano solicita a la empresa del ferrocarril entregarlo al tráfico público. De este modo, en 1877, se inicia el servicio de carga, equipajes y pasajeros de la Compañía; la cual habilita una modesta Estación ubicada, originalmente cerca de las calles San Martín con Bolívar. Tras un decenio de funcionamiento se traslada hacia el sector de los muelles. La nueva Estación de Antofagasta se ejecuta entre los años 1888 y 1889. Este edificio de forma rectangular, de una planta, con “sobretecho triangular”, construido de madera y zinc, presenta una fachada de líneas sencillas y corte clásico; simétrico, armónico y ordenado, cuya puerta y ventanas están revestidas con cornisas triangulares. El frontis de calle Bolívar está acotado en ambos extremos por torres hexagonales, de 10 metros de altura, provisto de ventanas, tanto en la parte inferior como en la superior. Abajo, un ventanal recto y arriba seis ventanas circulares. Al poniente y oriente, de cada torre se construye un elegante enrejado, como cierro perimetral de la propiedad. El sitio de carga está frente al crucero de las calles Bolívar y Washington. Hacia el costado norte del edificio, se ubica el Andén, junto a las vías férreas y el patio interior; éste es un corredor amplio, cuya extensión destaca por sus entradas y ventanales con barrote; la techumbre que cubre el Andén está sostenida por diez pilares de diseño clásico. El salón de espera o vestíbulo, que conecta hacia el Andén, a juicio de la prensa, era “un poco estrecho”. Durante el novecientos, el inmueble experimenta reformas significativas; se construye una segunda planta, desaparece la parte elevada de las torres, se prolonga la superficie hacia calle Aníbal Pinto y surge un “balcón corrido” en el segundo piso que está sujeto a pilares que dan origen, en el primer piso, a un amplio corredor. Las dependencias de ambos pisos, están unidas y conectadas a través de largos pasillos y escalas que dan a la Estación, un aspecto de amplitud, sobrio e imponente. En los primeros años de la década de 1990, la empresa FCAB realiza una restauración a la Estación que “modifica la expresión estilística original”, considerada Monumento Histórico Nacional en 1981.
Héctor Ardiles Vega
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Estación Ferroviaria de Calle Valdivia Ubicada entre las calles Matta y Montevideo, en los altos de calle Valdivia, fue edificada en 1916. El proyecto original consideraba usar madera de teck y baldosa de loza, tal como la torre del reloj de la Plaza Colón y el Banco Mercantil de Simón Patiño, rey del estaño. La Primera Guerra Mundial provocó el aumento de costo del material importado, por lo cual la obra se hizo onerosa. Por esta razón, la Compañía decide construir un inmueble más sencillo y de líneas funcionales. En la planificación, ejecución y supervisión de la obra participaron el arquitecto Vosey, encargado de los planos; los contratistas Carruthers y Stewart y el ingeniero de la empresa Arthur Heskett. La construcción de madera y cubierta de zinc, implica nivelar el terreno de las calles Valdivia y Condell, mejorar el acceso al sector mediante la ampliación de calle Angamos (hoy Matta) y habilitar nuevas vías férreas en el extremo oriente de la ciudad. Las obras de relleno dejan a la Estación sobre una gran plataforma pavimentada, de unos 140 metros de largo, cuyo perímetro estaba acotado por un enrejado de madera que sobresalía por su intenso color verde entre los cerros del sector El Ancla. La entrada al edificio estaba precedida de un pórtico con dos columnas de concreto, de fuste liso y capitel dórico. Tras las puertas de ingreso se llegaba al hall, allí habían oficinas y boleterías de 1º y 2º clase, además una reja de madera que separaba a los pasajeros, según el ticket comprado.
Al fondo se hallaban las puertas a los andenes; a la derecha se ubicaba la ventanilla de 2º clase y la sección de equipaje; a la izquierda estaba una sala de bebidas y embelecos. En los andenes techados, en una extensión de 40 metros de largo y 12 metros de ancho, los pasajeros esperaban la salida del tren a la sombra y sentados en cómodas bancas. La nueva estación comienza a funcionar el 5 de junio de 1916; al año siguiente, se inaugura la línea internacional de Antofagasta a La Paz, desde entonces el ferrocarril ofrece un servicio de primer nivel, con salidas dos veces a la semana. En Londres el convoy del Desierto de Atacama, junto al tren de la India, era promocionado como una de las travesías más exóticas e imperdibles del mundo. En la década de 1920, los viajeros que llegaban al Andén internacional del FCAB quedaban impresionados por los carros del tren, todos pintados de un elegante color verde, con techos blancos y piezas de bronce que destellaban al sol. De igual forma brillaba el metal de las locomotoras. El tren inglés resplandecía, gracias al cuidado de los funcionarios y los rayos del sol del Trópico de Capricornio. El viaje desde el litoral del Pacífico hasta las alturas nevadas de Los Andes, tenía un encanto especial, por los paisajes que recorría, la pampa árida de Atacama, la puna y el Altiplano boliviano. Actualmente, la Estación Internacional de calle Valdivia se encuentra clausurada al público, abandonada y, sobre todo, en muy mal estado de conservación.
Héctor Ardiles Vega
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Edificio Consistorial Ilustre Municipalidad de Antofagasta El Edificio Consistorial se constituye en un punto de referencia de la ciudad, donde se funda el símbolo del asiento de la Autoridad Comunal, generando un lugar de fuerte identidad capaz de acoger la vida pública. Su emplazamiento en el área céntrica de la ciudad, se presenta como un potente umbral hacia el Norte, un remate importante de la estructura urbana subyacente, que reconoce y recoge a su comunidad en su condición de área de carácter cívico. El edificio con sus 11 mil metros cuadrados, de volumetría fuerte y rotunda, se acomoda a la escala del lugar manteniendo la importancia de su imagen que proyecta austeridad y fortaleza como la del norte chileno. El muro es el protagonista de la expresión arquitectónica y el patio es el espacio interior que recoge la vida diaria, lugar de encuentro ciudadano que se abre a la ciudad e invita al público a participar de su interior.
La nueva Municipalidad de Antofagasta se presenta como un edificio inmerso en su tejido urbano, comprometido con su emplazamiento, respetuoso del clima, generoso en su oferta espacial y urbana dándole sentido a la plaza que genera direccionándola hacia el mar, conformando espacios urbanos controlables, de vistas lejanas y cercanas. El edificio recoge el concepto de los espacios intermedios a través de transiciones y graduaciones pausadas por la luz a través de zaguanes, pórticos y corredores sombreados, aspirando a que los actos de teatro al aire libre, de cine, de música, de pintura y escultura, potencien y den continuidad a la vida del parque enriquecerlo y dar una clara visión de integralidad a su comunidad.
Víctor Hugo Véliz Díaz
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La Portada La Portada, símbolo de la ciudad de Antofagasta, se ubica a unos 10 kilómetros de su perímetro urbano norte y a 100 metros de la costa actual. Es un arco de 43 metros de alto, 23 metros de ancho y 73 metros de largo, formado por rocas marinas de colores claros que se disponen sobre otras oscuras constituyendo un hermoso monumento natural. El acantilado que se asocia a esta muestra de generosidad de la naturaleza incluye otras formas, pero a escala menor. Su formación se debe a actividad erosiva asociada a cambios de nivel del mar. ¿Cómo se formó este monumento natural? ¿Qué rocas lo forman? ¿Cuál es su antigüedad? Los mecanismos de formación de La Portada están activos porque la fuerza más poderosa del planeta, el agua, la destruirá con la misma energía que la construyó. Para remontarse al pasado de esta historia pensemos que estamos leyendo un libro al que le faltan capítulos y que el relato transcurre en millones de años. Entre 200 y 140 millones de años atrás, el área que hoy ocupa la Cordillera de la Costa mostraba una cadena de volcanes en cuyas entrañas, muy abajo en la superficie de ese entonces, se formaban yacimientos de cobre, plata y oro. El mar de ese entonces, estaba lejano hacia el oeste y repleto de vida. Las placas tectónicas que generaban volcanismo, terremotos y montañas estaban activas. La historia se interrumpe y no sabemos que pasó en los siguientes 120 millones de años. En lo general se sabe que la historia fue muy activa formándose nuevas cadenas volcánicas, grandes yacimientos; cambiaron los climas, los paisajes variaron y la vida fue abundante.
En los últimos 20 millones de años el mar avanzó hacia el este, hasta posiciones próximas a la costa actual. Las aguas eran más tibias y plenas, de organismos como el tiburón gigante Megalodón con dientes de hasta 20 cm, ballenas, cachalotes, pingüinos y gaviales en las desembocaduras de ríos. El mar arrasó las antiguas rocas volcánicas formando terrazas planas donde se depositaron los sedimentos marinos y sus organismos hoy fósiles. Las terrazas están a diferentes niveles debido a los avances y retrocesos del mar y a las fuerzas liberadas por las placas. Se observan hoy en la Portada, en Hornitos, en la Península de Mejillones y Caldera. Este último capítulo dura unos 20 millones de años, épocas geológicas del Mioceno al Holoceno. En sus etapas recientes el mar atacó un acantilado de rocas sedimentarias marinas levantadas y las lavas oscuras que son su base. Su fuerza lo destruye y modela, dejando atrás bloques separados de la costa y labrando, de acuerdo a la resistencia diferente de las rocas, monolitos, arcos y otras formas. Así nació La Portada, así desaparecerá.
Guillermo Chong Díaz
Antofagasta: Donde el desierto termina en el mar
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Trópico de Capricornio Este monumento, imponente observatorio solar, es una atracción turística y uno de los símbolos de la ciudad y de la Región de Antofagasta, está ubicado a 28 kilómetros al norte de Antofagasta, a un costado de la Ruta 1 y frente a la base aérea de Cerro Moreno. El Trópico de Capricornio es el último lugar del planeta donde, una vez al año, caen perpendicularmente los rayos del Sol en el hemisferio sur. El fenómeno es producido por la combinación del movimiento de traslación de la Tierra alrededor del Sol y el ángulo que mantiene el eje de rotación de ésta, con respecto al eje del plano de la órbita de la Tierra. Al llegar al Solsticio, visto desde la Tierra, nos parece que el Sol se detiene en el cielo, lo que se nota especialmente al amanecer y atardecer. De allí el nombre de la fecha: "Solsticio", que significa "Sol Quieto" en latín. Se denomina «de Capricornio» porque antiguamente, cuando se producía el solsticio de invierno en el hemisferio sur, el Sol estaba en la constelación de Capricornio. En la actualidad está en la constelación de Ofiuco, pero el nombre Trópico de Capricornio continúa siendo aceptado por tradición. Su construcción fue ideada y financiada por el Rotary Club de Antofagasta, inaugurada el 21 de diciembre del año 2000.
Lo forman cuatro estructuras principales: EL ARCO DE CAPRICORNIO: Es un arco de 10,40 metros de altura, cuyo borde superior sur sirve de instrumento demarcatorio para las estaciones. EL CAMINO DEL SOL: Orientado de Sur a Norte y perpendicular al Trópico de Capricornio, es una senda de 2 metros de ancho y 11,1 metros de largo, por donde se mueve la sombra del Arco de Capricornio al Medio Día Verdadero. Para el Solsticio de Diciembre, la sombra del arco cae justo al comienzo del Camino, sobre la línea del Trópico de Capricornio, ubicada en la base sur del Arco, mientras que seis meses después para el Solsticio de Junio, cae en su borde extremo sur al Medio Día Verdadero. LAS PUERTAS DEL SOL: Son dos paredes monumentales, de 12,40 metros de alto, que rodean el camino del Sol. La sombra del arco cae justo en su entrada para los Equinoccios. Esto ocurre si el Equinoccio ocurre en la misma longitud o cerca de la longitud geográfica del monumento. EL CÍRCULO DEL MUNDO: Es el círculo de 30 metros que enmarca el conjunto. En él la línea del Trópico de Capricornio se ubica exactamente a 23,44 grados de distancia del centro del círculo, por donde pasaría el ecuador de la Tierra.
“www.circuloastronomico.cl” Adaptación Rafael Visedo Arroyo
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Corporación Gen “Para nacer hemos nacido” (P.Neruda). Nacimos hace 27 años en una época en que las utopías más humanistas se ahuyentaron. Nuestro nombre “Gen” lo derivamos del “Génesis”, debíamos reeditar aquellos pasajes donde el ser humano asumía su protagonismo de “henchid la tierra”. Entre personas muy diferentes logramos visualizar una comunidad de ideales: redescubrir los potenciales ocultos circundantes a nuestra ciudad. Nuestro desierto nos confirma que no sólo es de músculos metálicos, también es de entrañas fértiles: su océano de tierras, de sol, sus nítidas noches estelares, sus vientos y penetrantes silencios regalan una paz que toda alma escucha. Partimos con la nada misma. Teníamos espejismos, luego ilusiones. Aprendimos a conocernos, a fraternizar mientras comprendíamos su magia. Atinamos a hospedar en él y a insuflarlo de verdor. Ya es un micro oasis: árboles, sus aves, sus hortalizas, sus frutos se han entretejido para inspirar y exhalar. Sin embargo, desde nuestros inicios hemos asumido adversidades unas más escarpadas que otras. Sólo la alegría de parir nos ha hecho perseverantes. Nuestro desierto abre sus puertas para una era más auténtica de las personas porque nos exige hacer la vida, no comprarla, nos exige profundizar las relaciones no superficializarlas. Nos abre a la era solar porque tiene la paternidad de la energía. Nos abre a un horizonte de oportunidades que aún nos parecen insospechadas para las necesidades de las próximas generaciones. Ya nuestro lugar es de encuentros: acuden diversas personas, grupos, instituciones, estudiantes. Los hálitos y voces de nuestro desierto nos despiertan a un desarrollo con rostro humano reconciliado y agradecido de vivir. Izar una visión de vida alternativa a los cantos de sirenas, mientras nuestra sociedad cada vez más se aleja de sus esencias, no deja de ser una hermosa locura como la locura del amor. Visítenos en el terreno mismo para que sus sentidos tengan su palabra. Estamos a 23 Km. de la ciudad, en el camino hacia Calama. Acceda a nuestra página web www.corgen.cl.
Pedro Aranda Astudillo
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